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Jubilados requieren sitios de esparcimiento

GUAYAQUIL.- Fausto Tapia (a la izquierda) todas las mañanas acude a los exteriores de la Caja del Seguro (centro del puerto principal). El hombre de 74 años se reúne con contemporáneos para conversar sobre sus anécdotas del trabajo.
GUAYAQUIL.- Fausto Tapia (a la izquierda) todas las mañanas acude a los exteriores de la Caja del Seguro (centro del puerto principal). El hombre de 74 años se reúne con contemporáneos para conversar sobre sus anécdotas del trabajo.
Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
18 de julio de 2019 - 00:00 - Redacción Sociedad

Antonio Beltrán, de 66 años, camina diariamente desde el Cerro del Carmen hasta la Plaza San Francisco (centro de Guayaquil).
El sitio está poblado de árboles, decenas de palomas que revolotean y de hombres, algunos de cabellos blancos y otros ya sin pelo.

Los caballeros se reúnen para desempolvar anécdotas de juventud y de lo que hicieron antaño. Allí, generalmente, acude parte de los 578.687 pensionistas del Seguro General, Riesgo del Trabajo y Seguro Social Campesino.  

Hasta hoy 18 de julio de 2019, que se conmemora el Día del Jubilado Ecuatoriano, Antonio cumple esa rutina de lunes a viernes desde 2018, año en el que dejó de laborar. Su anhelo siempre fue cumplir sus años de trabajo y tener tiempo de ocio para viajar a la playa con su esposa. “Si me quedo en casa voy a envejecerme más de lo que ya estoy”, bromea.

Los pensamientos melancólicos y quejas son las primeras reacciones en los miembros del colectivo que están en ese parque cuando se les pregunta cómo transcurre esa etapa de sus vidas. Es algo recurrente, según los especialistas. Muchos pasan por la etapa de negación.

¿Cómo tiene que afrontarse la jubilación? La gerontóloga Camila Valdiviezo, quien labora en el Hogar del Corazón de Jesús (Guayaquil), explica que todas las personas, desde que se gradúan del colegio, deberían pensar en que esa etapa es parte de la vida.

Pero cuando llega -sugiere- el colectivo puede involucrarse en un proceso socioeducativo de aprendizaje: asistir a cursos, talleres, aprender artes o participar en voluntariados. “Elevarán la autoestima, socializarán, mantendrán en buen estado sus funciones cognitivas y darán un nuevo sentido a sus vidas”.

De su lado, Jorge Mejillón, responsable de gestión de uso ambulatorio del hospital Efrén Jurado, donde existe hace 8 años un centro geriátrico, sugiere rehabilitación y un nuevo proyecto de vida. En ese lugar efectúan capacitaciones motrices (juegan ajedrez, hacen manualidades) y artesanales. También participan en ferias.

Victoria Rodríguez, presidenta de la Asociación de Jubilados del Código de Trabajo 18 de Noviembre (Quito), tiene el perfil de persona activa. A sus 69 años es dirigente de jubilados y líder de grupo en una iglesia. Para ella, en el país faltan espacios para desarrollar eventos de bailoterapia y otras actividades para el grupo. “Necesitamos mantenernos activos”.

Precisamente, desde abril de este año, 12 representantes de jubilados han mantenido acercamientos con autoridades del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) para aportar ideas a la reforma de la Ley al Adulto Mayor. Entre sus pedidos constan la construcción de nuevos centros gerontológicos, atención prioritaria y entrega de medicinas.

Sonia Tayupanda, analista de servicios distritales de Mis Mejores Años, del MIES, añade que a eso se suma la reducción del 50% en el pago de servicios básicos, planes de telefonía celular y pasajes aéreos. “Nos manifiestan que antes tenían espacios y les han quitado sus tutores”.

Alfredo Mora, de 73 años, lleva dos décadas jubilado tras desempeñarse como mecánico y guardia en diferentes empresas de la ciudad. Hace 20 años llega en su bicicleta hasta los exteriores de la Caja del Seguro (Guayaquil) para encontrarse con otros contemporáneos.

Allí discute sobre los migrantes y en ocasiones escucha a los vendedores que le ofrecen paquetes para comprar una bóveda en un camposanto porteño.

En ese mismo lugar, Fausto Tapia, de 74 años, expresa que le ha costado adaptarse a su nueva vida fuera de las embarcaciones (era estibador). Tras tres décadas de labores -dice- ya se adaptó a un ritmo más tranquilo. (I)

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