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La Fiesta de Reyes tiene tintes del pueblo afroecuatoriano

La Fiesta de Reyes tiene tintes del pueblo afroecuatoriano
Foto: cortesía: Diario El Tiempo
19 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

Era el día libre. Uno de los pocos durante el año. Según los relatos de la Colonia, los amos permitían que sus esclavos salieran a las calles durante la Fiesta de Reyes para que celebraran como quisieran.

Ellos se ponían máscaras de demonios y coloreaban las calles con sus vistosos trajes. Entre bailes, cantos y el sonido del tambor, se cree que recordaban a los reyes y autoridades de su África natal y también veneraban a sus deidades.

“De modo que la Fiesta de Reyes se convertía en una especie de carnaval donde los esclavos recreaban su vida cultural en África. Muchos se disfrazaban de reyes, guerreros o simbolizaban a sus dioses o deidades africanas”, relata el libro la Religiosidad Afroecuatoriana del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC), escrito por el investigador John Antón Sánchez.

En la actualidad esta fiesta, tal y como se concebía en la época de la Colonia, se ha ido perdiendo. Sin embargo en Esmeraldas, específicamente en la parroquia Selva Negra cantón Eloy Alfaro, aún se celebra de forma tradicional comenta María de Lourdes León, miembro del pueblo afro.

Carlos Gruezo, coordinador del evento, le narró a los investigadores del INPC que los personajes que aún intervienen en la celebración  son “dos culonas, dos paridoras, dos monos, una dama, seis cayapas, entre 10 y 15 cucuruchos”, que en un promedio, se disfrazan de 20 a 25 personas del grupo.

Ahora se le llama la Fiesta de los Reyes, pero los mayores decían, “juego de los cucuruchos” y se hacía en tiempo de Reyes, como tradición católica.

“Los que celebraban esta fiesta tenían el decir: La fiesta es de los Santos Reyes, pero el juego es de nosotros”, recuerda León.

Juana Salazar es otra de las mayores cuyo relato fue rescatado en el libro del INPC. Ella aseguró que hace unos 20 o 30 años, el juego se celebraba en la mayoría de los pueblos grandes del norte de la provincia de Esmeraldas.

“Este juego empezaba unos días después del 25 de diciembre, que es la fiesta del Niño Jesús y terminaba con el último día de Reyes. Entonces, los que querían jugar tenían que subir a la Tenencia Política y pedir un permiso a las autoridades”, puntualiza Salazar.

Al obtener el permiso, quienes jugaban nombraban nuevas autoridades como el mayoral de mina, capitán de cuadrilla, alférez real y muchas otras.

Ellos se encargaban de mantener el orden, la disciplina y el respeto, por lo que las autoridades reales solo se alejaban. Se trataba de tres días de cucuruchos y había un día para blancos, otro para negros y otro más para indios, consta en el texto del INPC.

Durante el primer día salían a bailar los blancos, los hombres se vestían con ropa de mujer y las mujeres con prendas de hombre.

Se maquillaban, cambiaban el habla y nadie debía reconocerlos. Lo más importante era que los cucuruchos salieran, jugaran y regresaran y que nadie los reconociera.

Al siguiente día salían los negros, se pintaban con carbón, se disfrazaban y tocaban la marimba. 

El último día era el de los indios. Se vestían como tales y hablaban: chigui, chigui, chigui, pintados el cuerpo con achiote.

Lúdico y con pagas son los personajes que celebran al pueblo negro.

El relato que hizo Carlos Gruezo, para la investigación del INPC, detalla el papel de cada personaje como La culona que realiza chistes subidos de tono y siempre va moviéndose y diciendo “no me toque mi cul...”, pues si le tocan tienen que pagarle una suma voluntaria.

Ella permanece disfrazada todo el día. Por otra parte, La paridora va con un bordón (bastón de apoyo) y cuando llega al público hace como que siente dolor y se desmaya, incluso se cae pero si viene alguien a ayudar y le toca, entonces también tiene que pagar.

Si los monos “te cogen, les tienen que pagar, por tanto, no tienen que dejarse coger por ellos. Ellos se disfrazan de puro monte, con matachines en la cabeza, hojas secas, matas verdes”.

A los cayapas se les llama así “no porque sean indígenas cayapas”, entran a la casa barriendo y cobran por esto; llevan una escoba en la mano, una botella, una concha, un botecito y un canasto.

A los 15 cucuruchos se les denomina así porque se visten con sus disfraces completos, sus máscaras y también hacen chistes.

Es esto lo que aún se conserva de aquellos juegos que hacían los negros cimarrones y esclavos en la provincia de Esmeraldas, pero el juego se quedó ya solo en la memoria de algunos mayores que aún se lo narran a quienes quieren saber.

La imposición católica ha ganado más espacio, el espacio lúdico y ritual de la fiesta se ha visto reducido aunque aparece en otras manifestaciones de la rica y rebelde cultura afro. (I) 

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