Con una sonrisa ocultó el nerviosismo que sentía. Al ver los rostros de los niños se serenó por completo. La docente Flor Proaño se sometió por primera vez a una clase demostrativa.

Ella fue en busca de una de las 15.719 plazas en el magisterio público. Se presentó ante un jurado en la Unidad Educativa República de Bolivia (Quito). Lo hizo como parte del proceso “Quiero ser maestro 6”.

Llegó en la mañana. Miró a los adultos. Tomó las pequeñas manos de los 13 niños. Los últimos la esperaron en el aula de educación inicial para efectuar una ronda. Se escucharon temblorosos acordes musicales con los que quería engachar a los alumnos.

Con esa melodía dio los primeros pasos para explicar los conceptos de orientación espacial: arriba y abajo. Ese fue el tema que el Ministerio de Educación (MinEduc) le asignó.

Flor tuvo 45 minutos para demostrar sus conocimientos y habilidades. Ella imparte clases hace más de dos décadas en colegios particulares de la capital. En el aula hizo preguntas a los niños para que las resolvieran. Los menores rieron y respondieron.
La mayoría lo hizo con precisión. Cuando se equivocaron los corrigió y reforzó los contenidos.

Captó su interés

Una canción sobre el tallarín con salsas y con movimientos de sus manos captó la atención de los chicos. Los alumnos hicieron con sus bocas gestos como si saboreaban el alimento.

Los pequeños llevaban calentadores y zapatillas con pasadores, que por momentos se zafaban por el ajetreo de las dinámicas. Ella con paciencia y rapidez ataba los cordones sin perder el hilo de la clase. Los menores no se distrajeron, ni dejaron de atenderla.

En el camino visualizó con premura un pequeño desnivel del piso. Puso cuidado en este aspecto y evitó que los alumnos tropezaran durante los juegos. Constantemente los acomodó en la colchoneta roja para que ninguno se distrajera o realizara otra actividad.

Luego de varias canciones llegó el momento de la repartición de los globos. Tenían exactamente el mismo tamaño para que todos los niños puedan sujetarlos. Ella planificó hasta el color que debía entregarles. Fue el premio al trabajo desarrollado. Los infantes se alborotaron, desordenaron y gritaron de felicidad, pero ella logró controlarlos.

A cada uno le entregó un globo. “No me gusta ese”, se escuchó entre algunos infantes”. Ella los calmó y les enseñó a aceptarlo. Los globos de distintos colores pasaron rápidamente por las manitos. Por instantes algunos se distraían y ella con suaves palabras logró que retornaran a la actividad.

Flor, al disimulo, observaba su reloj para constatar el tiempo que restaba a la evaluación. Como si tuviera un cronómetro en la mano pidió a los chiquillos que dejaran los globos en el piso. Los niños miraron al frente, hacia la pizarra. Fue quizás el momento más complicado, porque pasaron de la algarabía a la atención fija.

Con un poco de resistencia de algunos continuó su tarea. Colocó, con cinta adhesiva, láminas en la pared. En aquellas constaban recortes de animales, plantas y variados objetos que le permitieron reforzar el tema abordado.

Entonces preguntó a los niños: “¿Qué objetos estaban arriba de la mesa? ¿Cuáles se encuentran en la parte de abajo?”. El concepto estuvo muy bien aprendido. Todos en su momento respondieron con soltura y certeza.

Los minutos transcurrieron con rondas musicales. Y para cerrar con broche de oro, la “profe” les entregó un marshmello a cada uno. Ellos corrieron, gritaron y ella respiró profundamente. El tiempo de la clase demostrativa pareció eterno. Ella se despidió y los infantes salieron presurosos al patio para esperar a sus padres. Otros aguardaron por el expreso que los llevó de vuelta a casa.

El protocolo

Tras la culminación de la clase cumplió la segunda parte: evaluación del jurado. El estrado estuvo conformado por tres mujeres: la rectora de la unidad educativa, una madre de familia y la docente de la misma asignatura. Ellas le formularon dos interrogantes a Flor Proaño.

Las consultas giraron en torno a la educación inclusiva y los recursos pedagógicos que se pueden utilizar en el aula. Proaño contestó rápido a cada una de estas. Las integrantes del jurado registraron sus respuestas en el sistema automático. El puntaje final fue de 17,5/25. Con ese número aprobó la evaluación.

Nuevamente respiró con tranquilidad y esta vez su sonrisa amplia se pareció a la de los niños. Su rostro se iluminó y el nerviosismo que sentía quedó de lado, pues conocía perfectamente las respuestas de las preguntas que le hicieron. “Estuve nerviosa, porque nunca antes viví una experiencia igual, pero creo que superé con relativo éxito”.

Hoy espera que su nombre figure entre los nuevos docentes fiscales para impartir sus conocimientos a la niñez. El MinEduc entregará los nombramientos a los ganadores en enero de 2020. (I)

Un jurado realizó distintas preguntas a la profesora tras la clase demostrativa. La catedrática hizo su exposición en la Unidad Educativa República de Bolivia. Foto: Carina Acosta / El Telégrafo

Calendario
El viernes 18 de octubre culminará proceso
El Ministerio de Educación estableció los días 16 , 17 y 18 de octubre de 2019 para que los docentes concursantes terminen esta fase. A los correos de los postulantes se remitió el lugar donde se deben que presentar, la fecha y hora.

4 mil docentes de la Sierra ingresaron en la reprogramación de la evaluación práctica.

Selección de vacantes
Los aspirantes elegibles, que superaron la prueba práctica, deberán escoger de 1 a 5  vacantes ofertadas en el sistema, en orden prioritario. Posteriormente pueden aceptar la partida si están conformes. (I)