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La escritura crítica: la opción responsable

La escritura crítica: la opción responsable
20 de abril de 2019 - 00:00 - Fausto Segovia Baus

Los historiógrafos registran que en la humanidad han existido tres revoluciones: la revolución del lenguaje, la revolución de la escritura y la revolución de la imprenta.

El lenguaje significó el comienzo de la revolución cultural nunca antes conocida, al producirse, en el homínido más evolucionado, el pensamiento o capacidad cognitiva. La escritura, en cambio, implicó el registro del pensamiento en tablas y ladrillos, y la imprenta hizo posible la producción en serie de un invento maravilloso: el libro.

Para el diccionario Larousse, el libro “es el conjunto de folios impresos y reunidos en un volumen encuadernado en rústica o pasta dura”. El libro es el pensamiento escrito.

Por eso, no podría concebirse el conocimiento sin el libro, que vendría a ser la expresión más elevada de la modernidad y, gracias a la imprenta, fue el camino por donde transitó la ciencia, el arte y la literatura en los últimos 500 años. El libro se considera, hoy en día, como una expresión de la libertad humana.

Primero floreció la escritura pictográfica, es decir, las imágenes -de seres humanos, plantas y animales- que representaban situaciones de la sociedad y de la cultura. Esta escritura se halló en las pirámides de Egipto y sus alrededores. Pero con el tiempo surgió la escritura ideográfica que dio origen a la fonética y la silábica.

En la tierra de Elam -actual Irán- hace más de 6.000 años apareció un sistema de símbolos impresos en ladrillos. Había nacido la escritura cuneiforme, que fue desarrollada después por los sumerios, en Mesopotamia.

En estos ladrillos se informaba, mediante cuñas, sobre la vida cotidiana, las cosechas, las guerras y la vida hogareña. Con la creación de la escritura se dio un salto cualitativo, que hizo posible la expresión de los pensamientos en signos con significados. Terminó así la prehistoria y nació la historia.

El papiro, el papel y el pergamino

Desde el punzón y las tablillas de barro, que dieron origen a la escritura cuneiforme, pasando por la escritura jeroglífica e ideográfica y la invención del papiro en Egipto, del papel en China y del pergamino en Grecia, los primeros escribanos dieron rienda suelta a su imaginación mediante signos o letras, que se relacionaban con sonidos.

Los mayas, según investigadores, también tuvieron escritos mixtos porque combinaron los ideogramas con significados fonéticos. Se cree que la escritura con alfabeto tiene unos 4.000 años de antigüedad.

Las famosas tablas de la ley fueron los antecesores de los libros junto con los papiros, donde se registraron las sagradas escrituras. El código de Hammurabi -escrito en piedra entre 1792 y 1750 a.C.- contiene 282 reglas sobre la justicia; el Ayurveda o el libro de la ciencia de la vida para los hindúes es también un referente, así como Nel Ching, el libro de la medicina china. Pero fueron los romanos los que comercializaron los libros, a partir del año I a.C. Eran copias realizadas por escritores esclavos.

En el mundo griego la escritura de los Diálogos de Platón imprimió estilo. Más tarde, con Aristóteles y la creación de la Lógica nació un sistema de pensamiento racional que todavía subsiste. Comenio, en la Alta Edad Media, dio origen a la Didáctica, como el arte y la ciencia de enseñar.

Descartes y “El discurso del método” abrieron horizontes a la ciencia moderna, y desde entonces el camino transitado ha sido largo y fecundo hasta la actual sociedad del conocimiento. El libro tiene apenas 700 años de vida, aproximadamente, aunque los agoreros del desastre anuncian su muerte con el advenimiento del libro digital.

Escritura crítica y lectura

La escritura crítica tiene relación con el pensamiento racional, que pasa por varios estadios: del pensamiento mágico -mítico-, al pensamiento ingenuo -generalmente manipulativo- y al pensamiento crítico -reflexivo, argumentado y lógico-.

La escritura crítica se expresa a través de conocimientos abstractos sobre una lengua, que tenemos almacenados en el cerebro.

En general no somos demasiado conscientes de su presencia porque aprendemos por diversos caminos (por obligación, por placer o disfrute), mediante la memorización de textos (leyendas, cuentos), el estudio de reglas de gramática, la copia de fragmentos de textos… En cambio, el proceso de composición está conformado por un conjunto de estrategias que utilizamos para producir un texto escrito.

Y una receta casi mágica: para lograr una escritura crítica es necesario leer. Y leer es un proceso constante, un hábito permanente. Y a veces una adicción. El pensamiento crítico se aprende, y desde luego la escritura crítica. Para ello sobran los títulos académicos y los productos profesionales: hay que amar el libro y la lectura. (O)

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La aparición del libro en Ecuador

En tiempos de la Colonia, Quito se destacó por sus bibliotecas con libros traídos del viejo mundo. Entre los primeros frailes franciscanos que llegaron a Quito se encuentran los flamencos Fray Jodoco Ricke, primo del emperador Carlos V; y Pedro Gosseal.

Con los libros traídos por los eclesiásticos desde Europa se inicia la biblioteca del convento de San Francisco. Las bibliotecas de los monasterios de Quito fueron provistas de libros de obras públicas en España, Francia e Italia.

Después varios monasterios establecieron talleres caligráficos en los cuales los frailes copiaban y adornaron manuscritos. A pesar de que en Quito todavía no existía la imprenta, las bibliotecas de esta ciudad atrajeron la admiración de los visitantes extranjeros del siglo XVIII, y no solamente la de los conventos, sino también las bibliotecas privadas.

La primera imprenta fue traída por los jesuitas a Ecuador y se instaló en Ambato. El primer tipógrafo de esta imprenta fue Juan Adán Schwartz, nacido en Dilligen-Alemania, quien llegó a Ambato a fines de 1754. El jesuita José María Maugeri inició la primera imprenta en el territorio nacional.

La razón de su establecimiento en Ambato, y no en Quito, fue porque al padre Maugeri lo nombraron Superior de la Resistencia y del colegio de la Compañía de Jesús en Ambato, y esta imprenta fue trasladada a esa ciudad el 22 de febrero de 1750, según Wilson Hallo (1992). (O)  

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