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Enseñar a pensar: desafío del profesorado

El pensamiento crítico promueve el desarrollo de nuevas capacidades y competencias cognitivas, lo que se necesita para el desarrollo de los alumnos del país.
El pensamiento crítico promueve el desarrollo de nuevas capacidades y competencias cognitivas, lo que se necesita para el desarrollo de los alumnos del país.
Foto: Archivo / EL TELÉGRAFO
04 de junio de 2018 - 00:00 - Fausto Segovia

El tema del pensamiento es clave para entender el discurso que está detrás de la práctica pedagógica.

Existe un pensamiento oficial cuando el texto retrata la realidad como una fotografía, y un pensamiento diferente o divergente –también conocido como pensamiento lateral- cuando se representa a la realidad con un enfoque subjetivo, que se conoce como creatividad.

Paradigma “reproduccionista” y pensamiento lateral
La educación, en general, promueve el pensamiento oficial, que en la práctica significa la repetición, copia de conceptos o puntos de vista.

Lo mismo sucede con la cultura, la política, la economía y todas las formas de organización social.

El paradigma “reproduccionista” está instalado en un modelo de pensamiento que impide o retarda cualquier tipo de transformación.

Todo pasa por la mente y las visiones que, a través de las estructuras cognitivas, configuran actitudes y comportamientos admitidos por el colectivo.

El pensamiento divergente o pensamiento lateral, según Edward De Bono, debería ser fomentado en todo escenario vital y no solo en las aulas porque es el pensamiento que fundamenta el cambio, la búsqueda de causas y efectos de los fenómenos, y sobretodo visiones más amplias y globales de la realidad.

Los expertos afirman que los seres humanos utilizamos apenas un 5% de nuestras neuronas.

De ser así, necesitaríamos no solo empeños sino estrategias para desarrollar el pensamiento divergente que nos ayude a llegar “hasta el nivel de nuestra incompetencia”.

En estos momentos de cambio que vive nuestro país, el pensamiento divergente debe ser reconocido como un espacio democrático que permita acuerdos y disensos sobre temas de interés nacional. La opción es clara: más sobre lo mismo o un cambio responsable. Pero, ¿dónde se aprende sobre el pensamiento lateral?

La semiótica didáctica: hacia el conocimiento “emancipatorio”
El ámbito de estudio es el llamado currículo oculto, no escrito o no verbalizado.

Descifrar este problema–que, en esencia, es el problema del poder- es una tarea compleja que, según los especialistas, tiene vigencia y más impacto que el currículo escrito -que se articula en los contenidos del antiguo plan de estudios.

Un ejercicio investigativo serio, que busque alternativas teóricas y metodológicas para indagar algunas aristas del problema, a través del análisis del discurso pedagógico, ofrece la semiótica didáctica sugerida por Jacques Foucault. Una de las alternativas se inspira en la teoría crítica que se fundamenta en la afirmación de que los “hombres y mujeres somos en esencia libres y que habitamos un mundo repleto de contradicciones y asimetrías de poder y privilegios”.

La teoría crítica aprueba los enunciados que reconocen los problemas de la sociedad, como algo más que simples hechos aislados de los individuos o deficiencias de la estructura social.

Individuo y sociedad están entretejidos
La teoría crítica intenta trazar interacciones desde el contexto a la parte, desde el sistema interno al hecho, lo cual revela un pensamiento dialéctico, en la medida en que reconoce a la educación como un espacio de reproducción de saberes dominantes, ante lo cual sería posible, lejos de los determinismos y ultraísmos, la construcción social de los conocimientos u optar por la estrategia del “conocimiento emancipatorio”, que es la posición central de Jürgen Habermas.

Misiones trascendentales de los docentes
El docente tiene dos misiones básicas: revelar cómo la subjetividad es construida y legitimada por medio de los discursos pedagógicos, y desafiar las relaciones imaginarias que los estudiantes viven, relacionadas con las condiciones simbólicas y materiales de su existencia.

Se sabe que la labor del docente no es neutra; no es “inocente”.

Si no hay esfera neutral, ¿cómo articular la experiencia del estudiante con los objetivos de aprendizaje?

El discurso del docente no puede quedarse en la denuncia social o en la disonancia cultural.

El maestro debe ser consciente de que el lenguaje, el conocimiento y el poder están fuertemente unidos.

Por eso, revertir con investigación y pasión, con ciencia y consciencia, antes que capitular ante el estatus quo-caracterizado por el “vacío ético” y las desigualdades actuales que son abrumadoras- es un desafío del docente del tercer milenio.

Nuevo discurso pedagógico
La naturaleza e impacto de los mensajes –conscientes e inconscientes- del docente en sus alumnos (la transmisión reproductora de la herencia cultural) son importantes. También el análisis del discurso pedagógico, en la educación básica, –poco estudiado en nuestro medio- y sus repercusiones en la formación o la deformación –en casos- a través del uso social del discurso, la intencionalidad que trae aparejada y, por supuesto, sus posibles efectos en el ser y el modo de ser de los niños, niñas y adolescentes. (O) 

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