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Entrevista / Morgan Wienberg / cofundadora de la organización little footprints, big steps

“En 2011 supe que debía hacer algo y decidí que mi educación podía esperar” (Enlace)

“En 2011 supe que debía hacer algo y decidí que mi educación podía esperar” (Enlace)
08 de agosto de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

El 12 de enero de 2010, Haití fue azotado por el terremoto más devastador de los últimos 200 años en el país. Más de 220.000 personas perdieron la vida y 300.000 resultaron heridas. El terremoto también dejó 1,5 millones de personas sin hogar y más del 70% eran niños, informó la Oxfam International en su momento.

Hasta Haití llegaron los Cuerpos de Paz de la ONU, miembros de ONG con varios años de experiencia y, por supuesto, la Unicef. Era común ver en las imágenes por televisión a los voluntarios de las entidades sin fines de lucro.

Había médicos, profesionales y estudiantes. Entre este último grupo estaba Morgan Wienberg, una joven canadiense que en ese entonces tenía 18 años. Ella residía en Whitehorse, la capital de Yukon, el territorio más occidental de Canadá. Tenía una vida de adolescente común para alguien del primer mundo y estaba a punto de estudiar medicina en la universidad.

Cuando terminó el voluntariado de su escuela, Morgan se quedó en Haití tras observar situaciones conmovedoras en los orfanatos. A estos lugares había llegado como ayudante, pero descubrió que muchos de los niños eran abusados y vivían en condiciones deplorables. Hoy, con 22 años, tiene su propia organización, Little Footprints, Big Steps, dedicada a rescatar a los menores de los orfanatos y reunirlos con sus familias.

La entidad cuenta con un presupuesto operativo de $ 175 mil, que proviene en su mayoría de donaciones. La joven que abandonó la universidad para ayudar a otros y rescató a 86 pequeños cuenta su historia.

¿Qué pasa por la mente de una joven de 22 años para dejar su familia y amigos y convertirse en voluntaria permanente?

Sentía que no podía regresar a Canadá pretendiendo que no había visto nada. En 2011 supe que debía hacer algo y decidí que mi educación podía esperar. Yo puedo ir a la universidad cuando desee, pero los niños me necesitaban de inmediato. Fue así que se convirtieron en mi prioridad.


Hoy me considero una haitiana de corazón. Comparto mi cuarto con el cocinero del albergue que manejo. Y de manera general te digo que me levanto temprano y coordino con mi equipo. Me dedico a realizar tareas en el computador para conseguir posibles donantes y luego atiendo a los chicos que salen de la escuela. También suelo realizar actividades con el Departamento de Derechos de las Mujeres en Haití o los directores de escuelas para coordinar más ayuda a los niños.¿Cómo es la vida de Morgan Wienberg ahora que vive en Haití?

Aún no tenemos vehículo en la organización y casi siempre camino o voy en mi motocicleta.

Algunas veces no tenemos electricidad en el albergue y trabajo en un cibercafé. Mis planes siempre están cambiando y mis días están llenos de cosas por hacer... pero amo lo que que hago y, si me canso, un buen café de Haití me ayuda.

¿Cuántos niños rescataste la primera vez que decidiste quedarte en Haití?

La primera vez fue solo un menor que logré rescatar de ese orfanato. Su nombre es Stanley y padece discapacidad auditiva. Nadie hablaba con él, a menos que no sea para golpearlo. Luego de rescatarlo fue posible llevarlo a una escuela especial para discapacitados en Puerto Príncipe. Fue fácil porque la dueña del orfanato creía que el pequeño era inservible para ella. No lo podía vender ni hacerlo trabajar. Entonces ella prácticamente dejó que me lo llevara.

¿Cómo está Stanley ahora?

Él comenzó a aprender el lenguaje de señas y está excelente. Eventualmente encontramos a su padre, ahora vive con él y va a la escuela. Cada vez que puedo lo voy a visitar. Cada vez que voy a ver a uno de los pequeños que rescatamos pienso en las terribles condiciones en las que estaban.

¿Qué tipo de obstáculos económicos y judiciales encontraste cuando empezó la labor de rescate de los menores?

Esa es una pregunta delicada porque en realidad pasamos mucho miedo al principio. Los niños que rescatamos eran abusados y explotados por los dueños del orfanato. Cuando estaba de voluntaria ahí, descubrí que casi todos tenían familias, pero eran extremadamente pobres y por eso sus padres pensaron que lo mejor era enviarlos a esos lugares.

Algunos de ellos me decían que querían regresar a casa y lo primero que hice fue visitar a sus familias. Pero todo fue en secreto porque los dueños del orfanato podían descubrirme y descargar su ira con los pequeños.

Cuando salí del lugar conseguí voluntarios y contactamos a la Policía local. Fue entonces cuando la dueña del centro nos amenazó, incluso con armas de fuego. Por fortuna, nadie salió herido, pero eso me hizo entender que lo que hacíamos era peligroso y necesitábamos hacer más.

¿Cuál fue el siguiente paso entonces? ¿Qué tipo de evidencias reunieron para motivar que la Policía de Haití los ayudara?

Escribí un informe de 12 páginas detallando el abuso y explotación que había visto. Luego escribí una segunda fuente especificando y probando el tráfico de menores en el interior del lugar. Tenía el testimonio de la propia dueña del orfanato, que ofreció venderme 5 niños y me dijo que ya lo había hecho antes.

También mientras estuve en el lugar me aseguré de tener fotos de los niños. Había menores de 5 años que limpiaban baños con sus manos sin guantes, o niñas de 12 años encargadas de limpiar los pisos. También recopilé fotos de los niños enfermos y hambrientos.

Con esta información contacté a doctores y otras organizaciones, quienes urgieron a las autoridades a tomar asunto. Cuando todo salió a la luz, en Haití me contactaron 4 padres de familia para apoyarme. Fue así que logramos la atención de la Policía y pudimos rescatar a los 86 pequeños.

¿Cuáles son las principales necesidades de los niños en Haití?

Lo principal es un hogar estable, para cada niño que va a la escuela le es difícil tener éxito si vuelve a casa y no encuentra estabilidad.

Hay poco trabajo y las niñas caen en las redes del trabajo sexual, dan su cuerpo para conseguir dinero. ¿Cómo podemos cambiar esto?, pues ayudando a los padres a que encuentren un sustento.
También hacen falta vacunas, atención médica y agua potable.

¿Con cuánto dinero inició la organización?

Comencé todo con $ 25.000 que había ahorrado en el banco, adicionalmente a eso tenía dinero ahorrado de trabajos temporales. Pero eso ya no es suficiente. Necesitamos al menos de $ 100 a $ 300 para solventar los gastos educativos de los niños. Y tenemos 154. Algunos tienen patrocinadores y eso hace la diferencia, pero otros no. Algunas veces se enferman y quizás una medicina puede costar solo $ 5, pero eso no puede ser solventado por la familia. Lo que puedo decir es que no se necesita mucho para ayudar a un niño en Haití. Con $ 75 una familia puede comprar una cabra y empezar a ganarse la vida.

¿Es cierto que ese dinero eran los ahorros para ir a la universidad?

Sí, había estado ahorrando ese dinero desde que tenía 10 años, porque siempre quise ir a la universidad. Era todo lo que tenía, pero no me arrepiento porque con ese dinero cientos de niños pueden ir a la escuela ahora, no solo yo.

¿Piensas regresar a la universidad algún día?

En realidad, desde pequeña soñé con ser veterinaria. Una vez que me gradué de la escuela me interesó la cirugía pediátrica... pero hoy me satisface no haber ido a la universidad enseguida. Estas experiencias me han enseñado que se puede lograr grandes cosas si trabajas con pasión. Eventualmente me gustaría continuar con mis estudios, y siento que ahora tengo más conocimientos. Ahora deseo estudiar trabajo social, psicología infantil o relaciones internacionales. La diferencia es que ahora no tengo dinero y seguramente necesitaré aplicar a una beca.

*En la página web de la entidad (www.littlefootprintsbigsteps.com) se canalizan donaciones para los niños.

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