Jean ajustadísimo, roto horizontalmente sobre la parte delantera, sobre los muslos. Chaqueta de cuero roja, y por debajo una camiseta negra, mínima, con un escote amplio y redondo. Botas negras de terciopelo, altas, casi hasta las rodillas. El cabello suelto, rubio, lacio. Actitud fuerte, de mando, de esas que hacen que todos escuchen. Ella es “La Fabulosa Scarlet”, la dueña del circo. En este caso específico -y según la ficción de este espectáculo- la dueña de ROW.

“Yo vengo a poner orden aquí, porque soy la Fabulosa Scarlet”, grita ante el público que la noche del pasado sábado 21 de abril acudió al evento de lucha libre “New Generation” y que la ovaciona con carteles, barras y silbidos. Son en su mayoría hombres jóvenes que aplauden frenéticos.  

Suena una especie de cortina musical de fondo. Una voz/gemido femenino dice “Simplemente fabulosa”. En medio del humo y las luces fosforescentes azules y rosadas, Scarlet desaparece. No hay enfrentamientos programados esa noche, pero tiene una razón.

“Mi personaje es una mujer centrada y adulta. Soy la que pone las reglas acá, entonces no puedo dar el “mal ejemplo”. Claro, si alguien se quiere propasar conmigo, yo voy a defenderme. Según nuestra historia, los fundadores de ROW eran mis padres. Ellos murieron y me dejaron esta empresa, a la que tengo que manejar”, explica con el rostro bañado en sudor, durante su entrenamiento, en días anteriores al espectáculo.  

Pero en la vida real, “La fabulosa Scarlet” no es huérfana, no tiene empresas que cuidar, nadie busca excederse con ella y tampoco se llama Scarlet. Su nombre es Lourdes Vera, vive con sus padres en el sur de la ciudad y prefiere no decir su edad. Los últimos 5 años los ha dividido entre su vida profesional y la lucha libre, con diferentes personajes y en varios escenarios.

Aunque su entrenamiento empezó de adulta, desde niña soñaba con patadas voladoras, saltos mortales y movimientos agresivos sobre el ring como los de “La Americana”, su personaje favorito. “A los 7 años veía un programa que daban en la tele llamado  G.L.O.W., que era de lucha de mujeres. ¡Me fascinaba!”, dice, con los ojos muy abiertos, emocionada. 

Fue en un evento realizado en el Estadio Modelo que descubrió que su anhelo era posible. “Fui y vi luchadores ecuatorianos. Yo no tenía idea de que acá podía aprender. Entonces me enteré de que había una academia... llamé por teléfono, investigué en Internet y me dijeron que acá no había mujeres luchadoras, pero igual entré”, rememora.

Fue Iván Bustamante, el fundador de Revolutions of Wrestling (ROW) -quien se hace llamar “El Cuervo” por el maquillaje inspirado en este personaje de Brandon Lee que utiliza al pelear- la persona que le dio la oportunidad de empezar en la lucha, tal como lo había anhelado desde pequeña.

“Él fue claro y me dijo que allí no había mujeres. Lo arreglaron todo para que me sintiera cómoda. En ese tiempo yo trabajaba hasta las 19:00, iba luego del trabajo y me quedaba entrenando hasta las 21:00”.

Lourdes dice que esa rutina -combinar vida laboral con entrenamiento- es la misma que mantiene hasta la actualidad, aunque ya no lucha de forma frecuente en el ring de ROW, ubicado en la explanada del Estadio Modelo.

“Soy Ingeniera comercial y actualmente trabajo en el área de ventas de una empresa, y también hago labores de contabilidad. Se puede decir que cuando llego acá me olvido de todo: números, dinero, clientes. ¡Es todo un cambio!”.
Dice que disfruta dejar todo de lado y ser - momentáneamente- otra persona. Al menos, cuando está sobre el ring.

Lourdes guarda memorias de todos estos años de participación en las luchas, como cuando pertenecía a un grupo denominado WAR, y tenía que viajar a Ibarra, Machala, Quito y otras ciudades junto con  su compañero “El Cuervo”. Allí, su personaje era diferente. Se trataba de una joven y atrevida colegiala que usaba falda de tablones y se hacía llamar “Dreamgirl Lolita”.

Aunque disfruta plenamente su papel de luchadora, asegura que no ha sido fácil  ganarse un lugar privilegiado en este mundo. “Esto es lo que tengo que ponerme para no hacerme estos moretones”, dice mientras se coloca sus rodilleras y muestra uno de los evidentes golpes en tono morado pálido sobre su pantorrilla. “El primer día de entrenamiento fue tan intenso que me provocó náuseas. ¿Te imaginas la actividad física que requirió sólo el primer día? Pero cuando tú tienes las ganas, no te importa nada”, afirma.

Por otro lado, está la convención social, aquello de que las mujeres se dedican a actividades más delicadas que aplicar llaves de pelea y golpearse con otras mujeres (y con otros hombres) sobre un cuadrilátero. “Yo traje a algunas amigas para que entrenaran. Les gustó, pero no tuvieron el apoyo suficiente de sus padres. Por mi lado, mi mamá nunca me apoyó, pero respetó mi decisión. En cambio mi papá sí, vive encantado, hasta ha venido a verme luchar”.

Las paredes llenas de grafitis del galpón donde entrena han visto a “Scarlet” caer sobre la lona, pero también la han visto volar... Desde hace más de dos años es pareja de Antonio Garcerán “El Coyote”, actual campeón de ROW. 

“Nos conocimos acá, cuando en una historia de un personaje nos tocó ser hermanos. Luego empezamos a entrenar juntos y así comenzó todo. Él es un apoyo para mí, porque quizá otro chico no respaldaría que yo estuviese en la lucha libre”.

Su público la pide de regreso aquel sábado por la noche, durante el evento en el que se presenta la nueva “camada” de luchadores de ROW. “Ji-ne-te-ra, ji-ne-te-ra”, dicen al unísono.

“Realmente no puedo imaginarme cómo sería mi vida fuera de la lucha libre”... remata, con seguridad, mientras se aleja para hacerle cara a la gente.

“¿Cómo está esa caterva?”, dice La Fabulosa Scarlet, apoderándose del micrófono. Todos responden con gritos inentendibles que forman una sola mezcla de sonidos.