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El complejo de Adonis pone en riesgo el corazón y los riñones de jóvenes

El complejo de Adonis pone en riesgo el corazón y los riñones de jóvenes
13 de octubre de 2016 - 00:00 - Redaccion Sociedad

La música electrónica y los estruendos de las pesas que caen en el suelo son los sonidos de fondo de un gimnasio del sur de Guayaquil.

Allí está Bryan Vera, de 25 años de edad, quien levanta pesas de hasta 100 libras. Su estatura es de 1,68, tiene contextura delgada y músculos pronunciados. Sus bíceps tonificados asoman por las mangas de su camiseta. Sus piernas se asemejan a las de un futbolista.

Frente a él hay un espejo de dos metros en el que se observa para automotivarse.

Acude dos veces al día. Levanta barras para los brazos y trabaja las piernas. Hace tres años lleva esa rutina, aunque no es fisicoculturista.  “Voy al gimnasio para verme bien”.

Los suplementos proteicos en polvo (también en pastillas) los consume desde el año pasado.  Estos sirven para aumentar masa muscular, ganar vitalidad  y evitan el desgaste y desgarre de las fibras. Su costo: entre $ 100 y $ 125 al mes. “Un pana me dijo que me ayudaría a verme con más volumen y que a él le había funcionado”.

Hoy su cuerpo contrasta con la apariencia extremadamente delgada que tenía antaño.

Los psiquiatras y los nutricionistas definen que el exceso del culto a la apariencia se llama vigorexia.

Es un trastorno mental que se asocia con los comportamientos obsesivos compulsivos. Así lo señala Ninoska Franco, psicóloga del Hospital Luis Vernaza. Este tipo de personas -explica- tienen una visión distorsionada de ellos. Esta enfermedad también es conocida como complejo de Adonis o anorexia invertida.

Los afectados cuando se miran al espejo se consideran débiles, sin músculos y muy flacos. “Ellos no reconocerán que cayeron en una adicción al ejercicio”.

La especialista advierte que se torna peligrosa cuando hay ingestas exageradas de proteínas y carbohidratos y se inyectan esteroides anabolizantes con  el fin de aumentar la masa muscular y conseguir un cuerpo “perfecto”.

La obsesión -añade- crea tensión psicológica y se ven inmersos en estados depresivos. “Ellos abandonan actividades sociales y descuidan aspectos de su vida. En la actualidad se piensa que las personas que llevan esa vida ‘saludable’ están dentro del rango normal”.

Los problemas fisiológicos

La  enfermedad afecta, principalmente, a jóvenes del género masculino. En Estados Unidos, donde se realizó un estudio, se determinó que el 10% de los hombres que se ejercitan en el gimnasio la padecen (900.000). Mientras que en España, donde se efectuó una investigación similar, se detectaron 700.000 casos.

En Ecuador, los desórdenes han empezado a identificarse en los consultorios. Aaron Carchi, nutricionista, indica que este año descubrió a tres jóvenes con vigorexia.

Uno de los pacientes que atiende -cuenta- desarrolló la enfermedad conocida como gota. Esta se origina por una acumulación de ácido úrico en el organismo (por consumir polvos y pastillas).

Carchi argumenta que la sobrecarga de proteínas de los suplementos afecta los riñones y puede originar insuficiencia de estos órganos. “Una persona tiene que ingerir un gramo de proteína por kilogramo del peso corporal. Un vigoréxico está por los 4 gramos, es decir se sobrecargan el hígado y el riñón”.

La afectación se da cuando se filtran en la orina. “La membrana glomerular se daña y se origina la insuficiencia renal”.

Un síntoma de lesión del hígado -indica el nutricionista- es la halitosis (mal olor bucal), debido al exceso de las proteínas que tienen base nitrogenada.

Patricia Delgado, cardióloga, también ha recibido casos de vigoréxicos. “Hay adolescentes de 15 y jóvenes de 20 con presión arterial alterada por el trastorno”.

Ella asegura que el corazón es otro órgano perjudicado por las ingesta de estos productos. El uso de fármacos con proteínas de alto peso molecular  (mayor carga de aminoácidos que las esenciales) causa hipertensión en forma precoz.

La especialista agrega que, cuando el consumo no ha sido prolongado, el daño es reversible mediante un tratamiento farmacológico. En cambio, si ha sido por mucho tiempo no se puede hacer nada.

En Ecuador se puede adquirir dichos productos, de forma libre, en las tiendas y centros comerciales.

Valentina, quien prefiere no revelar su apellido por temor al rechazo de sus amigos, empezó a consumirlos hace cuatro años. Ella tiene 26 y a los tres meses de ingresar al gimnasio los compró.

Al inicio -relata- las sustancias la ayudaron a ganar resistencia física y aliviar el desgarre muscular. “Ya lo dejé porque me detectaron piedras en los dos riñones”.

Las inyecciones

Miguel Blasco, especialista español en macrobiótica, recuerda que en Europa han muerto personas por fallos renales e infartos tras el consumo excesivo de dichos productos. “La vigorexia en España es una plaga”.

Blasco manifiesta que antaño, en su país, nadie tomaba sustancias de ninguna naturaleza para ganar musculatura.  Sin embargo -precisa- entre los años 2000 y 2010 hubo una especie de boom. “Había jóvenes que en 4 días, con 5 inyecciones, ya tenían abundante y grande musculatura. “Pero desconocían que les afectaba el cerebro”.
Los que se inyectan -indica- no están habituados a ejercitarse. “El músculo pierde tamaño rápidamente cuando la dejan”.  

Entonces se origina la frustración  y se inyectan, incluso, más dosis o no hay resultados a la vista a pesar de la actividad física. (I)

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