El arte de captar con fotos los gestos de los recién nacidos

Sobre un puff de colores vistosos —sofá pequeño— el recién nacido se inquieta, bosteza y, por instantes, llora. Su llanto no es como el de otros bebés. El de Salvador, de apenas 12 días de vida, no es estridente sino discreto, pausado. Está hambriento. La última vez que lactó fue hace tres horas y enseguida lo acomodaron en su canasta para traerlo a su primera sesión de fotos.

Por primera vez desde que nació, su madre no es la que lo arrulla, la que lo mece. Ahora está en manos de una desconocida: una fotógrafa que lo observa, con detenimiento.

Kay García consigue adormecerlo, lo acaricia, de punta a punta, como si se tratara de su hijo. No lo engendró, pero parece su madre. Así de comprometida está Kay, una fotógrafa nacida en México, con los bebés que llegan a su estudio para ser retratados.

Su trabajo no es fácil: aprendió a manipularlos para que adquieran diferentes posturas; las necesarias para ser retratados. Kay García vive en Quito desde que tiene memoria.

Aprendió fotografía en Madrid, España, y con el tiempo, decidió enfocarse en la fotografía de bebés. Su estudio es un lugar espacioso, donde lo primero que se destacan son estantes repletos de mantas, gorros de lana, chalinas, faldas tutús, cintas de pelo con flores, lazos y plumas. Todos los accesorios tornan más vistosas a las fotografías de los recién nacidos. Más de 800 bebés han pasado por su estudio, incluido Salvador. Antes de tomar las gráficas en su estudio, Kay los tranquiliza, los adormece.

“Mira este bebé está tenso. Fíjese en los deditos, en su postura”, dice Kay mientras lo estira con cuidado. Por la rapidez con la que se desaparecen los rasgos del recién nacido, la sesión se realiza antes de los 14 día de vida. Es el tiempo ideal para que los bebés puedan ser retratados. Cuando están en esta edad, ellos son más flexibles y se dejan cargar con mayor facilidad que los niños y niñas de mayores. (I)