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En 1993 la asamblea general de las naciones unidas instauró el 22 de marzo como el día mundial de este recurso

El agua del Antisana tiene sus protectores

En la Reserva Ecológica Antisana trabajan 10 guardapáramos. Ellos cuidan el agua que se produce en esa zona.
En la Reserva Ecológica Antisana trabajan 10 guardapáramos. Ellos cuidan el agua que se produce en esa zona.
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El ritual se repite desde hace más de 15 años. Antes de ingresar al ecosistema que se encarga de preservar el agua dulce del planeta, Manuel Simba cierra sus ojos y se dirige a él, le pide permiso para caminar por sus senderos y le reza para que al ascender la neblina no cubra su camino ni la lluvia no le dificulte el paso. Simba es uno de los 10 guardapáramos que trabaja en la Reserva Ecológica Antisana, localizada a 3.100 msnm, en el suroriente de Quito (entre Napo y Pichincha).

Mientras el sol contrarresta un poco el frío del páramo, Simba descansa sobre una piedra en las afueras de la casa hacienda (su hogar durante los 7 días que dura su turno), mira la imponencia del volcán Antisana y recuerda que cuando era niño la distancia entre la cubierta de hielo y el predio era mínima. Ahora el glaciar se ubica a 8 kilómetros de las puertas de la hacienda.

Bolívar Cáceres, responsable del Programa Glaciares del Ecuador, que ejecuta el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi), explica que desde 1956 hasta 2011 alrededor del 30% de la cubierta glaciar del Antisana desapareció, lo que implicó una pérdida en promedio anual de 610 milímetros equivalentes de agua.

A la mente de Simba llegan más memorias. Su padre heredó un pequeño páramo y ahí él aprendió que el agua que llega hasta los grifos de las viviendas de su poblado (Píntag) vive un largo proceso que debe ser cuidado y valorado. “Mi papá no dejaba que nadie ensuciase el agua. Nosotros nos abastecíamos de la vertiente más cerca y abajo el agua servía para consumo de los animales”.

Como guardapáramos Simba y su compañero Pedro Ordóñez, de 59 años, vigilan que la pesca en la laguna de la Mica, donde se capta el agua para el sur de Quito, sea controlada (tiene horarios específicos y los visitantes pueden capturar hasta 4 truchas grandes o 6 medianas). También combaten la cacería de venados, conejos, osos y cóndores, especies propias de ese ecosistema.

Ordóñez concibe al páramo como un todo. Si este es saludable albergará mayor cantidad de vida silvestre y la presencia de animales y plantas es el mayor indicador de la calidad del agua de una zona.

Nancy Puente, coordinadora del proyecto de Educomunicación del Fondo para la Protección del Agua (Fonag), indica que estas personas son el nexo entre la comunidad y las entidades ejecutoras de proyectos. Además del Antisana hay guardapáramos en el sector del Cotopaxi, Oyacahi, Paluguillo y el Puntas, ubicado en la Reserva Cayambe Coca.  Estas personas están capacitadas para brindar primeros auxilios, ayuda veterinaria, medir los caudales del agua, entre otras actividades.

En Ecuador hay 1’500.000 hectáreas de páramo. De estas, un 35% pertenece a áreas protegidas. Unas pocas están muy alejadas de las zonas pobladas y la gran mayoría se encuentra amenazada por el pastoreo, el cambio climático, las quemas y la ampliación de la frontera agrícola.

En cuestión de minutos la niebla y las nubes cubren el cielo; ya no es posible admirar la cumbre del Antisana. Una ligera llovizna cae y el viento sopla con fuerza.

Ordóñez y Simba están acostumbrados al clima. Basta con cubrir parte de su rostro con una bufanda negra para continuar con el trabajo.  La jornada laboral inicia a las 06:00.  A esa hora -un grupo-  realiza el primer patrullaje. Lo hacen a caballo o en moto, dependiendo del clima. Mientras tanto, quienes se quedan en la casa hacienda preparan el desayuno.

Además del proyecto guardapáramos, el cual se implementó en 2008, el Fonag también ejecuta la iniciativa ‘Guardianes del agua’ dirigida a estudiantes de primaria y secundaria. Con los alumnos se realizan visitas de campo denominadas Yacuñán (camino del agua). En ese trayecto los chicos observan el proceso que vive el agua para llegar hasta sus casas.

Datos de Cepal indican que cada ecuatoriano dispone aproximadamente de 21.000 metros cúbicos de líquido vital al año. Además el acceso al agua potable es del 92%, con una marcada diferencia entre la zona urbana, 97%, y la zona rural 82%.

En 2015, la Empresa Pública de Agua Potable y Saneamiento (Epmaps) reveló que el consumo de agua potable en Quito es alto y no logra bajar los 200  litros diarios por habitante y que en verano asciende a 220 litros per cápita. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) recomienda que el uso óptimo del agua por habitante debe ser de 100 litros diarios, cantidad que permite cubrir sus necesidades de consumo e higiene.

Ordóñez reconoce que el despilfarro de agua es un problema en las grandes urbes, y que la mejor forma de contrarrestar el problema es con educación. “Si todas las personas conocieran cómo y dónde nace el agua la valorarían más”, dice mientras frota sus manos entre sí para producir un poco de calor corporal.

Después de un merecido descanso, Simba y Ordóñez vuelven al patrullaje por la reserva. Saben que hoy se celebra el Día Mundial del Agua; para ellos el sacrificio de permanecer lejos de sus familias por periodos largos vale la pena: Quito tiene agua. (I)

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