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En esta temporada llegan a los hospitales hasta 300 pacientes por día

El 17% de la población en el mundo celebra la Nochebuena, algunos en sus trabajos (Videos)

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24 de diciembre de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo

Maggie Alvarado Sánchez

“NO ESTAMOS TRISTES PORQUE NOS TOCA TRABAJAR”

Solo en el área de emergencias del hospital Abel Gilbert Pontón, de Guayaquil, hay 36 licenciados y 57 auxiliares en enfermería. En Ecuador la contratación de enfermeros pasó de 6.088 en 2011 a 8.849 profesionales en 2014. Todos tienen claro que la vida de las personas es una prioridad. “No estamos tristes porque nos toca trabajar, siempre ponemos la mejor cara, estamos con la mejor predisposición para el usuario”, dice Maggie Alvarado Sánchez, una de las enfermeras de este centro hospitalario.

Ella, al igual que sus compañeros, debe trabajar los 365 días del año. Para ellos nos hay días festivos o feriados, mucho menos si es Navidad o fin de año. Maggie conoce muy bien de este oficio, porque fue hace 10 años que empezó a trabajar en las casas de salud, tras haber obtenido su título de licenciada en Enfermería.

Actualmente Maggie labora en el Abel Gilbert Pontón, como líder de enfermería en el área de emergencias. Allí se manejan 2 turnos de 12 horas cada uno. El primero inicia a las 07:00 y culmina a las 19:00; el segundo empieza a las 19:00 y termina a las 07:00.

Su profesión ha hecho que en los últimos años labore un día como hoy, el 24 de diciembre e incluso el 31 del mismo mes. “En ese momento las enfermeras se olvidan de las familias porque se entregan a los pacientes, saben que su labor es auxiliar a todos los usuarios de Guayaquil y del Ecuador entero”.

En temporada navideña y de fin de año, el número de pacientes puede llegar hasta 400 diarios. La mayoría llega al área de triage, en donde se clasifica a las personas que luego son derivadas a las diferentes salas.

La enfermedad revela que los cuadros más comunes son los de personas en estado depresivo o que intentaron suicidarse. También hay quienes ingresan por heridas y deben ir a cirugía menor y otros con problemas de lesiones a nivel de extremidades inferiores como esguinces y fracturas.

Debido al constante ingreso de enfermos, tener un receso a la medianoche de un 24 de diciembre o compartir un chocolate caliente entre los colegas, está descartado. “Los familiares nos llaman vía telefónica para desearnos un feliz año o feliz Navidad, porque no se puede hacer más. Nos dicen que pasemos un feliz año y que el próximo sea mucho mejor”, comenta.

Desde que eligió su profesión, la guayaquileña supo que implicaba entrega total. “Me gustó la enfermería porque es una profesión dedicada al paciente, somos los ángeles de ellos, esa lamparita que siempre está dándole fortaleza porque en nosotros depositan por completo su confianza”.

Ese compromiso con el prójimo ha contado con la comprensión de su familia, especialmente de su esposo y sus 2 hijos de 10 y 8 años. “Ellos saben, desde que tienen uso de razón, que la mamá cogió una carrera en que si pasa algo está dispuesta a ayudar a los demás”.

Cuando llega la Noche Buena, Maggie cuenta que su esposo suele encargarse de preparar la cena, mientras ella continúa al cuidado de sus pacientes.

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Foto: Carina Acosta/El Telégrafo

Rubén Darío Franco

“EL OTRO AÑO QUIZÁ PODRÉ IR A MI TIERRA Y ESTAR EN FAMILIA”

Rubén Darío Franco es algo tímido. De hecho aún no mira a los ojos al resto de sus compañeros cuando los saluda. Quizá sea porque tan solo cumple 22 días trabajando como guardia de seguridad de Custo Security en una empresa de comunicación y aún no ha hecho suficientes ‘migas’ con sus pares.

Por eso tampoco tiene en mente si la noche del 24 de diciembre se organizará una pequeña cena en el sitio de trabajo. “Ya les voy a preguntar a ver si tienen algo planificado el resto de muchachos y si yo puedo participar también”, dice.

Este será el segundo año consecutivo que Rubén no cenará con su familia en Navidad. El año pasado también se desempeñó como guardia de seguridad en la ciudad de Bahía de Caráquez, en Manabí, donde nació.

El joven de 21 años trabaja 3 días a la semana durante el día, 3 en la noche y tiene un día libre al mes. “Los horarios son duros, especialmente cuando le toca a uno trabajar en feriado, ahí no lo dejan salir. La noche también es dura y depende del sitio donde se trabaje, porque puede ser peligroso. Bueno pero solo es hasta que uno se acostumbre”, cuenta.

La noticia de que trabajará en Nochebuena lo tomó por sorpresa porque su idea inicial era viajar para reunirse con sus 2 hermanas, su sobrina, sus padres y familiares.

Le sorprendió conocer que no solo tendrá que estar tras su escritorio y de pie en esta fecha, sino el 31 de diciembre, fin de año. “Son cosas de trabajo, toca aceptarlas y trabajar. En estas fechas se reúnen todos, solo faltaría yo. El otro año quizá podré ir a mi tierra y estar en familia”, asegura el joven, quien vive ahora con una tía en la capital.

Rubén cree que su trabajo es de servicio a los demás, pues todos los días del año debe estar pendiente de la seguridad de las personas, especialmente en momentos en que requieran de su ayuda, que incluso podrían ser situaciones de peligro.

Rubén trabajaba antes en un condominio, también como guardia de seguridad. En esa ocasión le tocó en Navidad y recuerda que junto a 5 compañeros de labores organizaron una pequeña cena. “Fue el supervisor, después de la cena, él se fue a casa y nosotros seguimos trabajando”, cuenta el joven quien forma parte de los 52.300 guardias de seguridad privada en Ecuador.

Rubén acepta que no es tan religioso, aunque fue bautizado como católico. Al viajar con la memoria hacia su infancia, siente nostalgia de cuando era niño, pues disfrutaba mucho de la Navidad y las reuniones familiares.

“Ahora siento que es como un día normal, no como antes, cada cual ni bien termina de cenar se va a la casa. Desde que perdí a varios de mis seres queridos en fechas como esta ya empecé a cuestionarme la Navidad. Antes, como le digo, era una fecha para hacer las paces con la gente, ahora solo se tiene que dar regalos, es muy comercial”, dice.

Para el manabita, los regalos pueden esperar, y lo más importante del turno de trabajo es que ahorrará dinero. Al mes envía a casa entre $ 80 y $ 100. Su padre trabaja en un barco y su madre es ama de casa.

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