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El Telégrafo
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La dualidad, principio inherente en la cosmovisión de los pueblos andinos

Narcisa Quinde y Atik Camas trabajan en la chacra (pequeña parcela de sembrío de papas). Mientras que la mujer saca las papas, el hombre mueve la tierra para facilitar el trabajo de la cosecha.
Narcisa Quinde y Atik Camas trabajan en la chacra (pequeña parcela de sembrío de papas). Mientras que la mujer saca las papas, el hombre mueve la tierra para facilitar el trabajo de la cosecha.
Fotos: Miguel Arévalo / EL Telégrafo
16 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

En la vida cotidiana está presente la dualidad. A veces no hay conciencia de este principio ancestral, pero es perceptible en todo momento.

Un ejemplo es el día y la noche o la Luna y el Sol. Para los quichua-cañaris está presente en las actitudes, en la forma de relacionarse con la pareja, con los hijos y consigo mismos.

Tener siempre presente este fundamento y practicarlo garantiza “el equilibrio”, asegura el quichua-cañari Pedro Solano, quien además es un estudioso de la cosmovisión andina.

Por su experiencia, repite que la oscuridad es tan necesaria como la luz, pues en la noche se descansa para trabajar durante el día y, además, se recibe la energía del sol.

“Sin descanso no es posible tener energías para trabajar”, explica Solano, al tiempo que relaciona también la dualidad en el hogar.

En su cultura, a la hora de la siembra, tanto el hombre como la mujer tienen un papel protagónico e indispensable. El hombre ara la tierra, prepara los canales de riego, usa el pico y la pala, para que luego la mujer introduzca la semilla.

“Ella siembra porque es una relación de mujer a mujer”, recalca Solano. Esto porque, según su cosmovisión, la mujer, que es la dadora de vida, le entrega a la Pachamama una semilla y le pide que reproduzca los frutos para alimentar a su familia.

La relación entre la mujer y la tierra es de “mujer a mujer” porque quien siembra es tan fértil como la Pachamama.

Para el investigador Javier Lajo, la dualidad habla de un par fundamental como masculino-femenino, para él es la expresión de la paridad cósmica.

Entonces es posible evidenciar que las dos partes funcionan como un principio generador y esto significa oponerse a la tradición occidental que sostiene que “en el principio solo existía uno”.

La dualidad también se evidencia en las culturas más antiguas, como la Valdivia, en cuyos vestigios cerámicos se encargaron de plasmar el principio dual en el que siempre hay dos como un todo.

La investigadora saragura Sisa Pacari agrega que en su pueblo el principio dual también está presente en la lengua y a nivel geográfico para determinar que todo es “en pareja”.

Solano asegura que, en cuanto a la crianza de los hijos, el hombre le enseña todo lo que sabe a su hijo varón mientras que la mujer lo hace con la niña. “Pero esto no quiere decir que el hombre no le enseñe a su hija o la madre a su hijo. Hay momentos en los que sí se hace”, señala.

Experiencias
Los seres humanos también tienen un lado femenino y otro masculino, esto es un reflejo de la dualidad interna. Pero aún así, en las relaciones, los quichua-cañaris se visten de acuerdo con el gusto de su pareja.  Es decir, la mujer elige el atuendo de su esposo y el hombre el de su esposa. Es así como se evidencia también la dualidad.

Otro punto es que, a la hora de formar un nuevo hogar, tanto la familia del hombre como de la mujer trabajan en conjunto para lograr que construyan una vivienda, que trabajen y se consoliden.

En el pensamiento andino, la dualidad es entonces un principio que se aplica en la vida cotidiana, incluso sin percatarse. (F)

En las piezas arqueológicas también se evidencia este principio cuando tallan el Sol, la Luna o cuando colocan el lado femenino y el masculino.

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