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Hay diversas historias sobre la entrega de obsequios en nochebuena, las primeras apuntan a los fenicios

Dos familias celebran la Navidad en medio de adversidades y felicidad (Video)

Dos familias celebran la Navidad  en medio de adversidades y felicidad (Video)
25 de diciembre de 2014 - 00:00 - Redacción Sociedad

Foto: Miguel Castro, Álvaro Pérez/ El Telégrafo

Víctor Bohórquez lleva 4 años dedicado a reciclar

“NO IMPORTA SI NO HAY COMIDA PARA PASAR LA NAVIDAD”

Sus manos son callosas y la piel algo curtida por el sol. Son las marcas que el oficio de chambero le ha dejado a Víctor Bohórquez, luego de 4 años. Al llegar el mediodía empieza su jornada en la Prosperina en Guayaquil, aunque sea Navidad. Allí permanece a la espera de las camionetas, camiones de carga que llegan a botar al contenedor de basura. Víctor se sube a uno de estos y empieza a seleccionar lo que puede reciclar. Cartones, botes de pintura y plásticos de todo tipo forman parte de su colecta del día.

Todo ese trajín no lo hace solo, lo acompañan su esposa, una de sus hijas y 2 de sus nietos, quienes observan y juegan con algunos de los juguetes que suelen encontrar.

A Víctor no le importa que haga sol o calor, tampoco si hay fechas especiales en el año, como Nochebuena o Navidad. El 24 de diciembre salió con su familia para realizar su trabajo diario. “Aquí nosotros nos quedamos hasta las 9 de la noche, hay horas que son muertas, no hay movimiento y eso hace que nos aguantemos más tiempo”.

Navidad le trae buenos recuerdos a Víctor, pues en alguna ocasión un camión les dejó sacos de fierro y hubo una ganancia de $ 68. “Nos vino como un regalo de Papá Noel, aunque no creo en él. Hemos tenido suerte, el año pasado nos regalaron una canasta navideña porque no es mucho lo que se gana. Este año nos volvieron a dar un tique para reclamarla”, dice ilusionado.  

Como él, otras 20.000 personas en el país se dedican a reciclar objetos y tal cual Víctor salieron a trabajar en Navidad, a recoger los empaques de los regalos, un material que para ellos no es basura, sino un ingreso.   

La hija de Víctor, María, cuenta que con el tiempo ha aprendido que lo importante es pasar juntos. “No importa si no hay comida para pasar la Navidad, sino el momento. Mi papi nos ha enseñado que todo esfuerzo tarde o temprano traerá su recompensa”.

Cuando Víctor quedó desempleado encontró un trabajo como ayudante de un reparador de alcantarillas, “pero la paga era mala. Veía cómo los recicladores se ganaban diariamente su dinero y probé”.

A punta de cadenas de dinero se compró su triciclo con el que transporta lo recolectado hasta un centro de acopio. Allí, dice, le pagan 18 centavos por el kilo de cartón y 13 centavos por el de plástico. “No nos dan mucho, pero con eso he mantenido a mi familia”.

En la Navidad de Víctor no hay obsequios costosos ni ropa de marca, lo que prevalece es algo más importante, estar unidos y compartir en familia. “Hace un año mi esposa sufrió  parálisis por un infarto, opté porque me acompañe y así la puedo cuidar. Al principio me daba vergüenza andar en la basura, pero luego me acostumbré, porque mi necesidad y la de los míos era grande”.

Víctor describe su trabajo como cansado y peligroso, porque muchas veces debe buscar entre la basura sin guantes ni ninguna otra protección. “Hay compañeros que tienen sus manos cortadas yo trato de tener algo de cuidado”. En el caso de este guayaquileño, el 25 de diciembre es una fecha para trabajar, juntar un poco más de dinero que lo habitual y luego compartir en familia.

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Foto: Karly Torres/ El Telégrafo

Ángela Mero sufre de diabetes hace 20 años

“TENÍA PUESTO EL NACIMIENTO, PERO LA VIDA TE SORPRENDE”

Hace 5 años a Ángela Mero, de 48 años, le amputaron 2 dedos del pie izquierdo, luego de que le diagnosticaran diabetes. Por estos días una recaída por problemas en el riñón la llevó a que sea ingresada por emergencia en el Hospital Abel Gilbert de Guayaquil. Se desconoce cuándo le darán de alta. A pesar de todo, Ángela no pierde las ganas de sonreír. Tampoco se queja por las pastillas que debe tomar.

En una de las habitaciones del tercer piso  de la institución, y mientras comparte con otros 6 pacientes, espera que su hijo menor entre a visitarla. “Me sentía rara cuando me ingresaron, era la primera vez que me hospitalizaban en lo que tengo de mi vida, y cuando estaba en la camilla no veía a mi familia y eso me deprimía. Antes decía que me fastidiaba verlos cuando estaban en la casa, pero ahora los extraño. Me doy cuenta que una familia unida es un gran pilar”.

Lo dice, porque este año pasó su primera Navidad fuera de casa y dentro de un hospital. Recuerda que cuando tenía 10 años tuvo que entender que su papá no estaría para esa fecha, porque estaba hospitalizado también por diabetes. Luego de unos años él falleció.

Aldo, su hijo, la interrumpe al decirle que no será igual. “Mis hermanos y mi papá vendremos ese día a verla y estaremos con ella, para nada la dejaremos sola, menos en estos momentos. Nuestra familia siempre ha estado en los buenos y malos momentos”.

Cuenta que la noche que la internaron ella no podía mover las piernas y el brazo del dolor que sentía en su vientre por la retención de líquidos. En Ecuador se estima que 800.000 personas tienen diabetes, el 50% sufre de amputaciones como Ángela y debe visitar continuamente un hospital. “Nos asustamos mucho porque ella últimamente se ha enfermado seguido y no queremos que nada le pase. Sabemos que es una mujer muy fuerte pero queremos que ella tome sus decisiones sin exponerse”.

Aunque Angela por su estado debe cumplir con una dieta blanda, ya ha pensado en que le traigan algo de pan de pascua.  “No estaré en mi casa, pero estaré con mi familia que es lo que me importa. El año pasado la pasé con mis 3 hijos y mis 7 nietos. Todo es muy tranquilo, cenamos y de ahí cada quien se va a dormir. Este año ya tenía puesto mi arbolito y el nacimiento. Pero a veces la vida te sorprende”, dice.

Angela asegura que la tranquilidad que tiene se debe a la experiencia adquirida con su padre. “Sé lo dura que es esta enfermedad, mi padre cayó muchas veces en cama y mi madre es la que tenía que cuidarlo. Había días en que empeoraba más que en otro pero siempre estuvimos juntos”.

Para esta mujer nacida en Manta, quien hoy vive en el Guasmo Sur,  uno de sus deseos en el próximo año es que su salud mejore y continuar con su familia unida. “Tuvimos que vender la tienda porque la medicina era muy costosa y no nos alcanzaba, pero aún así nos hemos ajustado”. Aún con las limitaciones económicas Angela mantiene la esperanza de recuperarse y volver a un trabajo que le permita saldar el tratamiento médico.

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