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Los líderes de la comunidad Tsáchila mantienen viva la mágica oralidad

Los tsáchilas son de Santo Domingo,  zona centro del país. Se trata de un pueblo ancestral rico en tradición oral, religiosidad. También hablan su propia lengua.
Los tsáchilas son de Santo Domingo, zona centro del país. Se trata de un pueblo ancestral rico en tradición oral, religiosidad. También hablan su propia lengua.
Foto: cortesía Casa de la Cultura
22 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

Los tsáchilas conservan el tsafeki y es en su idioma que mantienen vivas sus propias historias. Pertenecen a Santo Domingo, que está en la región Costa, al norte del país.

Les llaman los colorados porque usan achiote para teñir su cabello de rojo y su vestimenta no se parece a la de otras culturas de la Costa o la Sierra.

Lucen atuendos de rayas con colores múltiples y se caracterizan por ser amables, simpáticos y conversadores. Para los investigadores Franklin Barriga López y José Juncosa, las historias tsáchilas son únicas, pero sobre todo están ligadas a la magia y la espiritualidad.

En 1903, el francés Paul Rivet escribió un libro titulado Los indios colorados. Estuvo en el país desde 1901 a 1903 y evidenció la importancia que tienen los demonios y espíritus llamados ‘Jukang’ para los miembros de esta cultura.

Tienen la convicción de que estos Jukang vagan por sus comunidades, pero son los espíritus de gente que conocieron en vida.

“Han fallecido, pero sus espíritus no encontraron su camino y quedan en este plano haciendo maldades”, comenta el investigador Rivet. Este conocimiento se ha transmitido de manera oral y es parte de las creencias de los tsáchilas.

El sol y las tinieblas

A continuación compartimos 2 de las historias más populares que recoge el libro de  José Juncosa titulado Etnología ecuatoriana, Colorados y que a continuación se resumen  para los lectores.

‘El colorado que se convirtió en sol (Yo Imin Tsachi)’:

Se hicieron las tinieblas porque el tigre de la oscuridad se había comido al sol. Nada se podía realizar en la sombra. Las antorchas se prendían solo a los buenos, a los educados.

Mientras tanto el tigre de la oscuridad venía a comerse ratones. Por eso subsistían con dolor. Los chamanes reunidos en el sol eligieron a un hijo de madre soltera para tal fin.

Le adornaron con elegancia, con pulseras de plata y coronas de algodón.

Cuando se hallaban en lo mejor de la ceremonia, entre ayahuasca y cantos, el elegido comenzó a llorar lágrimas de luz a la vez que decía: “Cuando ustedes se hayan convertido en polvo, yo seguiré igual”.

Se montó a una mula de plata, se fue por un camino de plata y ascendió hasta perderse de vista. Ahí amaneció y luego vino demasiado calor porque el sol tenía dos ojos.

Los chamanes le hicieron perder uno para poder vivir. El sol ha puesto 12 trampas para atrapar perdices. En la decimosegunda se halla la oscuridad que amenaza correrse nuevamente hacia el sol.

El maleficio:

Por no haber un padre concedido la mano de su hija a los vástagos de un chamán, la familia fue víctima de maleficios. Los hijos de la chica nacieron parecidos a las ranas y en forma numerosa.

Ante la proliferación de la familia, se construyó una casa grande, con la madera del árbol moral y la cubierta fue elaborada con hojas de papagango.

El chamán, viendo que la familia vivía feliz, se enojó nuevamente y envió un rayo que destruyó la vivienda, aniquilando a los habitantes. 

Lo que se conoce del pueblo

El término ‘Tsáchila’ significa “verdadera gente” y actualmente están organizados en 8 comunidades, según detalla otro investigador, Franklin Barriga.

Se trata de las comunas Chiguilpe, Otongo Mapali, Peripa, Poste, El Búa, El Congoma y Naranjos.

Además de su pintura y forma de vestir, los colorados también se caracterizan por hablar en su propio idioma el tsafeki y por tener fe en sus chamanes, a quienes ellos llaman “ponéso”.

 Su mirada hacia el futuro

Para los tsáchilas sus ponésos tienen el poder de curación y de ver el futuro, creen en los sueños, pero también tienen total convicción de que existen los espíritus.

Otro de los detalles que más llaman la atención de los tsáchilas es su cabello, que es muy original.

La investigación de José Juncosa asegura que los tsáchilas hacen un ritual para preparar la pintura con la que lo tiñen. Mezclan leche de sandí y achiote hasta que logran hacer una pasta que posteriormente se untan en el cabello.

Las jóvenes, en cambio, se adornan el cabello con vinchas o peinetas y también con cintas de diferentes colores. Siempre lo llevan largo y suelto.

En cuanto a la cosmovisión creen en diferentes dioses. En el cosmos y en los espíritus terrenales se hace un todo que caracteriza su propia religiosidad.

Las comunidades de los miembros de este pueblo están construidas a los alrededores de Santo Domingo y hay algunas que aceptan turistas para que se pueda conocer esta cultura ancestral que aún está viva. En la medicina son los chamanes quienes hacen la sanación y utilizan ayahuasca por más conocimiento. 

Los adultos mayores de la etnia Tsáchila añoran sus años de gloria, cuando la práctica de sus tradiciones ancestrales les permitía mantener patente su cotidianidad en las comunas. (F)

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