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Cómo es vivir en contaminación extrema

Cómo es vivir en contaminación extrema
17 de diciembre de 2013 - 00:00

Un día de cielo azul y nubes blancas es motivo suficiente para sonreír al levantarse. Sí, suena romántico, pero en una ciudad gris como Beijing, eso se valora. Soy asmático, alérgico al polvo y de pequeño tuve sinusitis, así que mi nariz es un radar natural que me indica cada mañana cuál es el índice de contaminación. Quienes vivimos acá no podemos creer 100% en el índice oficial que mide la contaminación, ni tampoco en su contraparte, que es el índice de la Embajada de Estados Unidos porque minimizan o exageran el problema.

En lo personal, hago un promedio de ambos y eso modifica mi rutina. La mascarilla de protección se ha convertido en un órgano más de mi cuerpo. Si es un día de altísima contaminación prefiero no salir, pero es una pena porque Beijing es una ciudad con una gran oferta cultural y gente de todos lados, así que quedarse en casa significa perderse todo eso. He sido testigo de cómo la actitud hacia este tema ha ido cambiando. Durante años se habló poco de este asunto en los medios oficiales, pero desde 2012 la situación ha sido tan evidente que hasta la agencia estatal Xinhua ha alertado a los ciudadanos del peligro que significan las partículas PM 2.5 que están en el aire. Estas son las más peligrosas para la salud porque son tan pequeñas que pueden llegar a las paredes de los pulmones. Dichas partículas se producen por la descomposición de metales pesados como el azufre o plomo emitidos por las fábricas.  ¿Qué dicen los chinos al respecto? La mayoría se queja, pero en voz baja. Suelen decir “meibanfa” que significa algo así como “no hay modo”, “no hay otra opción”.

Es una frase que expresa cierta resignación por las circunstancias que no se pueden cambiar.

Pero también hay otros que justifican la polución diciendo que su país vive actualmente una revolución industrial y que este es un periodo necesario para alcanzar el desarrollo. No olvidemos que China, a pesar de ser la segunda economía mundial según su PIB, aún se considera un país en vías de desarrollo.

“Lo mismo vivieron San Francisco y Londres antes de que sus países se convirtieran en potencias”, me han respondido varias veces.

Lo paradójico es que los mismos chinos que contestan eso son quienes “por salud” prefieren el té en lugar de la Coca Cola, caminan después de almuerzo para ayudar a la digestión y no toman medicinas occidentales porque las consideran dañinas. En mi oficina es común que mis compañeros me critiquen por tomar té helado o Coca Cola. Sin embargo, siempre les contesto que más peligroso es respirar en Beijing.

Nota: En enero de 2013, la concentración en la capital china de partículas PM 2,5, cuyo límite es de 500 microgramos (mg) por metro cuadrado, superó la cifra de 700 mg.

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