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¿La ciencia de la felicidad?

¿La ciencia de la felicidad?
Carlos Almeida / El Telégrafo
10 de enero de 2021 - 00:20 - Fausto Segovia Baus

El tema de la felicidad es recurrente en todas las culturas y sociedades. Para unos es una meta; para otros, una filosofía o retórica. La noticia dice que en el Ecuador la gente se percibe feliz –con el tercer índice de felicidad más alto del mundo, que corresponde a un 77%-. Dos casos sobre esta cuestión.

Percepción de felicidad

Según el Diario El Tiempo de Colombia, “la asociación mundial WIN, líder en investigación de mercados y de opinión, publicó recientemente una encuesta que explora las expectativas, la visión y las creencias de 38 709 personas mayores de 18 años en 41 países. Con los resultados publicados de la encuesta, Ecuador continúan siendo uno de los pueblos que se perciben más felices. El país obtuvo el tercer índice de felicidad más alto del mundo, con un 77%, junto con Colombia. Así, según esta encuesta, Ecuador supera en un 37% el índice general a nivel mundial, el cual se ubicó en 40%”.

“Solo Kirguistán y Kazajstán superan a Colombia y Ecuador, con 85% y 78%, respectivamente. El ‘top 5’ lo completan Azerbaiyán, con 76%, y Nigeria, con 70%. Macedonia del Norte, por otro lado, es el país con el índice más bajo de felicidad, con -3%, seguido por Ghana, con 0%, y Hong Kong, con 7%. La asociación explicó que este índice de felicidad se define a través de una operación sencilla. A los consultados se les preguntó: “En términos generales, ¿en su vida usted se siente personalmente ‘muy feliz’, ‘feliz’, ‘ni feliz ni infeliz’, ‘infeliz’, ‘muy infeliz’?”, y ellos debían elegir una opción. Así, al número de personas que dijeron sentirse ‘felices’ y ‘muy felices’ se le restó el número de personas que dijeron ser ‘infelices’ y ‘muy infelices’”.

Tendencias mundiales

“Otro de los llamativos resultados está relacionado con el índice de optimismo, el cual también resulta de una operación matemática sencilla: al porcentaje de quienes consideran que el 2021 estará peor que el 2020 se le restó el porcentaje de personas que cree que estará mejor. En este punto, la asociación explica que, en términos prácticos, para la gente es más fácil ser feliz que ser optimista, y esto, agregan desde esa asociación. En el mundo se notó la misma tendencia: el 43% es optimista, mientras que el 54% se declara feliz. Nigeria es el país más optimista, con 69%. En contraste, Italia es el país más pesimista, con -43%, seguido por Hong Kong, que obtuvo -34%. Para la encuestadora, puede que el pesimismo entre los italianos esté relacionado a la dureza del coronavirus y en Hong Kong, con las dificultades con China”.

Estos datos me llevaron a investigar el tema de la felicidad ligado al optimismo, para tratar de desentrañar sus misterios. He comenzado a leer dos magníficos libros: “Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas”, de Édgar Cabanas y Eva Illouz; y, “Barack Obama: una tierra prometida”, autobiografía del expresidente, una de las obras más leídas de 2020.

La felicidad como propósito

¿Qué es la felicidad? ¿Podremos adquirirla con la lotería, el loto o el pozo millonario? ¿Qué es ser verdaderamente felices? Si bien el amor y la felicidad son inseparables, no es el uno causa automática del otro, según los expertos. Los filósofos, desde el comienzo de los tiempos, arguyeron que la felicidad era algo interior, que provenía del espíritu o producto de un estado especial que se nutre más de lo emocional que lo racional, y que integra la vida a ciertas realizaciones.

El Ecuador obtuvo el tercer índice de felicidad más alto del mundo, con un 77%, junto con Colombia. Así, según esta encuesta, Ecuador supera en un 37% el índice general a nivel mundial, el cual se ubicó en 40%.

En estos tiempos de coronavirus la gente ha hecho consciencia de la importancia del tiempo y la salud, y de otros temas antes considerados superfluos o secundarios: las tecnologías, las reuniones familiares y aprendizajes por Zoom o Meet, las lecturas, entre otros. La felicidad ha sido tomada como un bien inmaterial, lejano y a veces desproporcionado para el común de los mortales. La mayoría ha anclado sus propósitos al dinero, a los viajes, a la salud y el amor, cuando, en realidad, los tipos de felicidad dependen de cada persona y de cada modelo de vida. Así, hay personas con cuentas corrientes “gordas”, pero infelices; o pobres, con un nivel de vida básico, pero felices. ¿En dónde está el quid?

La historia de Christofer Gardner

La película “En busca de la felicidad”, en 2006, fue un éxito de taquilla, al recaudar 307 millones en el mundo. El filme relata el caso de Christofer Gardner, un afroamericano, quien pasó en la vida real de una situación de miseria a ser un acaudalado hombre de negocios.

“El éxito internacional del libro y la película tiene relación directa con la omnipresencia de la felicidad en nuestras vidas”, según Édgar Cavanas y Eva Illouz, en el libro “Happycracia: cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas”. Según los autores mencionados la felicidad está en todas partes y en nuestro imaginario cultural. Se dice, según esta fuente, que Amazon hasta hace unos años tenía 300 libros con la palabra felicidad; hoy superan los 2000, y el mismo incremento se ha producido en los tuits y post en Instagram y Facebook.

Pero la historia de Gardner va más allá de las cifras. Gracias a esta tendencia, los científicos consideran que la felicidad ya no está relacionada con el destino, con la suerte o con la presencia o ausencia de dolor. La felicidad es un estado psicológico –dicen- que puede gestionarse mediante la voluntad, como resultado de controlar nuestra fuerza interior o como el baremo para medir el valor de nuestra biografía, nuestros éxitos y fracasos, la magnitud de nuestro desarrollo psíquico y emocional. E incluso como elemento central de lo que es y debe ser un buen ciudadano.

El mensaje de Gardner se centra en que la felicidad “depende de usted y de su responsabilidad”. Es decir, reafirma el mito no tan nuevo que la persona se hace a sí misma, y que necesita una reinvención personal que de paso a su transformación, redención y triunfo individual, que ha sido una constante en la cultura americana. ¿Una pornografía emocional?

Otra historia reciente: Barack Obama

En el primer libro de sus memorias presidenciales relata Barack Obama “la inaudita trayectoria de un joven que buscó su identidad y se convirtió en líder del mundo, en una época de grandes cambios”. Fue el primer presidente afroamericano de la historia, que midió los alcances y los límites del poder, en ocho años de gobierno.

No se trata, por tanto, de estructurar la “buena vida”, con una visión reduccionista, sino de orientar a la gente para que se sienta mejor, bajo cuatro presupuestos: epistemológicos, sociológicos, fenomenológicos y morales, dentro de una perspectiva crítica.

“Una tierra prometida” es el mensaje simbólico que resume la apuesta del “sueño americano” de millones de jóvenes que, como Obama, nacido en Hawai, con padre ausente y madre emprendedora, sufrió en carne propia el racismo, el clasismo y la discriminación. Lo demás es súper conocido: su ascenso vertiginoso en la universidad y las comunidades, gracias a “su pico de oro” y a su inteligencia idealista surgida de libros de Ralph Emerson, Robert Peen y Dostoiesky, entre otros, sin descantar a Marx, Marcuse, Foucauld y Woolf, que resumen un claro ejemplo de un “soñador” que pensó “que era capaz de rehacer el mundo”.

La ciencia de la felicidad

Los casos de Gardner y Obama confirman la hipótesis que con la decisión individual y ciertas condiciones básicas, la construcción de proyectos de vida posibles es no solo natural sino práctica. Dicho de otro modo: que la felicidad bien entendida no depende de agentes externos sino de voluntades personales, que articularon triunfos y buenos resultados, apoyados en referentes y de una ciencia que apareció en la década de los noventa: la ciencia de la felicidad.

La idea no es nueva. La psicología ofrecía, hace décadas, algunos factores claves que podrían ayudar a la gente a llevar una vida más feliz. Pero en pocos años surgió la psicología positiva, gracias a la cual la felicidad dejó de ser un concepto nebuloso, utópico e inaccesible para convertirse, progresivamente, en una meta universal con teorías, objeto de estudio y métodos científicos. El término “Happycracia” es un serio invento de Édgar Cabanas y Eva Illouz, que intenta documentar nuevos estilos la gestión ciudadana y sus emprendimientos.

No se trata, por tanto, de estructurar la “buena vida”, con una visión reduccionista, sino de orientar a la gente para que se sienta mejor, bajo cuatro presupuestos: epistemológicos, sociológicos, fenomenológicos y morales, dentro de una perspectiva crítica.

El optimismo que reflejan los resultados de las investigaciones recientes de la asociación mundial WIN, líder en investigación de mercados y de opinión, en relación con el Ecuador, es apenas un punto de vista que hace pensar en la importancia de este fenómeno y en la necesidad de estudiar nuevos parámetros que conciernan no solo a los políticos y economistas, sino a la gente del Estado llano. (O)


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