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El gestor cultural de las tradiciones afro

En compañía de otros músicos, Carlos Valencia Lastra (centro) canta ritmos tradicionales de su pueblo que son grabados por la Universidad de las Artes para su difusión cultural.
En compañía de otros músicos, Carlos Valencia Lastra (centro) canta ritmos tradicionales de su pueblo que son grabados por la Universidad de las Artes para su difusión cultural.
Foto: William Orellana / El Telégrafo
27 de mayo de 2018 - 00:00 - Marcia Andrade

Los cantos, la danza y los instrumentos musicales afrodescendientes sedujeron con su ritmo a Carlos Valencia Lastra (33 años) desde que tuvo uso de razón y mientras crecía en el sector La Barraca, del barrio Cisne 2, donde residía una gran población procedente de la provincia de Esmeraldas.

En ese barrio del sur de Guayaquil, el pequeño niño, oriundo del cantón esmeraldeño de San Lorenzo, observaba a familiares, amigos y vecinos tocar la marimba, el bombo y el cununo cuando celebraban las fiestas de San Antonio, San Martín de Porres y otras clásicas de la cultura afroecuatoriana.

Con 11 años empezó a enamorarse de las tradiciones de su pueblo. Aprendió a tocar la marimba con los músicos que llegaban de la provincia verde al Centro Cultural Afroecuatoriano. Pero se quedó prendado del guasá, una especie de cajita de madera cilíndrica con semillas secas en su interior que suenan al sacudirla.

Los bailes típicos con los coloridos atuendos y los cantos tampoco le fueron ajenos. Cuatro años después se convirtió en un gestor cultural de las tradiciones afrodescendientes que en su trayecto integró y conformó grupos musicales que difundían las costumbres de su pueblo.

En 18 años de labores, difundiendo las costumbres ancestrales de su pueblo, Carlos también ha paseado ese arte, invitado por escenarios de países como Italia, Haití y Panamá.

Desde los últimos 8 años, como educador de calle en el Centro Comunitario Juanito Bosco, de la fundación Proyecto Salesiano Guayaquil, Carlos siembra el amor por ese folclor en los niños que habitan en el corazón de Nigeria, sector donde predomina la población afroecuatoriana, situado en la Isla Trinitaria, en el sur de la urbe.

Su testimonio llega también desde hace 2 años a los alumnos de la Universidad de las Artes, por un convenio de colaboración que mantienen ambas instituciones para la difusión de su cultura.

“Grabamos ritmos tradicionales para elaborar productos de fácil alcance para la comunidad, a fin de que niños y adolescentes puedan aprender de manera práctica el valor de nuestra cultura. La idea es que estos trabajos lleguen a las unidades educativas y se pueda enseñar la verdadera historia de los afro, contada por nosotros”.

Sin embargo, la mayor satisfacción de su labor se visibiliza en el Centro Juanito Bosco que atiende a cerca de 450 chicos. Allí, Carlos trabaja directamente con 60 de ellos, de 7 a 17 años, sobre su cultura ancestral. “Nadie ama lo que no conoce y nosotros, que hemos incursionado en este trabajo con la comunidad afrodescendiente, podemos decir lo que tenemos”.

Segregación
Lamenta que a su pueblo se le haya etiquetado “situaciones negativas”, que aún sea discriminado y carezca de oportunidades, problemas que en su opinión han derivado en la negación de su raza y la falta de identidad, lo que les impide avanzar.

Él mismo sintió la marginación en su etapa escolar cuando quiso integrar el coro de la escuela y nunca lo tomaron en cuenta.

“Ahora nos toca cambiar esa historia, esa mentalidad para que la gente se enamore del pueblo negro, pero siendo auténticos, transmitiendo alegría y esperanza a nuestra etnia, con la música y la danza. A través de esto le decimos a nuestra gente que tiene que apropiarse de nuestros valores”.

Con 20 chicos del centro, Carlos ha conformado un conjunto. Las niñas danzan con sus coloridas polleras y los turbantes en la cabeza y los varones con sombreros de paja, camisas de vivos colores, pantalones blancos y descalzos.

Los jóvenes también tocan los instrumentos afro de percusión, declaman décimas y además cantan y componen ritmos. Todas esas tradiciones son llevadas a escena en diferentes eventos culturales donde son invitados. Con sus  cantos y destreza en el baile contagian al público afro y al mestizo que aprecia su arte.

Ellos se han transformado en un referente del barrio Nigeria, donde Carlos, a través de la marimba, en el centro Juanito Bosco ha rescatado a algunos de los muchachos de la violencia y ahora se integran de manera positiva a la comunidad.

El docente señala que la aceptación de sus orígenes que demuestran los chicos indica que el mensaje les está llegando de manera positiva y que se transforma en un aporte para la sociedad.

La marimba, la música, la danza, tienen de fondo un mensaje de libertad, esperanza, alegría. “Pese a la adversidad que vivimos tenemos fe en que las cosas van a cambiar y que eso llega desde nosotros”.

Sin embargo, Carlos no quiere quedarse solo en el folclor. Quiere ir más allá. “No buscamos que todos toquen la marimba y bailen”.

Esos son elementos de enganche para inducirlos hacia una formación integral relacionada con la espiritualidad, la identidad, la historia y valores culturales étnicos. “Queremos que los chicos se sientan orgullosos, elevarles la autoestima”, dice.

Es un anhelo fundamental porque de ese modo cambiarán su manera de reaccionar frente a la mentalidad de una mayoría de la población afrodescendiente que por años se ha sentido relegada. “Estamos haciendo que ellos se vuelvan esperanza. Que crean en sí mismos porque de lo contrario no podrán creer en los demás”. (I)

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