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El Cañari enseña a sus hijos a labrar en sementeras

También les enseñan a rotar el cultivo para evitar que la tierra se enferme o se dañe la cosecha. Es una vieja tradición ancestral hacerlo.
También les enseñan a rotar el cultivo para evitar que la tierra se enferme o se dañe la cosecha. Es una vieja tradición ancestral hacerlo.
Foto: cortesía diario El Tiempo
13 de julio de 2018 - 00:00 - Redacción El Tiempo

El hombre y la mujer cañari han conquistado títulos universitarios y ocupan espacios en la política, en la ciencia, en la educación, pero dentro de las comunidades ancestrales conservan la tradición de enseñarles a preparar la sementera y amar a su familia.

Los hombres, al igual que las mujeres, cumplen un rol en la sociedad.

Pedro Solano Ñusta, líder de la comunidad de Quilloac, provincia del Cañar, asegura que dentro de su cultura el hombre es el encargado de enseñarle a su hijo cierto trabajo del campo.

“Los guaguas se van con sus padres a la sementera. Han de aprender a arar la tierra con yunta, mueven a los animales de un lugar a otro para que se alimenten y abren los huecos en la tierra para dividir la siembra”. También les enseñan a rotar el cultivo para evitar que la tierra se enferme o se dañe la cosecha.

Manuel Pichisaca, de 8 años, acompaña a sus borregos. Mientras come asegura que aprendió de su padre, quien lleva su mismo nombre, a atenderlos a diario, pero eso no impide que vaya al colegio y que sepa leer y escribir.

Aunque es cuando cumplen la mayoría de edad que pueden empezar a arar la tierra, desde muy niños aprenden la técnica y cómo hacer para que los toretes les hagan caso.

Es un trabajo muy pesado, por lo que no se puede hacer cuando se es tan joven, yo empecé a los 15 años”, asegura José Morocho, quien se dedica a la siembra desde entonces.

Además de hacer estas labores en la sementera, les enseñan a construir casas, corrales para los animales, y, lo más importante, se les inculcan las tradiciones de las comunidades como colaborar en las mingas, el prestamano o el trueque.

“Pero nosotros también aprendemos de nuestras madres. Hemos sido duales y así como tenemos un lado masculino también tenemos el femenino”, agrega Solano.

Los “varoncitos” también aprenden desde pequeños a cocinar, de la mano de su madre, o a preparar remedios caseros; de ellas también aprenden a sembrar y mantener unida a su familia, detalla. “Las guaguas también han de aprender de sus padres a reaccionar cuando se tiene que defender a los hijos, la fuerza ante un momento difícil”, comenta Solano y hace referencia, nuevamente, a que todos tenemos un lado femenino y otro masculino, pese a las tareas que asumen.

Para él esa es la clave del equilibrio y, aunque el hombre cañari sea la “cabeza” de la familia, se le enseña a respetar y a escuchar la opinión de su mujer antes de tomar alguna decisión y lo mismo hace ella: debe pedirle una opinión a su marido.

“Nunca se deben tomar decisiones solos”, concluye Pedro Solano.

Las historias también se transmiten de mayores a pequeños

No importa si es niña o niño, los mayores se encargan de enseñarles a los más pequeños todo acerca del origen de sus pueblos o comunidades. Lo hacen a diario, mientras comen o cocinan, pero en Quilloac los pequeños conocen su raíces y su origen.

Una de las historias que repiten los mayores es el origen del nombre Quilloac, que proviene del quichua “quilla” que significa “luna”, y “waka”, que es “adoratorio”.

La investigadora Luz Pichisaca también se ha encargado de enseñar en la comunidad sobre la gran cantidad de vestigios arqueológicos que poseen en este territorio.

“Más antes excavaban aquí, pero eso ya está prohibido”, agrega un miembro de la comunidad.

Para Pichisaca, sus sitios arqueológicos testifican y dignifican la historia de sus pobladores y sus diferentes formas de vida en el contexto cultural, pues Quilloac es una comuna que cuenta con una gran historia ancestral.

Hasta hoy se pone de relieve el arte, la música, las costumbres, como la danza, la agricultura, el comercio y los tejidos del pueblo cañari.

Dentro de la comunidad tenemos al cerro Narrío, donde se encontraron piezas arqueológicas, de cerámica, de piedra, concha, y metales como oro y plata, además, varias piezas etnográficas, como tejidos.

Quilloac y San Rafael tienen una historia similar porque en la época de la colonia fueron una sola hacienda.

Actualmente, en las dos comunidades existen las mismas reglas y tradiciones porque la cultura es idéntica. (I)

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