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El Telégrafo
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Uno de cada 10 animales silvestres rescatados es liberado

En el zoológico de Quito, en Guayllabamba, hay un área de cuarentena con capacidad para 100 animales. Sin embargo, en la actualidad habitan 150 ejemplares de vida silvestre. Uno de ellos es un oso perezoso que fue rescatado por la Unidad de Protección del Medio Ambiente.
En el zoológico de Quito, en Guayllabamba, hay un área de cuarentena con capacidad para 100 animales. Sin embargo, en la actualidad habitan 150 ejemplares de vida silvestre. Uno de ellos es un oso perezoso que fue rescatado por la Unidad de Protección del Medio Ambiente.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
13 de enero de 2019 - 00:00 - Amanda Granda

La estadística va en aumento. Mientras en 2015, la Unidad de Protección del Medio Ambiente (UPMA) registró el rescate y la retención de 2.219 ejemplares de fauna silvestre, en 2018 fueron 3.770.

Solo en Guayaquil, desde el 1 de enero hasta el 22 de diciembre de 2018, 529 animales silvestres que salieron de su hábitat natural, por acciones humanas, recibieron atención de la UPMA. En Quito, en el mismo período, se contabilizaron 398.

¿Cuál es el destino de esa fauna después de ser rescatada? El mayor Ricardo Yáñez, jefe de la UPMA, explica que estos animales son trasladados a un centro de atención veterinaria autorizado por el Ministerio del Ambiente (MAE), para su valoración.

En la capital hay dos: el Hospital de Fauna Silvestre Tueri de la Universidad San Francisco de Quito y el Zoológico de Guayllabamba. A diario hasta el primer centro llegan entre dos y tres ejemplares, detalla la veterinaria Carolina Sáenz, coordinadora médica de ese espacio.

Como Tueri no es un centro de manejo de fauna, los animales no pueden quedarse ahí por mucho tiempo. El lapso promedio es de tres a cuatro semanas. Sin embargo, por la falta de espacio en los 17 centros de rescate y en los 37 zoológicos que funcionan en todo el país, algunos han permanecido entre tres y seis meses.

Ese fue el caso de un cachorro de ocelote (una especie de felino pequeño que habita en América del Sur). La cría nació en Tueri. Su mamá llegó al hospital después de ser atacada por una manada de perros. A través de una cesárea, la felina tuvo dos cachorros, pero por su grave estado de salud solo uno sobrevivió.

En la actualidad, la madre vive en la Reserva Yanacocha, noroccidente de Quito, y su cría en un centro de rescate, en Nueva Loja. Ambos tienen potencial para ser liberados. Por ello, como medida previa de su regreso a su hábitat están en rehabilitación. Ese proceso puede durar entre uno y dos años.   

El caso de estos felinos no es común. Sáenz no se atreve a dar una cifra de la cantidad de animales rescatados que logran volver a la naturaleza. “El porcentaje es extremadamente bajo”.

Quien sí da una cifra, aunque no exacta, es David Veintimilla, coordinador de Áreas Protegidas del MAE. “Lamentablemente, menos del 10% es liberado”.

Una de las razones que impide la reinserción es que la mayor parte de la fauna rescatada tiene alguna impronta. Es decir que desarrolló condiciones que no son propias de su comportamiento natural. Las aves son un claro ejemplo.

En una jaula del área de cuarentena del Zoológico de Guayllabamba -sitio al que llegan los animales rescatados por la UPMA, el MAE o son entregados por personas que argumentan que los encontraron- hay un grupo de loros que aprendió a decir algunas palabras.

Aunque escucharles resulta novedoso, Shady Heredia, veterinaria del lugar, indica que esa acción les condena a vivir por siempre en cautiverio. Un ave que aprendió a hablar nunca volverá a su hábitat. Ese comportamiento hace que los otros animales de su misma especie lo ataquen y no lograría sobrevivir.

En el zoológico de la capital viven cerca de 400 ejemplares de fauna silvestre. El 99,9% llegó después de ser rescatado, informa Martín Bustamante, director de ese centro.

En un espacio restringido de las 12 hectáreas del lugar se ubica el área de cuarentena, conformada por tres salas. El espacio tiene capacidad para albergar a 100 animales. Hasta el último jueves, 150 ejemplares permanecían ahí.

La problemática expuesta por la veterinaria de Tueri se repite en Guayllabamba: el traslado de esa fauna no se concreta por la falta de espacio en los 54 centros de tenencia de fauna nacionales.

Veintimilla reconoce que existe “un pequeño hacinamiento” en algunos de estos sitios. No especifica en cuántos y argumenta que el incremento de animales rescatados en 2018 se dio por las acciones de las autoridades y la mayor participación de la ciudadanía al denunciar el tráfico y la tenencia ilegal de la fauna al 1800 Delito.

Mientras la veterinaria del zoológico realiza un recorrido de rutina, por su radio de frecuencia, el guardia que custodia el ingreso le informa que hay una persona que tiene un oso hormiguero y quiere dejarlo allí.

Es Jorge Mendoza, oriundo de Daule, Guayas, y que actualmente vive en Quito. En su último viaje de regreso a la capital vio que unos niños sostenían entre sus manos al pequeño mamífero.

Relata que los menores le pidieron $ 20 por el ejemplar. Mendoza aceptó, pero al llegar a su casa el animal no comía. Solo tomaba agua. Fue entonces cuando decidió llevar a esa especie de oso al zoológico. Heredia se coloca unos guantes quirúrgicos y revisa al animal. Lo pesa. La balanza marca 155 gramos. El peso promedio de ese animal es de 275 g. Después de la revisión que incluye pruebas de sangre y radiografías, el oso pasa a la enfermería. Ahí hay otras dos especies. El primero es un margay, un tipo de tigrillo.

En la enfermería del zoológico vive un cachorro de margay. El felino fue rescatado de una casa en Nanegalito.En la enfermería del zoológico vive un cachorro de margay. El felino fue rescatado de una casa en Nanegalito. Foto: Mario Egas / El Telégrafo

Junto al felino que a diario come cuatro “pollitos” vivos está un espécimen infantil de mono ardilla. Un morador de la zona lo encontró en un árbol de su propiedad, lo atrapó y lo llevó al zoológico. Además de requerir un espacio adecuado para vivir, la fauna que llega a Guayllabamba requiere mantenimiento (salud y alimento).

Del 100% del presupuesto anual del zoológico, entre el 15 y el 20% se destina para la compra de carne y fruta. En Tueri, dependiendo del caso, los gastos sobrepasan los $ 15.000.

Eduardo Díaz, investigador de ese centro, da un ejemplo: en 2015 llegó un jaguar que requirió una cirugía medular. El costo de la operación fue de $ 12.000. A eso se suma el valor de una caja de transporte ($ 3.000) y un collar satelital ($ 5.000) para su monitoreo.

En el país los centros de tenencia de fauna silvestre son privados, por eso no reciben financiamiento estatal. Aquello a pesar de que el MAE los considera aliados estratégicos y traslada hasta esos sitios a los animales que rescata bajo su jurisdicción.

Veintimilla puntualiza que la cartera ambiental, a través de un equipo veterinario, brinda asesoría y asistencia gratuita a estos centros. Una de las medidas que ejecuta con el afán de ayudar a cubrir los gastos que implica el manejo de la fauna silvestre es el desarrollo de la campaña “Apadrina una especie”.

Para hacerle frente al hacinamiento de animales silvestres, la UPMA tiene previsto habilitar -este año- un centro de manejo de fauna en su predio ubicado en la Armenia, en el valle de Quito.

La práctica de la eutanasia también es una opción. Con esto coinciden Veintimilla y los veterinarios de Tueri y el zoológico. En el primer centro, entre el 5 y el 8% recibió esa práctica médica después de una valoración. (I)

En una sala de la UPMA permanecen animales disecados, pieles y colmillos que fueron incautados en el país.En una sala de la UPMA permanecen animales disecados, pieles y colmillos que fueron incautados en el país. Foto: Mario Egas / El Telégrafo

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