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El aforo del 50% no se cumple en la Ecovía

El aforo del 50% no se cumple en la Ecovía
El Telégrafo/ Lautaro Andrade
24 de agosto de 2021 - 15:09 - Lautaro Andrade

Si no fuera por las mascarillas, cualquier habría dado por seguro que ya no estamos en pandemia. La Ecovía estaba abarrotada de usuarios. Un centenar de personas se encontraba adentro de la unidad de transporte metropolitano para dirigirse desde la terminal de la Río Coca, en el norte de Quito, hacia cada uno de sus destinos. Yo era uno de ellos.

La Secretaría de Movilidad autorizó que el pasaje incremente desde el 1 de septiembre de 25 a 35 centavos. Proceso que aún está en análisis. Sin embargo, la duda salta a la cabeza de cualquiera. ¿Cómo es el servicio en esta nueva normalidad, donde evitar el contagio por covid-19 es casi un modo de vida?

Antes de ingresar a la estación Río Coca estaba colocado en la entrada un letrero bien grande con las normas de bioseguridad a aplicarse en el interior: Usar mascarilla, respetar el distanciamiento social, controlar la temperatura, respetar el aforo permitido; entre algunas de ellas. Pero lo único que se cumplía era el del cubrebocas.

La hora marcaba las 07:30. Cientos de personas hacían fila para subirse al transporte público. El ingreso era continuo hasta que la unidad estuviese llena por completo, tanto en asientos como de pie. No cabía un alfiler más, todos los pasajeros estaban pegados uno al lado de otro, aguardando el cierre de las puertas para partir. El aire se sentía pesado, aunque circulaba por medio de unas pequeñas ventanas rectangulares.

Una escena similar se reflejaba en el resto de articulados que forman parte del sistema de transporte de la Ecovía. De norte a sur tenían ese factor común: la aglomeración interna. La Empresa Metropolitana de Pasajeros asegura que en ese horario sale una unidad cada minuto y medio. Lo cierto es que no había ningún aviso para que los pasajeros no se suban. Quedaba en consideración de cada uno. Tampoco estaba el personal de la Secretaría de Salud para medir la temperatura. 

Aquel que no deseara colarse entre la acumulación de personas dentro de la unidad podía esperar en las afueras, hasta que llegara un nuevo vehículo y consiguieran así un asiento vacío; no el espacio vital ni el distanciamiento físico tan apetecido en esta temporada. El principal problema es que el aforo del 50% que establece el Comité de Operaciones de Emergencia (COE) Nacional en el sistema de transporte público, al igual que en los buses privados, no se cumple.

El covid-19 aún está presente en el ambiente. Que nadie controle el aforo, tome la temperatura o evite que los vehículos viajen tan llenos no exime de riesgos a la población. Los usuarios ya se acostumbraron, pues tampoco se ven trajes biodegradables, visores o doble mascarilla.

“Desde siempre ha sido así, la gente no concientiza”, dice un hombre de mediana edad, vestido con chompa y sentado junto a su pareja. Para él, en estas condiciones el valor del pasaje no debe subir porque el servicio aún debe mejorar.

El camino se inicia y la unidad se bambolea por las curvas. Rozarse con el pasajero de al lado es inevitable. En las paradas son pocos los que se suben, por lo lleno del bus y porque en ellas la presencia de personas es considerablemente menor. 

Una joven baja en la estación Colón, aún en el norte de Quito. Está vestida con el uniforme de su oficina, lleva audífonos blancos para el fondo musical que la acompaña en el trayecto, en el que también durmió durante la mitad del camino. Su ceño se frunce al opinar sobre las aglomeraciones en la Ecovía.

“Pésimo. Cómo piden aforo si no tienen suficientes unidades”, comenta. Como usuaria frecuente ha visto la evolución del servicio en los últimos meses, en plena pandemia. “No solo están mal los ciudadanos, el Municipio debería mandar más unidades y evitar las aglomeraciones”, sentencia, pues ha sido testigo de que no solo hay peligro por el covid-19 sino por los amigos de lo ajeno.

Hay que reconocer que existen 210 unidades entre Ecovía y Trole que atienden un promedio diario de 285.000 personas. También que las aglomeraciones se disuelven pronto con el paso de las estaciones. Tres después de la principal, en el Estadio Atahualpa, descendió la mayoría de pasajeros. Al llegar a la estación Galo Plaza Lasso, 20 minutos después de iniciado el trayecto, la unidad está casi vacía y con asientos suficientes. 

Finaliza el viaje. Es momento de bajarse, caminar y sentir aire puro.

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