6 de cada 10 mujeres superan la violencia

Neliz Arteaga se define como una sobreviviente del maltrato e intento de asesinato por parte de su esposo. Su historia la ha contado más de 50 veces a psiquiatras, psicólogos, familiares, a sus clientas y personas con las que se vincula. Es parte de su proceso de reparación de los daños causados por años. “Es la única forma de poder sentirme fuerte, motivada a seguir, más aún cuando recibo una felicitación”, reconoce aunque aún le cuesta evitar que se le quiebre la voz o llorar.

Nacida en El Empalme hace 50 años, Neliz cuenta que en los últimos 6 años su compañero le administraba benzodiazepina, una droga que la mantenía sedada para que no saliera y que descubrió tras unos exámenes de sangre. “Este hombre era un celópata, no me dejaba que tenga amigos, ni vida. Fue un martirio desde que lo conocí. Había aguantado tanto, su prepotencia, golpes, jalones de pelos, cachetadas”.

Un reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) destaca los países de la región, incluido Ecuador, que tienen políticas públicas para enfrentar este problema y se agrupan en 3: las que criminalizan a quien ejerce violencia de pareja íntima, las que se concentran en el empoderamiento de las sobrevivientes y las que se dirigen a los hombres a fin de prevenir el ejercicio de este tipo de violencia.

Según el documento, este último ítem es el terreno en el que menos se ha avanzado y tampoco en el empoderamiento. Annabelle Arévalo, coordinadora del área de atención y prevención en violencia de género del Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam), asegura que en el país se ha avanzado en los tratamientos (80%), en reparación a daños ocasionados (40%) y en prevención de la violencia (0,25%), casi nada.

Arévalo indica que los centros especializados administran un pequeño recurso que da el Estado para la atención gratuita y cubre los sueldos de los profesionales. En el Cepam, un 40% del financiamiento entrega el Estado y el resto el centro, lo mismo ocurre con otros. En el país funcionan 32 centros especializados, según Arévalo. “El acto de reparación es complejo más cuando ha sido una violencia sistemática, de muchos años y se ha vivido en diferentes etapas de la vida”, indica.

Explica que hay varios mecanismos para su cumplimiento. Una de esas el hecho de ser atendida por profesionales especializados en violencia, que sea comprendida y atendida por profesionales de psicología, trabajo social, médicos y abogados, una integralidad. “Una vez terminado el proceso judicial legal, parte de la reparación es que la sentencia se cumpla”, dice.

Agrega que la reparación de los daños, sobre todo psíquicos, termina cuando la mujer se reconoce como un ser humano con igualdad de condiciones. De 10 mujeres que llegan, 6 salen de la violencia o cumplen el proceso de reparación. Neliz es una de ellas. Aunque no logró que sentenciaran a su cónyuge por el intento de asesinarla, en la actualidad ha conseguido la calma, pasa sus días tranquilos, llenos de paz y sintiéndose productiva con el taller de corte y confección que tiene en su casa y con el que mantiene a sus hijos. Lleva como bandera no callar ante los maltratos. “Siempre aconsejo que no callen por ninguna razón. Debemos ser fuertes, decididas, no tener miedo. Jamás debemos decir no puedo, sino salir adelante y ser independientes”, expresa. (I)