Lo que para ciertos estudiantes puede ser un “juego”, en el aula o en el recreo, para otros es una tortura diaria e interminable.

La psicóloga educativa Jeaneth Villavicencio cuenta que los menores que trata en su consultorio ya no desean ir a los planteles, porque sus otros compañeros “los molestan” y prefieren aislarse.

Entre sus pacientes está Omar, de 11 años, quien se forma en un colegio privado de Quito y ha sido víctima de agresiones en su institución.

Su mamá, Gabriela Alarcón, notó que desde el primer día de clases -del actual ciclo escolar- su hijo estaba triste.

Él era nuevo en su salón, pues anteriormente estaba en otro paralelo.

“Creí que su actitud era por ese cambio. Yo le decía que haría nuevos amigos y que se podría ver con los otros en el recreo”.

Sin embargo, los días transcurrían y el menor no se sentía a gusto. Un día llegó a  la casa con el cuaderno roto. Tres de sus compañeros se lo quitaron y lo usaron como pelota a la salida de clases.

Omar le confesó lo sucedido y agregó otras acciones violentas que padeció: empujones, insultos y apodos.

Al siguiente día, Villavicencio fue al colegio y expuso el caso. Las autoridades hicieron que los otros niños pidan disculpas públicas.

“Ya no le quitan sus cosas o empujan, pero no recupera la confianza”, dice su mamá.

La situación del país
El estudio ‘Violencia entre pares en el sistema educativo’, presentado en mayo pasado por el Ministerio de Educación y Unicef, estimó que uno de cada cinco alumnos entre 11 y 18 años ha sido víctima de bullying.

La investigación evidenció que las principales formas de ataques son: insultos, rumores, sustracción de pertenencias, ciberacoso y los golpes.

Asimismo, el informe mostró que el 60% de los alumnos han vivido un acto violento en su escuela.

Frente a las alarmantes cifras, Unicef inició el año pasado una campaña en contra del acoso. La iniciativa consistía en sensibilizar a la población escolar sobre esta problemática.

En su página web, la cartera de Educación muestra un protocolo de cómo se debe actuar en estos casos. El primer paso es alertar a los profesionales de los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE).

A través de ellos se realiza un seguimiento del caso. Esto incluye ayuda psicológica para la víctima, sus familiares y sus agresores.

El documento oficial dicta sanciones para quienes participen en acciones de ataques y sean reincidentes. 

Ángel Gómez, coordinador del DECE del colegio Eloy Alfaro, detalló que los varones mayormente son víctimas de violencia física, mientras que  las mujeres sufren de rumores y de ciberacoso.

Liliana, de 15 años, también enfrentó el problema en las redes sociales. Una compañera de aula difundió una foto en la que se veía que su falda del uniforme estaba manchada de sangre, por su período menstrual. Por un mes se burlaron de ella y le pusieron apodos.

Los progenitores -aconseja Villavicencio- no deben pasar por alto las alertas que emiten sus hijos, pues es tan fuerte el conflicto que puede terminar en suicidio.

A inicios de este mes, Wiliam, de 12 años, se ahorcó en su casa (Guayaquil). Él dejó una carta en la que expresó las razones de su decisión: acoso escolar de sus compañeros de aula.

La situación mundial
En el mundo, de acuerdo con Unicef, dos de cada 10 estudiantes sufren bullying.

El último suceso que conmocionó fue el de Keaton, un menor estadounidense que a través de un video que se viralizó, contó las agresiones de sus compañeros.

Tras su confesión, muchas personas, incluso famosos, lo respaldaron. (I)