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MUSA, una aliada incondicional de animales en riesgo

Fabricio Barros (der.). durante uno de los 77 rescates en Pedernales, Manabí, en abril de 2016, después del terremoto que devastó a la mencionada localidad.
Fabricio Barros (der.). durante uno de los 77 rescates en Pedernales, Manabí, en abril de 2016, después del terremoto que devastó a la mencionada localidad.
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Huele a carne podrida. Bomberos, policías y otros rescatistas se mueven a lo largo y ancho de Pedernales, el viento levanta el polvo e intensifica la pestilencia, han pasado tres días desde el terremoto y la angustia por encontrar víctimas vivas o cadáveres mantiene alertas a los organismos de seguridad. En medio de los uniformados, cansados pero firmes, Daphne y Fabricio Barros comandan a otro grupo de socorristas, conformado por aquellos que piensan primero en los que los  demás dejan para el último: los animales.

Gruesas gotas de lluvia pasan de dispersas a intensas, el polvo se asienta y con la tempestad un recuerdo se va aclarando en la mente de Daphne: es ella de 6 años, en medio del aguacero, sola, confundida y a punto de meterse en aquel hueco oscuro y lodoso.

Han pasado 20 años desde que saltó a esa fosa, pero en sus oídos se mantienen frescos los agudos chillidos de los 8 cachorros y de la perrita recién parida que, movida por encontrar una guarida adecuada para parir, se metió en el pozo.

Más que fresco, Daphne mantiene refrigerado el instante de su primer rescate, cuando, movida como ahora por el dolor ajeno, se deslizó dentro del hueco, se empapó hasta por detrás de las orejas, pero sacó a las crías y a Kasandra, el nombre con el que bautizó después a la afortunada perrita.

Si los hijos son en mucho el reflejo de sus padres, a esta joven quiteña radicada en Santo Domingo, se le pegó de ellos el amor por las mascotas. Suele sonreír cuando recrea en su mente las incontables veces en las que su madre, Wendy Narváez, la regañaba por llevar perros o gatos a casa, pero al mismo tiempo buscaba un plato para darles algo de comer.

Y no se diga lo ocurrido con Fabricio Barros, el autor de sus días, quien en su adolescencia, metido en el uniforme del colegio Mejía, soñaba convertirse en biólogo o veterinario, pero que, por circunstancias de la vida, se dedicó a la fotografía, la segunda de sus pasiones.

Quien si trata de cristalizar ese anhelo es Fabricio Jr. (22 años), hijo menor de Fabricio y Wendy, quien estudia veterinaria en la Universidad de Las Américas (UDLA) de la capital. A él también se le contagió el afecto por los felpudos.

La intervención de los Barros-Narváez en varias localidades de Manabí tras el terremoto que asoló al país el 16 de abril del año anterior, es solo un capítulo dentro de su extensa colección de acciones por ayudar a los animales abandonados, la misma que hace casi 5 años terminó transformándose en el Movimiento Unido por la Salvación Animal (MUSA), la fundación que auxilia a estos miembros de la sociedad en el territorio tsáchila.

Tras el desastre, durante 10 días,  los voluntarios de MUSA socorrieron a 75 perros y 2 gatos. Todos fueron entregados en adopción a familias responsables de Santo Domingo.

Lo inevitable

A los 10 años, ya mudados a Santo Domingo, Daphne, que visitaba a sus abuelitos en Quito, se llevó para su casa a un perro nada agraciado, al que solo ella veía hermoso. No por nada, a su abuelita, Norma Bravo, casi le da un yeyo al verla entrar a casa con ese cánido, todo desgarbado y mal oliente, a quien gracias a las motas, no se le notaban las costillas.

- ¿De dónde sacaste ese animal?

- Pobrecito estaba en la calle.

- Pues allá mismo vuelve en este momento ¡Y te me lavas las manos!

- No abuelita, si lo abandono se va a morir.

- Mira nomás, está mugroso, es horrible, parece un garabato.

¿Garabato? Ese nombre le vendría muy bien, abuelita. Gracias por la idea.

Este, de alguna manera, es el génesis de MUSA; luego del fachoso Garabato, adoptaron a los perros Blanca, Blanquita, Toro, Chiripa, Valiente... A los gatos Ludovico, Silvestre y un sinnúmero de peluches vivientes que llenaron de alegría aquel hogar.

Basta decir que ya adulta, mientras incursionaba en el modelaje y se graduaba de ingeniera en comercio exterior, la joven le hizo caso a su vocación y con un buen espaldarazo, traducido en firmas de apoyo, creó MUSA, que actualmente cifra su labor en 980 perros y 75 gatos rescatados, además de recuperar a 50 animalitos extraviados.

La entidad, que cuenta con personería jurídica y tiene por política no recibir dinero en efectivo, sino donaciones en alimentos, medicinas y el costeo de cirugías, impulsó la comunidad MUSA, en la que algunos de los 30 voluntarios apadrinan con plata y apersonándose con los peludos en problemas.

La colaboración se hace a través de aportes económicos, asistencia en campamentos de vacunación, esterilización y adopción; acogida de animales en hogares temporales y charlas en escuelas y colegios sobre la importancia de brindarles buena calidad de vida a las mascotas .

Alcides Alberto Campoverde, uno de los  voluntarios, ha adoptado hasta ahora 6 canes y ha servido como hogar de paso de algunos más; casi siempre se inclina por los de las razas Pitbull, Rottweiler o Bóxer, de los que mucha gente prescinde o, simplemente, rechaza por su fama de agresividad.

Está convencido de lo contrario, jamás ha tenido problemas con estas mascotas y defiende la tesis de que el comportamiento de un animal doméstico se forja en el trato y condiciones de vida que le dan sus amos humanos.

Rescate efectivo

¡Ring, ring, ring! Suena el celular de Fabricio Barros, son las 15:10 del sábado 27 de mayo de 2017. Una chica reporta el avistamiento de un perro atropellado en el kilómetro 5 de la vía a Las Mercedes, frente al balneario ‘Las Vegas’.

Raudo, el ‘musamóvil’, un Honda Civic, modelo 1993, cruza la ciudad en busca del herido. En la cajuela lleva un botiquín de primeros auxilios y todo lo necesario para trasladar al infortunado. En este proceder, que se repite a diario para este animalista, es fundamental el auxilio de las 5 clínicas aliadas que colaboran  a diario con MUSA.

Fabián Pico, galeno de una de las casas de salud, señala que, pese a no poder salvar a todos los ejemplares que llegan, es reconfortante trabajar con personas que se preocupan por este, uno de los segmentos de seres vivos más vulnerables. Admira que MUSA se quede con mascotas discapacitadas o enfermas, quienes difícilmente serán adoptadas en razón de los cuidados que requieren. (I)

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