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Achaques y antojos, lo más temido
Los primeros 5 meses del periodo de gestación son complejos, no solo por los riesgos de aborto y otros problemas, sino también porque la futura madre experimenta cambios hormonales que le provocan distintas reacciones.
Dos de ellas son los denominados antojos y achaques. Esto parecería sencillo de solucionar si no fuera porque son antojos son de alimentos raros o de combinaciones insuales de comida.
Los achaques tampoco parecerían una complicación, si es que se pudieran tratar simplemente con medicinas.
A continuación los lectores encontrarán singulares historias de lo que vivió un grupo de mujeres de distintas ciudades durante sus embarazos.
Adriana Holguín, de Guayaquil, tiene 29 años y fue madre por primera vez hace 6. Recuerda que durante el embarazo de Fiorella “su cuerpo sufrió una revolución”, pues los “achaques” llegaron temprano y no desaparecieron nunca; además, “los antojos eran incontrolables”.
Señaló que en esos meses, por ejemplo, pasó de “odiar”, a volverse “fanática” de la comida de su suegra.
“Le cogí muchísimo gusto a la carne guisada que prepara ella y a otras de sus recetas que antes no me gustaban para nada”. Asimismo, admite que sus deseos de chocolate y dulce se dispararon por los cielos. Adriana es enfática a la hora de describir los malestares que sufrió en este periodo, pues asegura que “fueron peores que el propio parto. Vomitaba hasta por tomar agua, el dolor en la ciática aún lo tengo desde el primer embarazo, me dolía la cabeza todo el tiempo y pasaba de tan mal genio que me encerraba. Lo peor es que llegué al noveno mes y nunca desaparecieron”.
Roxana Sanguña tiene 5 hijas, la mayor de 24 años y la menor de 11. Ella expresó que en sus embarazos, durante los 3 primeros meses tuvo que estar en cama, pues presentó vómitos y náuseas.
“Solo quería dormir. Con una de mis hijas me dio por comer puros mariscos y con otra empecé a ingerir pastelitos de carne”.
Afirma que en uno de los embarazos sintió deseos de comer jabón. “Olía el jabón y me parecía rico el aroma. Era tanto el deseo que tuve que morderlo para quitarme esas ganas. Fue algo que nunca me había pasado”.
En todos los anteriores le dio por comer maduro. “Un día me dieron ganas de encebollado en la madrugada, otra vez fue helado de fresa. Y luego me dio por el pollo y papas solo de una cadena de comidas rápidas”.
Marlene Mosquera sonríe al recordar sus experiencias con sus 3 hijos, la menor de los cuales tiene 15 años. “Todos fueron distintos. Con mi segunda hija me dio por mascar cosas ácidas, pero fue un embarazo tranquilo. Lo mismo con el mayor, pero con la menor fue lo más difícil”.
En su última gestación pasó devolviendo todo lo que ingería: “Me daban antojos de comida que nunca había probado antes y que no me gustaba. Por ejemplo, nunca me ha gustado mucho el caldo de salchicha, pero por antojo fui a comerlo. Claro que después lo vomité”. Y para expulsar era también un proceso, pues pasaba cerca de media hora entre mareos.
Mariela Proaño, quien se desempeña como secretaria ejecutiva, tuvo su primer embarazo a los 22. El primer mes se sintió un poco cansada y desde mediados del segundo empezaron los deseos por comer limón con sal. “No tenía ganas de otra cosa que no sea eso”, dice.
Recuerda que una noche no pudo conciliar el sueño, pues no dejaba de pensar en mango verde con sal, lo cual puso de cabeza a su esposo, debido a que en la capital cotopaxense los mangos llegan solo en determinadas épocas.
Andrea Farah (26) tuvo a su hijo Santiago hace más de un año. Ella es una madre primeriza.
Durante el primer trimestre tuve vómitos y en todo el proceso mi antojo fue de sushi, que lo pude comer al octavo mes. Mi emoción más grande fue enterarme de que iba a ser niño porque siempre quise que mi primer hijo sea varón.
Evelyn Soberón tiene 25 años y hace unos meses alumbró a su primera hija. “Cuando me enteré, no lo podía creer. Fue una especie de miedo y felicidad. Me sentía bendecida con este nuevo reto que la vida me había dado. Al principio no me acostumbraba a los cambios de mi cuerpo. Es muy raro sentir que algo crece dentro de ti”.
Sus antojos fueron de dulces y no se limitó en eso. “Aunque a muchas no les gusta cómo cambia el cuerpo durante el embarazo yo estaba muy feliz porque mi cabello y mi cutis tuvieron más brillo y fuerza durante esos meses. Extraño mi cuerpo de embarazada”, dice entre risas.
Cuando Gina Álvarez de 30 años confirmó que iba a ser mamá, no pudo contener la emoción. Por varios años intentó concebir, pero debido a un problema en su útero le fue difícil.
Por ello recuerda ese 4 de febrero de 2017 como el mejor día de su vida. Ella investigó todo lo referente al estado de gravidez. “Por las mañanas no podía ni levantarme solo quería pasar en el baño vomitando, ni siquiera podía comer y adelgacé bastante”, señaló.
Rememoró que le molestaba pasar por un puesto de venta de maduros asados con queso. El olor le era “insoportable” por lo que debía rodear la cuadra.
“Un día se comió un pedazo de ladrillo, lo masticó decía que el olor y sabor era bueno, yo no lo veía bien, pero al consultarle al doctor dijo que era la falta de una vitamina, así que le dieron ese complemento nutricional”, indicó Marco Peña, esposo de Gina.
Una situación similar le ocurrió a Patricia Gaibor en su primer embarazo. Ella aseguró que muchos le decían que le darían antojos de frutas exóticas o carne preparada de diversas formas, pero lo que ella buscaba era comer tierra.
“Me sentía como una tonta, al principio me daba hasta vergüenza contarle a mi familia, pero tenía unas ganas incontrolables. Mi médico me recomendó tomar unas vitaminas para que me pasara”, indicó.
Ahora, con su segundo hijo, las cosas han cambiado, sus gustos se enfocan en frutillas con crema, duraznos en almíbar, y síntomas como náuseas y vómito fueron más recurrentes. “En este embarazo no he podido comer mucho, todo me provoca asco, no puedo ver el arroz, y mucho menos el olor al pescado”, acotó Sandra.
En el caso de Elizabeth Narváez, comunicadora social, sus gustos se enfocaron en el canguil que venden en los cines de Riobamba. Ella sostiene que iba solo a comprarlos y pedía mantequilla extra.
“El olor me cautivaba, gasté mucho dinero porque el canguil en ese lugar es caro, pero no había otro que se pareciera”, acotó.
Marina A. estaba entre la semana 30 y 34 de gestación de su único embarazo y ya había pasado la etapa de los antojos cuando, repentinamente, le entraron ganas de comer hielo.
“Era casi medianoche. Tomé un recipiente, descargué los cubos de hielo y comencé a masticarlos hasta que se deshicieran en mi boca”.
Desde esa primera noche y hasta la semana 35 de embarazo, Marina cumplió ese ritual religiosamente cada medianoche mientras veía la televisión en cama.
Cecilia P. a los 6 meses de su primer embarazo tuvo deseos de ingerir cangrejos. “Se me hacía agua la boca y cuando me los servían y los veían ya se me pasaban las ganas”. En su segundo embarazo le pasó lo mismo. “Sentía tantos deseos de tomar helados, pero en el momento que íbamos a buscarlos, los veía y ya no quería”.
Aclara que no es que los cangrejos y los helados estuvieran malos. Lo que ocurría es que cuando los veía, sentía una sensación de llenura.
Daysi Endara, de 35 años, tuvo a su primera hija a los 20. Muchos olores no los soportaba, como el aceite caliente, mientras se potenciaban sus deseos por comer un helado con ají. En una ocasión se sentó a llorar en una vereda porque su esposo no lograba conseguir, a las 22:00, un helado de mora.
La obstetriz Gladys León, con más de 30 años de experiencia en el trato con embarazadas, explicó que hasta el quinto mes, las futuras más experimentan cambios en los estrógenos y la progesterona.
Añadió que eso incide en los vómitos y en los deseos por comer determinados alimentos.
“Tuve una paciente que sentía satisfacción al comer pescado con miel de abeja. Son cosas raras. Lo mismo otra que devoraba las papas medio crudas”.
Al consultarle si el sexo del bebé guarda relación con los antojos y los achaques, sostuvo que no tiene nada que ver.
León indicó que se debe tener precaución con el exceso de grosellas o mango verde con limón y sal, por cuanto podrían causar alzas en la presión arterial.
Sugirió que para calmar los deseos de vomitar se masque hielo o aspire el olor del limón. “Las ansias por comer cosas extrañas se pasan tomando abundante agua”.
Cuando no se toleran olores fuertes en casa, sugirió, salir un momento hasta que este se desvanezca. (I)