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Santiago ron / biólogo e investigador

Santiago Ron conoce a los anfibios mejor que a los humanos

Santiago Ron conoce a los anfibios mejor que a los humanos
Daniel Molineros / El Telégrafo
06 de julio de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

Desde que se vinculó con el mundo de los anfibios, Santiago Ron, biólogo de la Pontificia Universidad Católica, ha presenciado el dramático y progresivo declive de estas poblaciones en el mundo.
Como él bien dice, “el descenso de los anfibios es una de las mayores amenazas para la biodiversidad global”.

Según cuenta, los anfibios existen desde hace más de 300 millones de años, y son la clase de vertebrados terrestres más vieja del mundo. Incluso hay evidencias de que hay más especies de anfibios que de mamíferos. Desde su infancia, este investigador se sintió atraído por los anfibios. “Yo era un niño totalmente citadino y recuerdo bien la primera vez que encontré una ranita en Quito. Era el cutín de Quito y me pareció el animalito más increíble de este mundo”. De hecho, el cutín de Quito es una especie común en los jardines de la ciudad y sus alrededores, en donde se la escucha cantar durante el día y la noche, sobre todo, cuando hay lluvia. “Si alguna persona se topa con esta ranita, lo más probable es que le parezca fea, pero para mí es linda”. Nunca dudó en ingresar a la carrera de Biología y mientras cursaba el primer semestre confirmó que su vocación era el estudio de las ranas.

A inicios de la década de los 90 tuvo la fortuna de realizar su tesis de licenciatura en el Cuyabeno, en la provincia de Sucumbíos, una región donde pudo estudiar a los caimanes. “Fue un año y medio que me cambió la vida. Sabía que trabajar con caimanes (el tema de su tesis) era peligroso, pero no dejaba de ser un reto académico”.

En ese entonces, tuvo la oportunidad de vivir con un grupo de indígenas sionas, de quienes aprendió a valorar aún más la naturaleza. Cuando finalizó sus estudios en la carrera de Biología, consiguió una maestría en la Universidad de Kansas, en Estados Unidos, reconocida a escala mundial, precisamente por las investigaciones en el mundo de los anfibios. Después de 2 años de estudios regresó a Ecuador y se vinculó nuevamente con la Universidad Católica, donde se desempeñó como profesor.

Fue allí, en las aulas, donde Diego Paucar, un joven que también compartía la pasión por los anfibios, conoció a Santiago Ron, su profesor. “Desde que lo conocí me pareció una persona enfocada en la ciencia y en el manejo de la metodología científica, del análisis. Santiago tenía una buena pedagogía de enseñanza; sabía transmitir las ideas”. Diego comenta que este investigador fue uno de los mejores profesores durante su carrera universitaria.

Recuerda que lo guió durante el desarrollo de su tesis, sobre todo, en la fase de campo, en el estudio de las ranas de la Amazonía. Ahora, Santiago Ron es su jefe directo porque Diego ingresó al Museo de Zoología de la Universidad Católica (QCAZ), reconocido nacional e internacionalmente por sus colecciones biológicas. El QCAZ posee, hoy en día, cerca de medio millón de especímenes lo cual lo posiciona como la colección de fauna más grande del Ecuador.

Luego de cursar sus estudios de maestría y dictar clases en la Universidad Católica, este investigador ingresó a la Universidad de Texas, en Austin, para estudiar un doctorado y cinco años después regresó, definitivamente, a Ecuador. Al momento, dirige un programa de conservación, a gran escala, de anfibios. “Tenemos especies que están en peligro de extinción que permanecen aquí; es como una salvaguardia para que no desaparezcan por completo de la naturaleza”. Él también está muy involucrado con la iniciativa Balsa de los Sapos, que cuenta con cuatro salas para el mantenimiento de ranas y sapos de diferentes ecosistemas del país.

“En Quito había varias especies de ranas, hoy solo hay una: la rana marsupial. En Ecuador, algo más del 30% de los anfibios del país está en peligro”. Una de las ranas extintas es el jambato, una especie que hasta 1987 se encontraba en los páramos aledaños a Quito, en el Pichincha, Cotopaxi y Antisana. Como dice Ron, eran tan abundantes que las personas tenían que andar con cuidado para no pisarlas. De pronto, en 1988 y 1989, desaparecieron y nunca más se las volvió a ver.

Las investigaciones científicas sugieren que el cambio climático y algunos factores de temperatura y precipitación, registrados en las últimas décadas, podrían explicar el fin de esta especie. Aunque la mayor parte del tiempo este académico está enfocado en el estudio de los anfibios, también tiene tiempo para entrenar. De hecho, se prepara para correr en la maratón de Chicago, en Estados Unidos.

También es aficionado a la fotografía. “Es una herramienta que necesito para documentar los estudios que desarrollamos, pero la fotografía también me gusta como arte”. Hasta el momento ha publicado 2 libros de fotografías sobre la biodiversidad en Ecuador. En su oficina todo está en orden y es evidente que su vida está vinculada con el estudio de los anfibios: tiene libros, documentos y fotografías de ellos, muchos, capturados con su propia cámara. (ARB) (I)

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