Un potente y armonioso bullicio interrumpe una hilarante plática. Pese a las gruesas ventanas que posee la furgoneta que transporta a los dialogantes, el melódico “escándalo” se escucha a varios metros de un reverdeciente bosque. De allí procede el ruido, el cual constituye una equilibrada sucesión de sonidos animales. Humedad, cielo nublado y temperaturas altas; este es el panorama en el ingreso a la finca orgánica Río Muchacho, donde tiene lugar la escena antes detallada.

Esta fascinante parcela se encuentra al norte de la parroquia rural Canoa, del cantón manabita San Vicente. Está ubicado a ocho kilómetros de las playas de Canoa y pese a que un pequeño tramo de la vía es lastrado, los vehículos ingresan sin problema. Aves, insectos y anfibios son los responsables del barullo. “La sincronía del “cantar” faunístico tiene un efecto relajante; sin duda así sonaba el jardín del Edén”, comenta Gabriela Loor, turista local. Ella y otros 15 jóvenes han llegado desde el centro de la ciudad con el objetivo de conocer el “kibutz ecuatoriano”.

“A esta granja se la ha catalogado así por su modelo de agricultura limpia, manejo sustentable del suelo, optimización de recursos y trabajo comunitario (permacultura). Hasta hace tres décadas la propiedad era un claro ejemplo de la devastación que año a año sufren los bosques manabitas, hoy es un referente de autosustentabilidad”, dijo Omar López, biólogo quiteño.

Junto con Omar, Gabriela y el resto del grupo avanzan desde el parqueadero hasta la recepción, donde son recibidos por Darío Proaño y su esposa, Nicola Mears, dueños de la finca. “Amar y respetar la Naturaleza, incluidos todos los microorganismos que en ella se desenvuelven, es el único secreto para conservarla en buen estado”, es la frase con la que Darío recibe a los visitantes, quienes de inmediato escuchan una breve reseña sobre Río Muchacho.

Historia
“Hace 30 años esto era un desierto; si bien hay fuentes hídricas cerca, el suelo estaba muy descuidado y los especímenes endémicos, entiéndase aves, anfibios, mamíferos y diminutos reptiles, iban a desaparecer. Tras un enorme esfuerzo, mi esposa, quien es neozelandesa y yo convertimos este espacio de nueve hectáreas en un bosque regenerado, en el que se produce alimento tanto para los residentes, los visitantes y claro, para la fauna local”, comentó Proaño.

Gracias al trabajo de esta pareja hoy el sector Río Muchacho cuenta con un “aula” a cielo abierto para al aprendizaje de agricultura orgánica. “A más de la extensa vegetación endémica, cultivamos sin químicos col, berenjena, plátano, yuca, entre otros. La ausencia de fungicidas en los sembríos se ve reflejada en nuestra salud”, dijo Nicola.

Ella es quien lidera las visitas a los semilleros. Uno de sus preferidos es el de berenjena y bledo, pues son productos casi desconocidos. “Esta primera verdura es originaria del norte de Asia y contiene antioxidantes así como vitaminas A, C y E. Las hojas de bledo son ricas en vitaminas B y ácido fólico, lamentablemente estas propiedades y saberes no se difunden entre la población”, agregó Mears.

Al interior del bosque, en Río Muchacho, existen árboles centenarios, en cuyos tallos y bejucos los visitantes se retratan, se balancean y hasta pueden escalarlos. Foto: Carlos Novoa/et

Alternativas de entretenimiento
A más de aprender esto, los turistas pueden hacer tours por la finca, practicar agricultura, hacer caminatas, montar a caballo, elaborar chocolate artesanal, yoga, avistamiento de aves e insectos, entre otras actividades.

“Al recorrer el bosque es posible divisar guantas, venados de cola blanca, nutrias (a orillas de Río Muchacho), osos hormigueros, cusumbos, monos aulladores, armadillos, e incluso tigrillos y boas”, destacó Gerardo Morales, visitante y aficionado a la fotografía de Guayaquil.

A decir de Darío Proaño, el lema de la granja es “reconéctate con la naturaleza”, a fin de concienciar sobre lo importante de cuidar el ecosistema. “Un aproximado de 10.000 ha de bosque en Manabí se destruyen al año, el daño solo se podrá revertir educando a las familias y más específicamente a los niños y jóvenes”, añadió Darío.

Tras estas actividades los visitantes pueden degustar de un nutritivo potaje denominado viche, el cual es preparado casi sin condimentos y servido en platos y cucharas elaborados con cortezas vegetales de la zona. (I)