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Poliamor, práctica entre la libertad y la condena

Poliamor, práctica entre la libertad y la condena
30 de abril de 2018 - 00:00 - Marcia Andrade

Divorciado y con 47 años, Iván buscaba a la “mujer ideal” para una relación formal. En diferentes circunstancias halló a tres mujeres (de 34, 42 y 49 años) con quienes se involucró sentimentalmente al mismo tiempo. Ellas no eran amigas, pero se conocían y aceptaban compartirlo sin reclamos.

“Cada una tenía algo que me hacía quererlas y ser amado, porque las tres me hacían sentir lo máximo. Pero todo terminó 2 años después, cuando me acorralaron y me pidieron que decida con cuál de ellas iba a quedarme. Y claro, me quedé sin pan ni pedazo”, recuerda Iván.

Su relación calza en la práctica del poliamor, una tendencia a establecer relaciones simultáneas que involucra un compromiso, intimidad sexual y romántica como un nivel de vinculación en el que todos los integrantes están de acuerdo, detalla Denisse Osorio, psicóloga clínica y docente universitaria.

Se trata de un nuevo término, acuñado de ideologías antiguas, puesto que existió en otras sociedades hace varios siglos bajo otros nombres. “Ciertos textos señalan que el ser humano, por naturaleza, no es monógamo. La sociedad y la religión lo llevaron a aquello, por eso tiene la tendencia de volver a esa conducta de manera instintiva”, explica la psicóloga clínica Suelyng Layman.

Las investigaciones señalan que, por millones de años, las fuerzas evolutivas configuraron un Homo sapiens con una sexualidad colectiva y compartida, donde las hembras trataban de copular con todos los hombres. En los chimpancés y bonobos (99% de los genes de los seres humanos) puede verse esta conducta en su estado puro.

Sin embargo, apunta la también catedrática, la evolución nos llevó a la monogamia. “Entonces vale preguntar: ¿Es una nueva forma de relacionarnos amorosamente o estamos involucionando, dejándonos llevar más por los instintos, sin mediar con el raciocinio?”.

Para la Iglesia, el poliamor es un acto inmoral porque Dios ha establecido el amor entre hombre y mujer con características propias de unidad e indisolubilidad, expresa monseñor Guido Minda Chalá, obispo auxiliar de Guayaquil. Señala que en el fondo de ese concepto existe una trampa para no entender que la libertad es un don que Dios nos dio para elegir libremente el bien y no para hacer lo que a uno se le ocurre. “Hay que purificar el concepto y la esencia de la verdad”.

El religioso considera que estas conductas surgen de la teoría relativista y el sofismo que hay en la cultura actual de pensar que todo depende de lo que a uno le parezca y eso es “una trampa mortal”.

Pese a la censura de la Iglesia católica, el poliamor es una práctica frecuente en sociedades modernas e industrializadas de países de Europa y en Estados Unidos, donde la comunidad hippie de la década de 1960, la visibilizó ante el mundo bajo la premisa de la igualdad jerárquica entre los géneros (femenino, masculino y otros).

Aunque no existen estadísticas, comparado con Ecuador y otros países de Sudamérica, la tendencia es menos común, opina Osorio. Sin embargo, dentro del escenario local, podría ser una práctica más habitual entre jóvenes solteros que se desenvuelven en entornos influenciados por conceptos de “independencia” e “igualdad de género”.

Osorio precisa que la práctica es más probable que ocurra en hombres que mujeres, ya que “ellos gozan de una mayor libertad sexual, incluso desde la crítica social”. Sin embargo, resalta, es más frecuente en parejas homosexuales y bisexuales. La edad de los poliamorosos oscila entre los 30 a 50 años, cuando la actividad sexual y vinculación amorosa con o sin vida sexual es más frecuente. “En relación a condiciones sociales, puede presentarse en cualquier nivel de estrato social”.

Las pocas investigaciones científicas sobre el tema indican que una persona puede adoptar este tipo de tendencia por diversas razones. Una de ellas, apunta la especialista, es la influencia de factores psicosociales relacionados, principalmente, con una postura ideológica del sujeto basada en que el amor no es exclusivo sino “polisémico” y, por ende, “establecer varias parejas de manera simultánea no es algo fuera de la normalidad”.

Otro aspecto que menciona, y que lo ha tratado en sus consultas, es el deseo de la persona por conservar a su pareja sentimental. “En su mayoría son mujeres quienes aceptan que sus compañeros tengan otras relaciones simultáneas”. El estilo de vida es otro factor en el que personas de parejas abiertas y sin prejuicios sociales establecen vínculos amorosos sin exclusividad.

Uno de esos casos podría ser el de Gabriela, quien tenía una relación de 5 años con un novio, cuando decidió armar un triángulo amoroso con una amiga. “Todo surgió por casualidad, pero fui yo quien tomó la iniciativa porque quería regalarle ese detalle a mi pareja. Los tres estábamos conscientes y al final nos sentimos satisfechos”. Ella quiso repetir la experiencia junto con su enamorado, invitando a otras amigas, pero finalmente no se concretó.

Actualmente, con otra relación, Gabriela dice estar dispuesta a repetir el momento, siempre que la persona que se sume sea otra mujer que ambos “aprueben”. No teme  que esta práctica fracture su relación, ya que para ella el enamoramiento no está ligado al sentido de pertenencia.

Lo que sataniza esta práctica son las concepciones y normas sociales enseñadas a nivel de la sociedad, la Iglesia y la familia, de que el amor es exclusivo y monógamo. Los poliamorosos tienen otras creencias y practican y conciben al amor como libre y no excluyente, finaliza Osorio. (I)  

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