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El Pawkar Raymi honra a dos seres dadores de vida

Hombres y mujeres jóvenes de Salasaca participan descalzos en los rituales ancestrales del Pawkar Raymi. Entre ellos la peregrinación hacia un ojo de agua del pueblo.
Hombres y mujeres jóvenes de Salasaca participan descalzos en los rituales ancestrales del Pawkar Raymi. Entre ellos la peregrinación hacia un ojo de agua del pueblo.
Foto: Roberto Chávez
02 de abril de 2018 - 00:00 - Carlos Novoa

Marzo es una de las épocas del año más significativas y sagradas para la cultura occidental. El 8 de ese mes se celebra el Día Internacional de la Mujer y a finales se desarrolla la Semana Santa, conmemoración cristiana de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Si bien durante la Navidad y el Día de la Madre, celebraciones de diciembre y mayo, respectivamente, también se honra al Creador y a la figura femenina, los festejos de marzo tienen un significado especial. Y no solo para la población mestiza sino además entre los pueblos indígenas de la región andina.

Según la cosmovisión de estas nacionalidades el Pawkar Raymi, una de las cuatro celebraciones anuales indígenas, conjuga ambas celebraciones pero con protagonistas y modalidades diferentes.

“A fines de marzo cada año los indígenas de la región recordamos las bondades de Pachacámac, el creador del universo según nuestra fe animista, una de ellas la fertilidad. La tierra y la mujer han sido bendecidas con la facultad de dar vida, con cosechas e hijos, por lo cual el Pawkar Raymi se enfoca en agradecer a nuestra deidad mayor, por estos favores, con ofrendas florales y frutales y honrar a la figura femenina por su predisposición a la procreación”, explicó Luz Maliza, conocedora de saberes ancestrales y partera de Ambato.

A esta tradición andina también se la conoce como la fiesta del florecimiento o de la primavera, pues en esta temporada muchas de las plantas ornamentales, medicinales y aromáticas de la Sierra han madurado sus pétalos y están listas para la recolección.
“Durante esta fiesta se hacen ofrendas de flores frescas y frutas como manzanas, peras y claudias, a Pachacámac, conocido en Perú y Bolivia como Wiracocha. Previo a esto, en la mayoría de etnias se realiza una peregrinación tan atávica como sagrada, desde el centro del pueblo hasta una laguna u ojo de agua”, destacó Benigno Chisaguano, anciano del pueblo salasaca.

Romería ancestral
“Ningún ser del universo está más cerca de Dios que la mujer; porque solo con ella el Creador comparte el milagro de la procreación”. Con esta frase, Edelina Chamba, anciana de Salasaca, una de las cuatro nacionalidades indígenas de Tungurahua, inicia una extensa peregrinación denominada Ruta de la Depuración.

Este poblado perteneciente al cantón tungurahuense Pelileo está ubicado a 15 minutos de Ambato y es conocido a nivel nacional por sus diestros artesanos especializados en la elaboración de bolsos, carteras, ponchos, y otros artículos con fibra animal, así como por conservar casi intactas las tradiciones y fiestas ancestrales.

Allí, los festejos por el Pawkar Raymi dieron inicio el pasado sábado a partir de las 05:00. A esa hora un nutrido grupo de devotos indígenas empezaron la caminata sagrada desde la plaza de Llicacama, lugar de elaboración y expendio de artesanías ubicado en el centro del poblado, hasta la laguna del sector Manzanapamba.

“La romería se hace descalzo. Esto para los mestizos que año a año nos acompañan es algo extraño, pero para nosotros significa tener contacto directo con la Pachamama (Naturaleza); el viaje está presidido por la delegación de ancianas (mujeres sabias y autoridades del pueblo) y todas las madres de la localidad”, dijo Eduardo Lascano, adulto mayor de la etnia.

Detrás de ellas caminan los cabildos (autoridades masculinas) así como hombres jóvenes. “Cada madre porta en su cuello una corona de flores multicolor, así como canastos con frutos frescos. Estos productos se depositan en el agua como muestra de gratitud con las deidades andinas; pero antes de llegar al lago, en el camino las ancianas elevan cantos ancestrales conocidos como endechas, que consisten en gimoteos y sollozos de arrepentimiento en el idioma preincaico (Runashumi)”, señala Iza Chaluisa, anciana de Salasaca.

Durante las endechas las adolescentes experimentan una especie de éxtasis incorpóreo desconocido hasta ese momento para ellas. Esta expresión se caracteriza por llantos, golpes de pecho y lamentos, además de pausas en la caminata debido a la intensidad de la experiencia.

“Solo hasta en ese momento las chicas del pueblo comprenden la conexión que tienen con la Pachamama. Muchas de ellas durante la peregrinación sienten miedo ante esta reacción desconocida de su cuerpo y espíritu, pero a medida que avanzan hacia la laguna entienden, por guianza de las matronas, que ello es necesario para desarrollar a plenitud su instinto materno”, destaca Juan Mestanza, antropólogo y catedrático de Ambato.

Él, al igual que 30 mestizos, norteamericanos y europeos más, cada año se integran a la peregrinación como parte de una terapia de sanación interior.

“Los hombres observamos esta experiencia desde una distancia de al menos 10 metros a fin de no interferir en la experiencia espiritual de fusión con la naturaleza. Al llegar al lago, un brote natural de líquido vital que nutre varias hectáreas de terreno cultivable, depositamos nuestras ofrendas de frutas sobre el agua y nos disponemos a otro importante ritual”, agregó Mestanza.

Bautizo andino
Romero, hierbabuena, matico y marco, entre otras plantas, contienen los atados de yerbas que las matronas preparan para la purificación de los romeriantes, un ritual considerado por los antropólogos como el ‘bautizo andino’. Al estar descalzos, el ingreso de hombres y mujeres al ojo de agua se realiza de inmediato tras la caminata.

“Grandes y pequeños pondos (vasijas de barro) son llenados de líquido tras la colocación de ofrendas, acto que se realiza en medio de una serie de oraciones en quichua y castellano. Acto seguido las ancianas vierten los cántaros sobre las más jóvenes con la finalidad de solicitar a Pachacámac la virtud de la fecundidad de sus vientres; se sobreentiende que una vez bendecidas, todo a su alrededor también queda bendecido con la facultad de dar vida, ya sea el suelo como el ganado”, explica Rut Caizabanda, partera y mujer sabia de Salasaca.

De inmediato las madres, jóvenes y ancianas salen de la laguna e ingresan a las aguas los hombres. Sus largas cabelleras son introducidas en el lago y también reciben una especie de bendición. “El Pawkar Raymi tiene una conexión directa con la Luna, figura femenina de la Pachamama. Lo propio ocurre con el Inti Raymi, festividad andina que recuerda la importancia y valor del Sol para la Tierra y por ende de los varones para cada tribu. No obstante el pasado sábado los ancianos, adolescentes y adultos de Salasaca también se sumergieron en las gélidas aguas durante la parte final del festejo, para purificar sus cabellos y ojos, elementos que según la ideología indígena son los productores de energías positivas”, explicó Juan de Dios Chisahuano, maestro del poblado. (I)

Vasijas de barro de todos los tamaños son usadas durante los baños rituales, así como para la limpieza de las ofrendas florales y frutales, que se depositan en el agua. Foto: Roberto Chávez

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