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Niños de Riobamba prefieren el trompo de los abuelos

El miércoles pasado se realizó en la Plaza de la Concepción, del centro de Riobamba, un colorido festival de trompos con diversas instituciones educativas de la ciudad. Los pequeños demostraron que dominan el objeto y ahora se planea otros eventos que rescaten el uso de la perinola o las canicas.
El miércoles pasado se realizó en la Plaza de la Concepción, del centro de Riobamba, un colorido festival de trompos con diversas instituciones educativas de la ciudad. Los pequeños demostraron que dominan el objeto y ahora se planea otros eventos que rescaten el uso de la perinola o las canicas.
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Emilio Martínez, de 9 años, asombró al público riobambeño con sus habilidades en trucos y fantasías con el trompo. En cuestión de segundos lograba colocarlo en diferentes posiciones, y con la ayuda de la piola el objeto volaba por los aires para aterrizar en el sitio que él quería.

Este niño de aspecto callado, con grandes ojos cafés que no se despegan de su objetivo, fue uno de los participantes en el primer festival del trompo. El encuentro fue organizado por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (Inpc) como parte del rescate de los juegos tradicionales.

La Plaza de la Concepción de Riobamba, sitio considerado patrimonial debido a que a pocos metros se ubica el monasterio e iglesia cuya historia se remonta a 1605, fue el escenario para que los estudiantes de 4 planteles de la ciudad enseñen sus destrezas con el trompo.

A ellos no les importó que decenas de transeúntes los miraran. Todos buscaban el primer lugar del certamen y entre sus manos tenían el juguete de madera. Enrollaban la cuerda o piola en la punta, y lo lanzaban por los aires.

Los competidores realizaban una serie de trucos, como, “hacerlo bailar en la mano”, “el puente”, “pico al aire”, “deslizamiento”, “lanzamiento”, “la silla”, “el columpio”, “dormirlo”, que impresionó a los presentes.

El pequeño Emilio comentó que su hermano le ayudó a realizar sus primeros trucos, pero se hizo experto gracias a videos en internet y practicando por varias horas al día, “prefiero mi piola y mi trompo que estar sentado mis horas libres en redes sociales, me gusta ver que el tiempo que dedico a esto vale la pena” señaló.

Uno de los ciudadanos que asistió al encuentro fue Juan Guevara. A sus 80 años recuerda con nostalgia cuando jugaba con el trompo. Relató lo diestro que solía ser con el objeto. Dice que en Riobamba había varias tiendas para comprarlos, pero el que más le gustaba era el hecho en madera de guayacán, su costo era de un sucre y la piola se vendía aparte en 20 centavos, cantidad que resultaba cara para un niño de 8 años. Guevara cuenta que trabajó por varias horas ayudando a su padre para conseguir el dinero y que al tenerlo en sus manos practicaba todo el tiempo. Y resultó ser uno de los “mejores” en su escuela. “Jugábamos entre varios niños, apostando 10 centavos, el que más le hacía dormir al trompo o el que le ‘hería’ era el que ganaba, yo era excelente y me encantaba, mi trompo duraba mucho por el material con el que se lo fabricó”.

En la actualidad en Riobamba se observan varios sitios en los cuales aún se puede adquirir trompos. Estos con el tiempo han variado en formas y colores, al principio eran cónicos, y ahora son al estilo “taguas”, es decir puntuados abajo y abiertos en la parte superior. Algunos son de plástico y con luces, mientras que otros siguen siendo de madera y fabricados de forma artesanal.

Los elaborados artesanalmente pueden ser comprados en las cercanías del mercado de Santa Rosa, en un local que abrió sus puertas en 1975, y en el cual la principal materia prima del objeto es la madera de pino y de eucalipto.

En este lugar todavía se los fabrica en tornos rústicos, es decir en una máquina que se le hace girar con el pie por medio de una rueda o manubrio. Este es un trabajo minucioso y que requiere de gusto y concentración.

También existen otros locales ubicados a pocos metros de la estación del tren. En estos lugares no solo se venden los trompos que se comercializan a $1,00 sino otras piezas que involucran a los juegos tradicionales, como las canicas, la perinola, cometas y los famosos yo-yos hechos en madera con una particularidad, en que en cada uno se pinta un paisaje del país.

A pesar de los nuevos juegos de hoy, hechos de plásticos y sobre héroes extranjeros como Han Solo de Star Wars, los chicos de Riobamba aún se inclinan por los trompos artesanales. Una razón para ello es que los docentes del área de cultura física de diferentes instituciones han separado sus horas para el rescate de los juegos tradicionales, mediante la asignatura Aprendiendo el Movimiento. “Nuestro deber como profesores es no permitir que se pierdan estos juegos, la tecnología ha ganado espacio, pero nosotros debemos tratar de que los niños los practiquen, por ello tenemos dentro de la malla curricular proyectos escolares que involucran este tipo de acciones”, señaló Jorge Paredes, profesor de la escuela Amelia Gallegos, de Riobamba.

La respuesta de la ciudadanía sobre el festival del trompo fue considerada favorable, por lo que el INPC indicó que realizarán otros festivales. “Nos sorprendió observar que muchos niños manejan el objeto de una manera increíble, por lo que ahora pensamos hacer festivales que incluyan a la rayuela, las canicas, entre otros, como parte de una motivación”, señaló Sara Silva, directora zonal del instituto.

Hallazgos arqueológicos del trompo en Ecuador

El trompo tiene un origen romano, pero con gran incidencia en las costumbres de los Incas. Se estima que el trompo cautivó a estos pobladores por años gracias a que podían ser lanzados a los aires y se creaban giros fantásticos.

Esto lo corroboran los recientes hallazgos arqueológicos en las ruinas de Pillahua, comunidad Chibuleo de Ambato (Tungurahua). En este sitio se encontró una figura que se asemeja al trompo de madera que se conoce tradicionalmente.

Pero la diferencia es que este es de piedra y para ser impulsado no se utilizaba una piola como en la actualidad sino un palo de madera que se introducía en la parte superior y lo hacía rotar sobre su propio eje.

Hace 20 años los niños de esta comunidad aún los utilizaban para jugar, y los habitantes del pueblo Chibuleo lo denominaron “Trompo Inca”. Debido a estos vestigios y el hallazgo de un camino prehispánico, el INPC delimitó las ruinas para conservarlas. Incluso se encontraron restos de otros juegos como la perinola. Al momento el lugar se encuentra bajo la protección de la comunidad Chibuleo.

“Estos hallazgos nos demuestran un poco de la historia, de cómo se divertían nuestros antepasados y que por generaciones ha llegado hasta la actualidad lo que debe motivarnos a conservar la tradición y no permitir que se pierda”, indicó María Soledad Plaza, arqueóloga del instituto patrimonial. (I)

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