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Mónica perdió 2 hijos, pero halló una familia mayor

Mónica trabaja a diario con niños y adolescentes con diversas condiciones de discapacidad como síndrome Down, parálisis cerebral y otras. Hace 2 años encontró una niña con una padecimiento similar al de su hija.
Mónica trabaja a diario con niños y adolescentes con diversas condiciones de discapacidad como síndrome Down, parálisis cerebral y otras. Hace 2 años encontró una niña con una padecimiento similar al de su hija.
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Es una psicóloga general cuya vida se puede considerar como una paradoja continua. Ayuda a otros a tratar de superar los problemas que conlleva la discapacidad de un familiar, pero ella misma vive día tras día con un dolor latente burbujeándole en el pecho.

Se define a sí misma como una sobreviviente de uno los peores sufrimientos que el destino pudiera depararle a un ser humano: la muerte prematura de los hijos.

A Mónica Paredes, de 45 años, aunque sonríe, es amable y se muestra optimista la mayor parte del tiempo, basta con mirarle directo a los ojos castaño oscuro para comprender que guarda un secreto lacerante. No es muy alta y su forma de andar no delata prisas.

Todo empezó con el amor a primera vista. Hace 28 años se enamoró de Limber Morales, un taxista que todavía recorre las caóticas calles de Ambato y con Mónica comparten el mismo sufrimiento sin sosiego.

Se casaron al poco tiempo de conocerse. Ambos soñaban con una vida tranquila en su nativa parroquia Huambaló, considerada la ‘capital nacional del mueble’ por su incesante producción de enseres de buen corte y diseño.

Es un pueblo rural tranquilo que además es una rica zona agrícola como muchas otras comunidades que están próximas al volcán Tungurahua.

Formaron un hogar y meses después fundaron una familia cuando nació su primogénito, Jaime Fabián. Pero la ilusión se desmoronó definitivamente tras diversos diagnósticos médicos que los enfrentaron con una enfermedad inusual.

El niño padecía de leucodistrofia cerebral. Una degeneración progresiva de la materia blanca del cerebro que causa la pérdida de los movimientos, de la marcha, el lenguaje, la capacidad para comer, la vista, el oído y el comportamiento.

Por lo general, dicen los expertos, los afectados muestran un retraso general en el desarrollo mental y físico.

En 1988, cuando Mónica admitió que su hijo era distinto buscó un médico que lo diagnosticara. Era una época en la que no se sabía mucho de las discapacidades y para muchos eran maldiciones divinas y no condiciones de vida.

Viajaron a Quito, Guayaquil e incluso a la Argentina. Le dijeron que su pequeño padecía un un retraso en el desarrollo piscomotriz y que mejoraría con rehabilitación. No fue así.

Cansada de llorar y desmoronada por dentro, Mónica decidió alternar sus faenas agrícolas con el cuidado de Jaime Fabián. En esas circunstancias el niño cumplió 6 años y sus padres notaron que empezó a retroceder en su rehabilitación. Pasarían 2 años más hasta el nacimiento de Andrea Fabiana.

“Lo descubrí al mes de nacida. Fue mientras la bañaba. Tenía los mismos síntomas de su hermano: movimiento de los ojos y temblor en la cabeza. Me desplomé otra vez”, recuerda Mónica con un hilo de voz.

En 2003, Mónica ayudó a formar la Fundación de Personas con Discapacidad San José de Huambaló. Un proyecto que se concretó en 2004 con ayuda del sacerdote David Moya y del presidente del GAD parroquial de entonces, Isaac Villegas.

Consiguieron la donación de un terreno de 9.000 m² en donde primero funcionó un albergue del MIES para los refugiados del volcán que se reactivó en 1999. Después se adecuaron las aulas de facilitación y habilitación, terapia física e hidroterapia con el apoyo del Municipio de Pelileo y de la Diócesis de Ambato.

En 2007, el centro estuvo plenamente operativo con una inversión de $ 70 mil. Ese mismo año, Jaime Fabián, de 19 años, murió afectado por una pulmonía. Totalmente agobiada, el médico del lugar, José Morales, le dijo: “Tú puedes ayudar desde otro punto de vista”. Mónica entonces decidió acabar el bachillerato.

Luego estudió Psicología en la Universidad Técnica Particular de Loja, pero en 2011, falleció Andrea Fabiana de un paro respiratorio a los 13 años. Pese a esto, Mónica se graduó en 2013. Hoy sigue una maestría en línea en psicopedagogía en la U. de Barcelona. “Mi vida está llena con los niños que necesitan de mí en la fundación”. (I)

En esta sala reciben atención externa personas con discapacidad temporal y definitiva. En la parroquia Huambaló, 45 pacientes concurren a este servicio diariamente.

DATOS

Los beneficiados pagan $ 1 por estos servicios. Este dinero sirve para mantener las instalaciones, los equipos y recursos logísticos.

La hija que murió a los 13 años le dejó a Mónica un dibujo. En este pintó unas gallinas que corren a comer maíz de las chacras.   

En esta fundación trabajan 2 terapistas físicos, 2 psicólogos, 4 educadores y un profesor de música del Gobierno Provincial.

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