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“Mi puesto me costó sangre, sudor y lágrimas”

“Mi puesto me costó sangre, sudor y lágrimas”
19 de marzo de 2018 - 00:00 - Mónica Iturralde

Una fotografía con las imágenes de su esposo y sus dos hijos, Carlos y Rafael, reposa sobre el escritorio que utiliza para despachar sus causas. Y es que a la abogada Annerys Gisella Cerezo Rodríguez, jueza de lo Civil de Guayaquil, ese retrato la inspira todos los días a ser una mejor persona, pero también una gran profesional.

Su trabajo está marcado por una perseverancia inquebrantable. Esas características de su personalidad las recuerda su amiga de infancia y de toda la vida, Mayra Murillo, quien la considera una mujer alegre, inteligente y participativa. “Desde el primer grado hasta sexto año de colegio, Gisella ganó algunos concursos del libro leído”.

Mayra recuerda que hacían juntas las tareas y que una tarde le enseñó a andar en bicicleta. “Aprendió muy rápido”. Ambas estudiaron la primaria y secundaria en su ciudad natal, Quevedo, Los Ríos. Después se separaron, porque Gisella se fue a estudiar leyes a Guayaquil, sin embargo están en contacto, incluso por mensajes de texto.

Pero no se le olvida la quinceañera sorpresa que le organizaron a Gisella con la complicidad de su papá. Ella estaba triste por la ausencia de su madre, Annerys Rodríguez, quien en ese tiempo viajó a Venezuela para cuidar a su abuelita, por eso tomaron un vestido de ella e hicieron confeccionar uno rosado. “Todos sus amigos la esperaron en su casa y la sorprendieron con la fiesta cuando llegó”.

La adolescente cursaba el quinto año de colegio cuando abrió en Quevedo una academia de danza para niñas. Su padre, el licenciado Carlos Cerezo, la ayudó con la condición de que no bajara el promedio de sus notas. “Ella es emprendedora, responsable con lo que se propone y muy ahorrativa, por eso siempre la apoyé”.

Y se siente orgulloso de que su hija haya incursionado en televisión como animadora. Gisella trabajó en el programa Onda Juvenil en un canal de Quevedo y en una radio. Estas actividades la llevaron a estudiar Comunicación Social y, posteriormente, los fines de semana, a seguir la carrera de Derecho en la Universidad Técnica de Babahoyo. A partir de la muerte de su hermano Xavier se retiró del canal y cerró la academia de danza. “El fallecimiento de su hermano la marcó pero la hizo más fuerte para darle aliento, cariño y amor a sus padres, así como para dedicarse a sus estudios”, refiere su progenitor.

Un año antes de partir a Guayaquil, en 2006, Gisella conoció al hombre que hoy es su esposo, el abogado Lenin Zeballos, entonces juez de Familia en Quevedo, hoy director provincial del Consejo de la Judicatura en Guayas.

“A través de un amigo lo conocí cuando estudiaba Comunicación Social en Quevedo”.

En 2007 se instaló en Guayaquil cuando tenía 18 años de edad. Ella continuó con sus estudios superiores y su compromiso con el abogado Zeballos, de origen guayaquileño. En 2009 obtuvo el título de Licenciada en Comunicación Social y al año siguiente se invistió como Abogada de la República. La ciudad del río Guayas le sonreía a Gisella. Tres años consecutivos de logros y éxitos, pero el más importante y sentimental fue el de su casamiento civil con Zeballos, en 2011, un 6 de junio.

Su sueño por la Función Judicial

Gisella se inclinó por la abogacía porque es una profesión independiente. “Uno puede tener la edad que sea y seguir ejerciendo su carrera y ser productivo desde cualquier ambiente. El derecho es apasionante”. Su primera relación con la Función Judicial llega como meritoria o pasante en una sala de un magistrado de la Corte Provincial.

En 2011 se desempeñó como inspectora de trabajo y al año siguiente (2012) se le presenta la oportunidad de ingresar en el organismo como secretaria de un juzgado de Familia en Durán.

Glenda Ortega, jueza de Familia del complejo judicial de Durán, recuerda con alegría los años que laboró con Gisella en el Juzgado Único Sexto Adjunto. “Ella era mi secretaria y formamos un excelente equipo de trabajo, pero además nos convertimos en amigas, pese a que yo puedo ser su mamá por la edad”.

‘Gigi’ le encontraba solución a todos los pedidos judiciales. “A diario llegaban 50 y al año por ser el único juzgado en Durán terminábamos con 2.000 causas. Sin su aporte hubiera sido un caos esa judicatura”.

Bajo la presión de todos los días, ‘Gigi’ se embaraza de su primer hijo, Carlitos. “Improvisamos una pequeña cocina para alimentar a ‘Gigi’ porque su estado de gestación avanzado no le permitía caminar mucho”.

Su bebé nació el 19 de enero de 2013. Dos años después de ese acontecimiento renuncia a su puesto de secretaria para participar en un concurso de jueces de primer nivel.

Esa despedida arrancó lágrimas a la jueza Glenda. “Lloraba porque no quería que se fuera, me costó mucho acostumbrarme a otra secretaria. Ahora hablamos por teléfono e intercambiamos criterios cuando conversamos de los casos que tenemos que resolver”.

Para cuando se abrió el concurso para aspirantes a jueces a nivel nacional, Gisella estaba embarazada de su segundo niño. Ella superó todas las fases y con ocho meses de embarazo inició la formación académica en la Escuela Judicial. Las clases eran de lunes a sábado durante tres meses, de 08:00 a 18:00.  

Un 19 de enero ingresó en la Escuela judicial y cuando intentó pedir permiso para dar a luz a su hijo le dijeron que solo tenía cinco días y que si faltaba seis perdía el concurso. “Eso significaba perder el curso, quedarme sin trabajo y pagar la beca que le daban a los postulantes”.

A Gisella la ingresaron de emergencia en la clínica Alcívar para que le practicaran la cesárea, pero ella salió y fue a clases el sábado. Pasadas las 12:00 de ese día, 7 de febrero de 2015, nació su hijo Rafael.

Al concluir el período de permiso, ella se envolvió en una faja, aún sin retirarse los puntos de la cesárea, y regresó a las clases con el ánimo decaído por dejar a su recién nacido en casa. Faltaban dos meses y cuando quería tirar la toalla ahí estaba su esposo para darle su apoyo, “todo va a salir bien”, me decía.    

Lo más duró de la formación fue la práctica de campo, el acompañamiento junto a los jueces que iban por todas las unidades judiciales. Ese intenso trajín causó que se le abrieran los puntos. “Una noche me sentí la barriga húmeda, me toqué y era sangre; la herida tenía muchos puntos abiertos”. Por eso, dice ella: “mi puesto me costó sangre, sudor y lágrimas”.

El médico no pudo hacer mucho, solo recomendarle descanso, el que no logró cumplir porque estaba en los últimos días del curso.

En esos momentos su esposo Lenín Zeballos la apoyó para que siguiera adelante y alcanzara su sueño.

“Anda, participa, porque estoy seguro de que tú vas a ser la mejor puntuada. Y eso fue lo que pasó. Gisella alcanzó el promedio de 99.4 y se convirtió en jueza de lo Civil de Guayaquil. Ahora ella despacha sus causas desde su oficina del tercer piso de la torre 9 del complejo judicial de la Florida, en el norte de Guayaquil, donde un grupo de jueces se encarga de resolver los casos bajo el Código Orgánico General de Procesos (Cogep). “Me atrae todo lo civil, es un mundo que nunca termina. Quien conoce Civil, sabe todo el ámbito del Derecho”.

La abogada Gisella Cerezo, que atiende un promedio de cinco u ocho causas diarias, se siente más cómoda como esposa, por ello le dedica todos los jueves a su pareja.

RECOMENDACIONES

Siempre uno tiene que estar con el esposo porque al final uno va a quedarse con él; los hijos crecen y se van. Primero mi esposo, segundo mis hijos, que son los dos motores, y después el trabajo, aunque a veces demanda más tiempo.

Creo que el respeto de los hijos hacia los padres hay que imponerlo desde que están pequeños. Los dos marcamos el control en la casa. El papá consentidor y yo el orden. A mí me tocó el papel duro, soy la de los castigos. Así, quiero tener otro hijo y pedir licencia, pero lo planificaré con mi esposo.

Sigo un doctorado en Derecho en la Universidad Mar del Plata, en Buenos Aires, Argentina. Tengo que viajar dos veces al año, son clases presenciales de dos semanas. Nos mandan deberes y uno tiene que cumplir con el tiempo. 

Soy una mujer que no se aferra a nada, después del doctorado me gustaría incursionar en el tema de la cátedra universitaria. Espero darle más tiempo a mi familia. También aspiró en la carrera judicial a llegar a ser jueza provincial.

Desde el 2012 soy servidora judicial y no han presentado quejas en mi nombre. Trato que mis fallos sean motivados. (I)

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