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'Manu' supera su historia de encierro vendiendo tacos, burritos y pasteles
Manuel no se avergüenza de decir que estuvo en la cárcel. Es un detalle que las personas deben conocer de su propia boca y no por ‘chismes de barrio’ que buscan destruir.
“Soy Manuel Agustín Leal Díaz, de 31 años. Nací en Mérida, Yucatán, en México y residí en Cancún toda mi vida”.
Así se presenta poco después de acomodarse en un banco de plástico rosado y tras apoyar los brazos sobre una de las mesas que él mismo fabricó para empezar su negocio, en la manzana 592 de la Cdla. Martha de Roldós, en el norte de Guayaquil.
Ahí, en un callejón de la avenida principal, a eso de las 16:00 arma su puesto para preparar los tacos, burritos y pasteles. Así el joven —que lleva 6 años y 4 meses en Ecuador, de los cuales más de 5 los pasó tras las rejas— busca reinsertarse en la sociedad. Acepta que cuando llegó al país sus ideas solo eran de ganar dinero fácil.
“¿Con qué ideas vine?”, se pregunta mientras el cielo que la tarde del martes estuvo nublado, empezaba a tornarse negro. “Vinimos con la idea de delinquir, esa es la palabra. Íbamos a llevar droga para México y esa era la meta que teníamos”.
En ese entonces Manuel iba a cumplir 25 años y no vino solo, sino con una jovencita. “¿Qué le dijiste a tu familia?”, pregunto. “Bueno, soy diseñador gráfico profesional y le dije a mi mamá que me habían contratado para una campaña publicitaria en Ecuador y que iba a estar unos meses lejos. Ella se comió el cuento. Yo solo quería hacer un viaje”.
Manuel recuerda su pasado, mientras un árabe que vende shawarma junto a la casa que alquila para su negocio entra a llevarse 2 pacas con gaseosas. En la av. principal de la Martha de Roldós hay variedades de negocios, uno junto a otro; sin duda el de Manuel es uno de los más coloridos. La primera clienta llega y con confianza le dice a ‘Manu’ que le dé 2 burritos, “como los de la otra vez”. Mientras los prepara, la chica se lleva a la boca uno de los pedazos de carne o pollo que están en la plancha. Él solo se ríe. “Aquí es bien rica la comida y buena la atención”, asegura.
El relato de Manuel continúa luego de recibir los $ 4 por primera venta. “Pensé que aquí todo sería fácil, pero no. Me descubrieron en el aeropuerto intentando sacar 40 kilos de droga. Creí que todo se podía comprar con dinero y no es así. Quedamos aquí tragados”.
El joven estuvo 5 años y 8 meses en la cárcel. Su sentencia es de 8 años y el tiempo que le resta lo cumplirá con el beneficio penitenciario de prelibertad.
Ledy Zúñiga, ministra de Justicia, explica que esta es una fase en que el interno desarrolla actividades controladas por el régimen fuera del penal.
Para la aplicación a este beneficio el privado de libertad debe cumplir parámetros como estar en un Centro de Seguridad Mínima o en las secciones equivalentes de los centros mixtos o especiales. Haber cumplido al menos las 2/5 partes de la pena impuesta (40%); haber obtenido informe favorable del Departamento de Diagnóstico y Evaluación de acuerdo con la reglamentación interna correspondiente. De enero a junio de 2016 se ingresaron 381 solicitudes, de las cuales 62 se declararon favorables y 271 desfavorables. El resto está en observación y en trámite.
Zúñiga manifestó que este no es el único beneficio penitenciario, también hay rebaja de penas, régimen semiabierto y abiertos. En el período 2015-2016 se ingresaron 2.113 pedidos entre todos los beneficios.
‘Manu’ tuvo una calificación favorable, pues desde que tenía 6 meses en la cárcel empezó a participar en actividades educativas y culturales. Ahí organizó la ‘Peni Champions League’.
Estaba acostumbrado a esa vida hasta que la madrugada del 2 de diciembre de 2014, recuerda, el techo del pabellón donde estaba se llenó de policías.
“¿Adónde nos llevan?”, se preguntaba ansioso. Era a la cárcel Regional. “Cambió nuestra vida de aire acondicionado, pantallas LED, cocina, parlantes, buena rumba, ropa de marca y teléfonos a 4 paredes y 5 camas y un baño al final de la celda”. Al principio estábamos encerrados 23 horas y una hora en el patio hasta que nos acomodaron y empezaron los talleres de rehabilitación. Pasaba con un grupo de teatro cómico y organizó otro campeonato.
Mantiene los recuerdos como una lección de vida. Ahora se enfoca en superarse y en conservar su prelibertad. Debe asistir todos los sábados de 08:00 a 12:00 a la Casa de Confianza de Guayaquil (en el mismo terreno de ‘la Peni’) donde recibe charlas, estudios bíblicos y realiza labores comunitarias. (I)