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Columnas
Lugar a dudas: ¿Militarismo?
Cuando las sociedades se enfrentan al terror que ocasiona la inseguridad, la primera idea que suele venir a la mente para mitigarla es el militarismo: Necesitamos más tropas, más armas, más control y más violencia.
El militarismo es una ideología que establece a las Fuerzas Armadas como la fuente primordial de seguridad, es decir: “si quieres paz prepárate para la guerra”. El militarismo reduce la protección de los valores de la sociedad a tener una fuerza armada firme que los pueda garantizar. Si necesitamos seguridad, si queremos educación, salud, libertad para movilizarnos o libertad de expresión, requerimos de una milicia que nos proteja de las amenazas.
Esta doctrina ha sido históricamente usada y esa misma historia nos ha enseñado que, aisladamente considerada, la cura propuesta por el militarismo es peor que la enfermedad. Ahora que más nos urgen respuestas de las autoridades en materia de seguridad, no podemos admitir que vengan solo desde el militarismo. En la frontera necesitamos desarrollo e institucionalidad.
Esmeraldas no tiene educación superior de calidad, el acceso al agua potable es insuficiente, la presencia del Estado en sus ramas sociales es escaso, el desarrollo económico se ciñe a la explotación de recursos naturales, la cobertura de salud aún no llega a todo el territorio. Por supuesto que el Ejército debe resguardar el orden y encargarse de las operaciones en campo, sería un absurdo negar que son esenciales para retomar nuestra seguridad. Pero nos equivocaremos y la historia ya nos lo ha enseñado, si pensamos que la respuesta se reduce a elevar el pie de fuerza.
Aunque parezca un cliché, la institucionalidad, la fiscalía, la vigencia de los derechos humanos, la justicia, la equidad, la educación, el saneamiento, la conservación del medio ambiente - cuyo sinnúmero de falencias son fáciles de ver en Esmeraldas - y el empleo deben llegar doblando a las tropas. Solo un pueblo educado, con garantías de respeto a sus derechos y con un Estado fuerte respaldando su seguridad y generando oportunidades puede derrotar al crimen.
Ante el terror que hoy infunden los delincuentes, Ecuador debe responder con fuerza, pero sobre todo con institucionalidad. (O)