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Hábitos y conductas
Los problemas de pareja crean hijos enfermos
Los llamados de atención en la agenda escolar de Javier (9 años), alumno de quinto de básica de un colegio privado de Guayaquil, alertaron a sus padres. Algo no estaba bien. Las quejas señalaban que el niño no acataba las instrucciones de los docentes, no copiaba las materias y a veces se salía del aula.
La situación fue más reiterada el siguiente año, cuando el chico, con dificultad, pasó a sexto de básica. Los directivos del plantel solicitaron a sus representantes una evaluación psicológica para conocer el origen de su conducta. En este caso, los informes preliminares concluyeron que las discusiones de sus padres lo estaban llevando al fracaso escolar.
Este es uno de los problemas de conducta más comunes que presentan los niños a causa de las desavenencias familiares. Otras manifestaciones son retraimiento y pocas habilidades sociales, dependencia extrema hacia las figuras parentales (padres); inseguridades y miedos persistentes; el constante incumplimiento de normas y la agresividad verbal o física; baja autoestima; llantos frecuentes y fracaso escolar, explican especialistas consultados.
“Si los progenitores observan que sus hijos tienden a enfrentarse a los compañeros ocasionando conflictos o se enfrentan a los profesores, están de mal humor con frecuencia, tienen respuestas desafiantes o incumplen las normas establecidas en el colegio o en casa, deberían pensar la posibilidad de que presente un problema de conducta que deba ser evaluado y tratado adecuadamente, advierte Nicole Faggioni, psicóloga del hospital Los Ceibos.
La detección rápida es fundamental para tratar al niño y evitar que la conducta perturbadora y conflictiva se establezca como una norma, estilo o hábito de comportamiento en este niño o adolescente.
“En mi experiencia, desgraciadamente, los entornos son muy responsables por esas situaciones. Los padres, teniendo que afinar habilidades en sus hijos, están generando incomodidades en su proceso de aprendizaje”, expresa el psicólogo Jorge Escobar.
Es una situación que hay que prevenir desde la gestación del bebé. El especialista advierte que cuando las relaciones vinculares entre padre y madre son disfuncionales emocionalmente durante el proceso de embarazo, afecta al niño porque lo percibe. Sin embargo, muchos progenitores no están conscientes del daño que le hacen y eso se evidencia en el comportamiento futuro del menor.
Esto ocurre porque “los padres no saben gestionar y autorregular sus emociones y todo eso que el bebé aprendió desde la tercera semana de gestación hasta los 3 años de edad, a través del intercambio emocional de sus padres, se pondrá en evidencia en el resto de su vida”.
Cuando los niños están pequeños les afectan las discusiones porque en los primeros años de vida no se comunican verbalmente, sino a nivel emocional, pues la parte empática está muy desarrollada porque sus neuronas están frescas. Son las primeras que maduran y eso les sirve para conectarse con el mundo.
Faggioni explica que durante la primera infancia, los cuidados familiares que garanticen el desarrollo de actitudes y conductas de comunicación profunda e íntima pueden producir efectos beneficiosos en el niño. “La carencia de este tipo de cuidados y de una vinculación afectiva estrecha, produce efectos negativos que no son fáciles de superar en el futuro”.
Aunque no especifica cifras, añade que los casos atendidos por esta causa son bastante altos. Los padres suelen acudir a consulta con los hijos donde refieren situaciones como: “No sé qué le pasa a mi hijo, antes no era así”.
Luego, al ahondar más en la problemática se destaca una disfuncionalidad en el hogar, motivo por el cual los pacientes presentan estas alteraciones en la conducta. Por este motivo se trabaja con ambos padres y el menor. En estos casos es necesaria una terapia de pareja cuando las peleas son muy frecuentes y en espacios poco comunes. “A esto nos referimos cuando decimos que los niños son participantes de las discusiones de los padres debido a la poca contención emocional que ambos progenitores manejan para la resolución de conflictos”.
Una de las manifestaciones de los menores, cuando están en medio de esas discusiones de sus padres, ocurre mientras se cubre fuertemente los oídos para no escucharlos. “De ese modo el niño se defiende de esas amenazas, cuando debería estar en un entorno hermoso”, explica Escobar.
En lo que respecta a problemas de rendimiento escolar, el especialista señala que puede tener su origen en la falta de atención, pero advierte que es importante establecer lo que realmente sucede, ya que en el 70% a 75% de casos la clave es la separación de los padres que hace crisis en la parte escolar.
Esto también incide en sus relaciones interpersonales, en el posible consumo de drogas y otras situaciones porque, de pronto, el menor está con la “parte vincular pareja y familia” en una sola, es decir que no diferencia entre esos dos roles porque sus padres no le han enseñado. “Eso aumenta el nivel de vulnerabilidad del niño”.
Escobar estima que las atenciones privadas por consumo de drogas y las que son por problemas de conducta, producto del manejo de relaciones disfuncionales parentales, están entre el 70% y el 80%.
En tanto, la psicóloga Luisa Villamar, indica que el 50% de las consultas tiene su origen en los problemas en la pareja. De esa cifra, afirma, del 30% al 40% de pacientes llegan obligados porque lo pide el colegio, lo exige el sistema de justicia (en caso de divorcios y otros) o porque fue derivado a una charla.
“Es algo que no ocurre por iniciativa propia, en la mayoría de casos es porque alguien más nos empuja a ir a terapia”, enfatiza al profesional.
Lamenta que en nuestro país existe “poca salud mental” y añade que nuestra sociedad “recién empieza a evidenciar actos de conciencia en la necesidad de buscar ayuda psicológica”.
Villamar destaca la necesidad de que las familias hagan una profilaxis, es decir realicen prevención de estos malestares. “Pero no ocurre así y por eso la incidencia es alta, pero en función del ámbito escolar y judicial porque las familias priorizan otras cosas”.
A esto se suma que todavía hay muchos “estigmas” en la visita al psicólogo, pues muchas familias creen, erradamente, que acudir donde estos profesionales implica locura.
La psicóloga señala que la mayoría de atenciones se generan cuando los chicos inician clases, ya que es en la escuela donde muestran su conducta muy inquieta y agresiva.
De acuerdo con su experiencia, precisa que los problemas se manifiestan en los chicos desde los 4 años hasta la adolescencia.
Por ejemplo, cuando los padres deben ir a trabajar y dejan al niño con otra persona, es una acción que ya genera cambios en los chicos porque se altera el patrón que se ha seguido. Por eso la importancia de hablarles y de ese modo ir trabajando con ellos para que no tengan una afectación.
Villamar señala que los síntomas que presentan los niños son producto de la enfermedad emocional de sus padres. Cuando una familia pasa por un proceso de divorcio o separación, o uno de los progenitores viaje al extranjero, si hay un cambio de ciudad de residencia, genera malestar en los chicos.
“Si el niño no crece en un ambiente de estrés tendrá una conducta más adaptativa y una postura asertiva. Pero si ha estado expuesto a conflictos y discusiones, ha sido rechazado por compañeros o tiene algún estigma, mostrará más síntomas de inconformidad, ansiedad, depresión y habrá que trabajar su génesis, que es lo que origina el problema”.
En este aspecto destaca la necesidad de una terapia en familia. “Hay padres que mandan a la mamá y él nunca aparece porque aduce que trabaja y no tiene tiempo. Esta actitud hace daño porque no ayudamos con el proceso de recuperación de fortalecimiento de autoestima o la parte emocional. El niño se da cuenta de todo y por eso es primordial que ambos padres estén presentes”. (I)
Recomendaciones
Aprenda a autogestionar sus emociones antes de tener a su primer hijo, y si ya lo tiene y es de las personas que pierde fácilmente la paciencia, maneje las discusiones y eventualidades de manera privada. La mejor manera es con un diálogo oportuno.
Entrénese para generar y desarrollar habilidades de gestión emocional, eso dará a los hijos una vida más cómoda y agradable.
Si los niños han sido partícipes de los conflictos con su pareja y de cierta manera se ven afectados, es necesario conversar con ellos de manera sutil y sin ahondar tanto en la problemática de adultos, ya que hay situaciones que, por el grado de complejidad, los menores no entenderán.
Si va a divorciarse, haga un luto familiar para evitar afectaciones en su hijo.
Respete la edad y salud mental de su hijo. No lo prive de sus horas de juego. No lo rechace cuando quiera hablar con usted, de lo contrario creará un malestar que luego desbordará en conductas desadaptativas. (I)