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Los jubilados conservan sus rincones preferidos

Los jubilados conservan sus rincones preferidos
Foto: William Orellana / El Telégrafo
23 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Cultura

¿Qué tendrán ciertos lugares de Guayaquil que, casi a toda hora, se encuentran llenos de adultos mayores? ¿Tanto poder de convocatoria tienen las palomas de la Plaza Rocafuerte? ¿Será que, de tanto hacer trámites por lograr su bienestar, los ancianos de la Caja del Seguro se habituaron al lugar? ¿Qué esconde la esquina de Boyacá y Nueve de Octubre, la famosa Boca 9, a la que nunca le faltan hombres de cabellera blanca, piel ajada y bastón incondicional?

La mejor manera de descubrir el secreto que los convoca, irremediablemente, todas las tardes, es acudir donde ellos.

Felipe Torres se jubiló hace 10 años y desde entonces acude puntualmente hasta la Plaza San Francisco, desde la que no solo es observado por la estatua impávida del primer presidente del país, sino por miles de personas que ni siquiera saben cómo se llama ni qué hace allí.

“A pesar de las bullas de los carros, ahora pasa hasta la metrovía, me siento bien aquí, acompañado por otros viejos como yo. Nos hemos hecho amigos y compartimos nuestras cosas, cosas de viejos”, dice Felipe, quien suele quedarse hasta las 5 de la tarde, no más allá porque después “no puede coger carro”.

Torres siempre se sienta en el mismo banco. No le gusta cambiar porque desde allí puede ver a toda la gente que pasa y puede reconocer a algún amigo de los pocos que le quedan, “porque casi todos ya se han ido”.

Otro lugar en el que no faltan adultos mayores es la esquina de Nueve de Octubre y Boyacá, en pleno centro de la ciudad.

Tres bancas metálicas sirven de sitio de confluencia. Generalmente, los contertulios son personas que han vivido allí o en las inmediaciones, de tal manera que pueden dar fe de cómo a la ciudad le crecieron rascacielos en un solo “pestañazo”.

Rogelio Peña Valdiviezo (85 años) prefiere el sitio porque, cuando joven, solía distraerse en esas calles donde había una oferta variada para el gozo.

“El arroz con menestra del restaurante Flamingo era una cosa memorable; un poco más abajo los helados de la Casa Blanca también eran especiales”, evoca Peña, sometido a la nostalgia y los recuerdos.

No muy lejos de allí, una acacia les da sombra desde hace varias décadas, como si fuera un viejo amigo. Se trata de un pequeño espacio a un costado de la llamada Caja del Seguro.

Acostumbrados a los trámites que debían hacer por lograr un mejor futuro, aunque sea por pocos años, los jubilados de ese sector decidieron quedarse allí.

Juan Estupiñán es esmeraldeño, pero siempre vivió en Guayaquil y aquí le dio sus mejores esfuerzos a una embotelladora de cola.  A él lo “jubilaron a la fuerza”, pero ya no quiso volver a trabajar porque vio que, ciertamente, tenía que descansar. Y qué mejor manera que hacerlo con sus viejos amigos. (I)

Datos

Dulcería La Palma. A este tradicional lugar de Guayaquil, fundado en 1900, en Escobedo entre Vélez y Luque, acuden muchos adultos mayores. Allí era común ver a escritores como Adalberto Ortiz, Rafael Díaz Icaza e Ignacio Carvallo Castillo.

C.C. Albán Borja. En las afueras de la cafetería Sweet and Coffee, al pie del Supermaxi, un grupo de amigos jubilados se reúnen todas las tardes, infaltablemente, a tomar café y a charlar sobre deporte y política.

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