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Los ciclistas de montaña respiran la ciudad desde sus límites

Los ciclistas de montaña respiran la ciudad desde sus límites
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Varios grupos de ciclistas en distintas horas de la mañana salen sigilosamente de sus casas. Escogen las llantas adecuadas para la ruta, las inflan de acuerdo al peso de su cuerpo, se colocan sus cascos, sus camisetas de poliéster y sus licras ajustadas en las piernas.

Organizan sus equipos y el recorrido que harán antes de que despierte la agitada ciudad, en whatsapp. La dificultad del trayecto depende del grupo humano que sale a pedalear. Utilizan una aplicación que indica los recorridos y comparan sus tiempos con los de otros conocidos. Para algunos cada pedaleada es una forma de superar sus tiempos.

Avanzan todos los días hacia los alrededores de la ciudad, donde se esconden distintos senderos empinados, cercados por la naturaleza silvestre, que a veces se pueden pensar demasiado lejanos o ilusorios. Están en los márgenes de la ciudad y escondidos entre sus espacios urbanizados.

Es viernes. Varios de los ciclistas que integran el grupo de Los Joyeros llegan al lugar de partida: la casa de Carlos. Él es un aficionado al ciclismo de montaña que desde hace cuatro años colecciona bicicletas y las escoge dependiendo de la ruta que toque.

Cuando el terreno es desconocido lleva las ‘gorditas’, unas bicicletas de aluminio, ligeras pero con llantas voluminosas, casi similares a las de una moto. “Esas aguantan cualquier cosa, no se quedan tubo bajo ni te dejan caer”, dice mientras ajusta el resorte de sus zapatos, una plataforma que unida a un pedal pequeño le permite avanzar en cuatro tiempos.

A las 06:30 suena la alarma. Carlos repite. “Seis y media. Ya vamos”. El grupo de hoy no pasa de los diez. Forman una pequeña masa que puedan respetar los carros que transitan por la ruta -aún urbanizada- que les permite llegar  al lugar de su recorrido.

En la actualidad son el único grupo en la cantera de Hanna, nombre que recibe del apellido de su dueño. “El sábado pasado aquí hubo unas 65 personas, no le miento, había que tener cuidado para no toparse con nadie en las curvas”, dice Xavier, otro de los integrantes de este grupo, que ha ido cambiando su forma de vida, al igual que sus compañeros, en los senderos paralelos a la ciudad. El físico y el ánimo de la mayoría de estos ciclistas mejoran cada mañana.

Desde lo más alto de la cantera se ve cómo se movilizan hacia lo cotidiano los habitantes de Daule, Pascuales y Guayaquil. Aquel camino de más de cuatro kilómetros, entrando por la vía a La Aurora, culmina con dos elevaciones que miran hacia el este y el norte, en los límites del cantón. El recorrido está inundado de piedras enormes sin esculpir, atravesado por trampas de ramas secas y raíces afincadas hace cientos de años en la tierra.

Mientras más temprano inicia el recorrido hay más posibilidades de encontrarse en el camino con venados, tigrillos, culebras, ardillas, conejos y gallinazos que sobrevuelan desde temprano la ciudad en busca de su presa.

Esta es una de las cuatro zonas que frecuentan los ciclistas de montaña en los alrededores de Guayaquil. En la vía a la Costa están los campos de la Espol, que también se conectan con el conocido recorrido del 507, una zona aledaña a Cerro Azul, el más elevado del paisaje urbano. La entrada está por detrás de la gasolinera Primax y desde esa zona protegida hay posibilidades de variar el recorrido.

Según Fausto Venegas, un ciclista asociado a varios grupos de la ciudad y uno de los promotores de estos recorridos en la aplicación móvil Strava, desde el 507 es posible conectarse con la ruta de la Espol, bajar por el poliducto y llegar a otras zonas cercanas a la ciudad.

“En el 507 hay 5 km con dos subidas agresivas, lo cual resulta cansado si llegamos a ellas, pues no es un sendero para una persona que empieza a hacer ruta de montaña. Este lugar te ayuda a entrenar mucho, la gente lo coge como una constante para mejorar su ritmo”, dice Fausto.

Cerca de esta zona hay una bajada que la conocen como 508, es un trillo, hay saltos naturales y otros adaptados con rampas. Los más entrenados pueden hacer la ruta entre 15 y 20 minutos y los menos preparados en media hora.

En un lugar más urbano está la ruta habilitada en el Parque Samanes, donde también hay un sendero de 4 km para recorrer con ciertos obstáculos, aconsejable para principiantes.

Cerca de la cantera de Hanna, entre las urbanizaciones La Joya y Villa Club, se esconden otra serie de canteras que aún tienen senderos de caballos. Según Fausto, hay rutas que están en bajada, en zonas inundables; normalmente en invierno hay bastante lodo, pero en verano es tierra seca, hay bastantes piedras, raíces desnudas de árboles. Existen distintos grados de dificultades entramadas por la naturaleza. (I)

DATOS

Los recorridos los hacen personas de todas las edades. En los distintos grupos de ciclistas (Monobikers, LostBikers, Alive, o Los Joyeros) hay hombres y mujeres de 25 años en adelante.

Para iniciar el recorrido es necesario llevar un tubo de repuesto, casco, guantes, agua, bloqueador, frutos secos.

A través de la aplicación móvil Strava se pueden visualizar varias rutas.

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