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Justicia

Las 41 víctimas del caso Traversari ya superaron el miedo

Las 41 víctimas del caso Traversari ya superaron el miedo
Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO
25 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción Justicia

La voz de los adolescentes que fueron víctimas de abuso sexual en la Academia Aeronáutica Mayor Pedro Traversari (Aampetra) esta vez retumbó entre las paredes que durante el año lectivo 2010-2011 fueron testigos de esos vejámenes.

Tomados de las manos de sus madres y excompañeros del sexto C, después de 7 años, caminaron por el patio de la institución ubicada en Chillogallo, en el sur de Quito, buscando la disculpa de las autoridades del plantel por no detectar las atrocidades que el profesor José Luis Negrete Arias cometió en contra de los 41 niños de 10 y 11 años, que, una vez descubierto el hecho, no tuvo el apoyo del establecimiento.

En la misma sentencia que condenó a Negrete a 16 años de prisión. La justicia otorgó al plantel el plazo de un año para expresar una disculpa pública a los niños y sus familias, así como para colocar una placa con la leyenda: ‘En memoria de las víctimas de abuso infantil del sistema educativo’, en el aula del tercer piso donde se cometieron los hechos.

Esa disculpa no llegó. Después de 7 años de luchar contra el dolor y la culpa, de superar la idea del suicidio, los jóvenes y sus padres acudieron al plantel el lunes 19 de junio, a las 10:00, -como estipula la sentencia ratificada por la Corte Constitucional- para recibir esa “reparación inmaterial y el reconocimiento al derecho a la verdad”.

Los ánimos se sobresaltaron cuando el vicerrector del plantel, Guillermo Jaramillo, afirmó que a la institución le importa el bienestar y la seguridad de los niños, y que ofreció su apoyo a las investigaciones. “Mentirosos”, “Se reían de nosotros en el juicio”, “Nos cerraron la puerta”, reclamaron indignadas las víctimas.

Se terminaron los discursos y la fiscal general subrogante, Thania Moreno, junto a la fiscal que llevó el caso, Mayra Soria, abandonaron el colegio. No esperaron la develación de la placa. “No escuché ninguna disculpa pública como ordenan los jueces en este caso”.

Mientras en el antiguo salón del sexto C, que deberá ser exclusivo para charlas de prevención contra la violencia infantil, permanecían las sillas vacías, el pizarrón y, junto a él, la placa.

Entre abrazos y lágrimas, los niños a los que Negrete obligó a comer ají y jabón líquido si se resistían a sus abusos o insinuaban denunciarlo, aquel lunes se retiraron inconformes. “No descansaremos”, “Hoy rompimos el silencio”. Atrás quedó el miedo a las amenazas del profesor, quien atribuyéndose nexos con pandillas juveniles les prometía matar a sus padres y hermanos si contaban lo que ocurría en el aula.

Ahora serán el Ministerio de Educación, la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía los que insistan en la disculpa de las autoridades del plantel, a cargo de Luis Naranjo Paredes.  

A través de un comunicado, Ramiro Rivadeneira, defensor del Pueblo, pidió a la institución que “reivindique el derecho a la reparación inmaterial justa y digna para los 41 estudiantes”, y exige a las autoridades “un ejercicio honesto, responsable y ético en el cumplimiento de la sentencia del Tribunal Penal”.

La Fiscalía intensificó la persecución de los delitos sexuales en el ámbito educativo a partir  de 2011 con la firma de un convenio de Cooperación Interinstitucional con el Ministerio de Educación y el Consejo de la Judicatura. Entre 2012 y 2016 ingresaron 834 denuncias de este tipo, 63 casos más que en el período 2003 y 2010. En 57 hubo sentencias condenatorias.

En 2016, el Ministerio de Educación recibió 356 denuncias por delitos sexuales, de los cuales el 98% está en investigación en la Fiscalía y el 2% obtuvo una sentencia.

El sexto C

La primera vez que Miranda (nombre protegido) pisó la academia Traversari cursaba el cuarto año de básica. En el barrio muchos hablaban del plantel por su amplia infraestructura, clases de computación e inglés. Todo padre busca la mejor educación para sus hijos. Y ella con 9 años ya soñaba trabajar con aviones.

Esos anhelos fueron opacados por José Luis Negrete, el bachiller de 22 años que llegó a dirigir el sexto C tras la renuncia de la maestra titular. Si algo no ha cambiado -afirman los ahora adolescentes- es su mirada, la misma que después de 4 años de permanecer prófugo les permitió reconocerlo a través de la pantalla de televisión, el día de su detención, el 17 de septiembre de 2015.

Día a día, durante un año, los 41 alumnos fueron golpeados, insultados, amenazados y ultrajados por Negrete sin que las autoridades del plantel lo detectaran. Todo comenzó en 2010 con una inocente tarea escolar.

El 20/20 -les dijo el profesor de cabello corto, contextura gruesa y bien presentado- iría para quien realice la mejor autobiografía, que incluyera datos como el lugar de trabajo de sus padres, dónde se educaban sus hermanos y qué les preocupaba sobre su hogar.

“Yo le entregué a mi hija las fotos familiares, le conté hasta la forma en que su papá y yo nos conocimos, todo por presentar el mejor trabajo”, lamentó la madre de Miranda, en una pequeña sala donde comenzó el peor relato de sus vidas.

Con esa información Negrete pudo controlarlos; los obligó a someterse a una serie de vejámenes, acceder a abusos sexuales y, consecuentemente, a ocultar aquello ante sus padres. Todo transcurría en el interior del aula, desapercibida en medio de una academia con alrededor de 1.500 estudiantes.

El bachiller graduado en Contabilidad convenció a los progenitores sobre la necesidad de cubrir las ventanas con cortinas para proteger a sus pequeños del sol. Dos de los niños fueron elegidos para vigilar por las ventanas que ningún docente o padre se acercara al aula.

En una ocasión uno de ellos quiso ‘pasarse de listo’ y conseguir que uno de los maestros los rescatara de ese infierno. Fue en vano. Lo tiró al piso y obligó a los demás a patearlo. Aquel que no lo hacía bien correría la misma suerte.

Otros días usaba la hebilla de su cinturón para azotarlos, siempre sobre la espalda descubierta. Llegó a dividir el aula entre ‘policías’ y ‘pandilleros’ para que se atacaran entre sí.

Pero lo peor llegaba con las clases de ciencias naturales. Usaba videos de pornografía -que fueron hallados en la casa que compartía con su familia el día de su detención-  para ‘explicarles’ sobre el cuerpo humano. Después escogía a algún estudiante para desnudarlo delante de los demás y que reprodujera las escenas sexuales. Con marcadores pintaba sus partes íntimas; a las niñas les tomaba medidas y las tildaba de prostitutas; y al menos a 2 las violó frente a sus compañeros.    

Negrete jamás los perdía de vista. Cuando la psicóloga del plantel preguntó a los pequeños si algo andaba mal, él estuvo allí. En las clases de computación, inglés y cultura física, cuando salían al patio durante el recreo, también estuvo presente.

Uno de esos días, una de las madres llegó para recoger a su hija. Decidió ingresar y la esperó en el balcón del tercer piso. Siempre estaban 2 niños en la ventana. “Cuando me vieron gritaron: ¡ahí viene la mamá de… la mamá de…! Nunca pensé mal como para acercarme a ver lo que ocurría dentro del aula. Al contrario, creí que podía interrumpir la clase y el profesor le llamaría la atención a mi hija”.

Cuando la pequeña salió tenía toda su carita pintada de rojo. Le explicó a su mamá que tuvo que hacerlo para una presentación. En realidad ese día ella se negó a hacer otra de las ‘demostraciones’ que Negrete le pedía y en represalia decidió rayarle la cara con un marcador mientras le gritaba que era una prostituta.

Hablar de eso resulta difícil para los padres. A partir de la sentencia de la Corte Constitucional, avalando la decisión de la justicia, decidieron contar su historia para liberarse  del dolor que cargaron por tantos años y pedir la intervención de las autoridades de educación para prevenir hechos como aquel.

La confesión

“Mi hija se arrodilló aquí, en esta misma sala. Me dijo: ‘Mamita, perdóname, quería morirme yo, pero no mi papá’. En ese momento mi esposo estaba muy enfermo y este profesor le decía a mi hija que si contaba algo, su padre moriría de un paro cardíaco”, recordó la madre de una de las pequeñas que fue violada por Negrete.

Tal fue la presión que el profesor ejerció sobre los 41 niños que el año lectivo concluyó sin denuncias y las autoridades del plantel lo promovieron junto con el grupo a séptimo C para el período escolar 2012-2013.  

El temor a continuar con esas prácticas y tras las sospechas de uno de los padres, uno de los pequeños se atrevió apenas a contar el maltrato físico que recibían. La alerta se encendió entre los demás y las autoridades de la academia Traversari se comprometieron a investigar.

Allí iniciaron los peores 15 días de su corta vida. La violencia y las amenazas se intensificaron hasta que Negrete no logró controlar la situación y fugó en octubre de 2012, luego de que el rector Luis Naranjo aceptara su renuncia.

Durante esos 15 días, contó otra de las madres, sin poder contener el llanto, cómo su hija le imploró que firmara una carta de respaldo para el profesor y le pidió que convenciera al resto de padres a hacer lo mismo.

Es que Negrete llamaba por teléfono a los domicilios de los pequeños para amenazarlos con matar a sus progenitores si no lograban que permaneciera en el plantel. También los hacía sentirse culpables ante la posibilidad de que si lo cambiaban a otra aula, más niños sufrirían lo mismo que ellos.

Ese lunes, 18 padres se reunieron en esa pequeña sala para escuchar el peor relato de sus vidas. “Había llantos, ira, nos sentíamos destrozados, culpables”, manifestó una de las madres, quien aún se lamenta por el día en que recibió a Negrete en su casa bajo la excusa de que quería conocer el entorno de sus alumnos, así que lo invitó a compartir la mesa con ellos.  

Llegar a una sentencia tomó 4 años. En marzo de 2016 la justicia lo halló culpable. Uno de los testimonios presentados por la Fiscalía señala que en las clases de ciencias naturales, todos los días, una niña de 9 años era una de las modelos con las que dramatizaba el contenido de los videos pornográficos que les mostraba. Ya en séptimo año, le impidió salir al recreo para quedarse a solas con ella. Le dijo que ya se había salvado en sexto, que este año no, entonces le bajó los pantalones y consumó el abuso sexual.

Cada testimonio fue desgarrador y Negrete siempre se declaró inocente. Al momento enfrenta otro proceso también por violación a otra de las exalumnas del sexto C y su pena podría incrementarse.

Las autoridades de la academia Pedro Traversari aún no han ofrecido una disculpa a las 41 víctimas de abuso sexual en el período 2010-2001, como establece la sentencia. Foto: Carina Acosta / EL TELÉGRAFO

En recuperación

Tras la sentencia de Negrete, las familias reconstruyen sus vidas. El proceso no ha sido fácil, pero han vuelto a sonreír. “Mi hija quiere ganarse una beca y salir del país, no importa a dónde”, comentó una de las madres.

Otra de las jóvenes (hoy bordean los 16 años) también hace planes fuera de Ecuador y quiere llevarse consigo a sus hermanos por temor a que puedan sufrir lo mismo. “Nosotros solo podemos apoyarlos, no importa lo que decidan, seguiremos con ellos”, aseguró otra de las mamás.

La fiscal Mayra Soria llevó adelante el caso y fue la promotora de una reparación integral para las víctimas. Enfatizó que cualquier persona que atraviese por un hecho similar debe denunciar si alguien, con sus acciones u omisiones, está afectando su integridad.

Para garantizar el bienestar del estudiante, el protocolo del Ministerio de Educación determina que el docente o psicólogo del plantel tiene que escuchar el testimonio del infante sin cuestionarlo y solo el personal competente puede corroborar esa información, a través de los departamentos de orientación estudiantil, y denunciarlo ante la Fiscalía.

“El caso Aampetra nos sirvió para reflexionar que no es suficiente con la sanción a José Luis Negrete, sino que todos somos responsables de la prevención y nunca debemos olvidar estos casos. Este nos ayudó a identificar que el sistema educativo tiene falencias y que hay rectores que no están preparados para asumir estos retos”, sostuvo la fiscal que ha conocido casos de abuso sexual con más frecuencia de lo que quisiera.

Confía en que a futuro Ecuador cuente con un sistema que permita detectar a cualquier persona que sea investigada por un delito sexual en contra de menores de edad, como sucede en Estados Unidos. Así no podrán volver a ejercer la docencia ni a sentarse en las cercanías de una escuela o guardería.

“Por ejemplo, si un residente en Estados Unidos acusado de pedofilia llega al país, la embajada notifica a la Fiscalía los datos de la persona para hacer el seguimiento del caso”.

La pregunta frecuente cuando casos como este se presentan es: ¿Cómo los padres no se dieron cuenta? Soria es enfática en señalar que no siempre las víctimas de violencia sexual provienen de hogares disfuncionales.

“En este caso son padres que aman a sus hijos, que jamás los dejaron solos, siempre estuvieron pendientes de ellos. Pero en una relación maestro-alumno existe una condición de poder... En una institución educativa los padres asumen que el profesor tiene un conocimiento muy amplio de las asignaturas y que reúne las condiciones para transmitirlo a sus hijos. Los progenitores esperan tener una buena relación con el docente porque no quieren que haya repercusiones con el hijo cuando ya no pueda acompañarlo en el aula. Es decir, el profesor tenía el poder para amedrentarlos”.

Precisamente, el caso Aampetra evidenció las debilidades del sistema educativo para atender con celeridad este tipo de casos. A través de una resolución ministerial, en atención a la sentencia judicial, se dispuso que todas las instituciones, públicas y privadas, observen los más altos estándares de control para la selección del personal docente y administrativo que ingrese a laborar en estos establecimientos.

Ante ello, el ministerio se comprometió a seguir implementando los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE) a escala nacional y a capacitar a la comunidad educativa en protocolos de acción frente a hechos de violencia.

Otra de las propuestas es  crear entornos de confianza y campañas de difusión que insten a denunciar el acoso en cualquiera de sus formas. Para ello, esa cartera de Estado recomienda hacerlo a través del Servicio Integrado de Seguridad ECU-911; los distritos educativos, Fiscalía y el portal www.educarecuador.gob.ec.

El subsecretario de Educación, Gian Carlo Drouet, indicó: “Toda autoridad que conozca de algún caso tiene que informarlo inmediatamente al personal de Consejería Estudiantil. Sea cual sea el resultado del análisis, este no queda a discrecionalidad del DECE, tienen que explicar el hecho y a los padres del alumno para que dirijan a la Fiscalía su denuncia”.

Reiteró que las denuncias por agresión sexual quedan completamente en el ámbito de la justicia ordinaria y el Ministerio de Educación debe garantizar que administrativamente se haya cumplido un debido proceso y establecido medidas de protección para el menor.

Mientras tanto, trabajan en políticas de prevención en las instituciones educativas. (I)

DATOS

El apoyo psicológico. El protocolo del Ministerio de Educación establece que el Departamento de Consejería Estudiantil debe recibir el testimonio del niño que haya sido víctima de abuso.

El establecimiento educativo está obligado a notificar el hecho a los padres del niño afectado y direccionarlos a la Fiscalía para presentar la denuncia.

Las autoridades del plantel deben separar al docente del menor afectado mientras se desarrolla la investigación. (I)

El lunes 19 de junio, los exalumnos del sexto C y sus padres asistieron a la colocación de la placa en memoria de todas las víctimas de abuso infantil del sistema educativo. Foto: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO

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Punto de vista

"Hay que trabajar en la inteligencia emocional"

Existen 3 estructuras de la personalidad base: neurosis, perversión y psicosis. En la neurosis estamos todos, pero un profesor decía que el neurótico sueña lo que el perverso hace. En la perversión  están los psicópatas, sociópatas... En la perversión no existe una alteración de la conciencia ni la voluntad sino la relación social, la empatía y la capacidad de generar afectos. La mayoría de agresores están dentro del espectro de la perversión y presentan rasgos narcisistas, disociales y una carencia de empatía.

Es decir, el agresor no ve al otro en función de un ser humano, lo ve como una cosa. Ellos cosifican a los demás, son muy manipuladores. Entendamos que mientras la persuasión es racional, la manipulación es afectiva, y los niños son vulnerables y fáciles de manipular. La única forma de evitar estas situaciones es trabajar en temas de prevención con los niños a través del desarrollo de la inteligencia emocional para que no callen cuando algo así suceda. El sistema educativo está mal enfocado porque regulariza tanto que reduce al niño a un número más, en el que ellos pierden su individualidad, que es lo único que lo podría ayudar a rescatarse a sí mismo o a los demás de una agresión como esta.

En el caso de los agresores sexuales se ha detectado que tuvieron la carencia de una figura paterna (sea el padre, un abuelo o familiar) y de la atención en su familia. La mayoría de agresores sufrieron la  sobreprotección de sus madres o el descuido. Pero está claro que nadie se vuelve loco de la nada. Siempre hay una razón, siempre es la suma de muchos factores.

En el caso del docente que agredió a los niños, seguro comenzó primero en su cabeza y alcanzó a manipularlos uno por uno porque estudió sus debilidades. Por otro lado, hubo fallas en el proceso de selección de personal del plantel que no logró detectar esos rasgos de su personalidad. (I)

Pilar Chiriboga
Psicóloga clínica y Directora (e) del Instituto de Criminología de la UCE  

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