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La sociedad cambió y entre los esposos debe haber igualdad

El anhelo de una importante mayoría de mujeres en el mundo es consolidar un hogar y convertirse en madres. Aquello conlleva un sinnúmero de obligaciones al interior de la familia que nace, pero que de ninguna manera puede violar sus derechos fundamentales.

Las progenitoras de hoy no tienen las mismas ideas que las del pasado, cuando prácticamente estaban solo para cuidar a los hijos y atender las labores domésticas. Ahora, estos seres capaces de generar vida demandan una mayor equidad en todas las tareas que deben cumplirse en el seno familiar. El trabajo en casa no puede recargarse solo hacia ella y tiene que estar compartido, en igual proporción, con el padre. Solo así las sociedades, entre ellas la ecuatoriana, podrán demostrar que las cosas han cambiado.

Ser madre no es sencillo. A ella le toca sufrir durante 9 meses una serie de cambios hormonales, físicos y emocionales antes de traer un niño o niña al mundo. Incluso, una mujer asume el riesgo de perder la vida durante el embarazo. Ser mamá es también dar de lactar más de un año y que sus pezones casi que se desgarren, con tal de alimentar a su vástago. A nada de esto se exponen los hombres. Ahí está la importancia de comprender en toda su magnitud lo que significa ser fuente de vida.

Del lado de los varones hay una responsabilidad que ya no puede pasar desapercibida. Ellos tienen la obligación de colaborar con la mujer que está trayendo a su hijo al mundo. Esto no solo pasa por lo económico o lo material. Supera todo eso. Aquel será uno de los tantos ejemplos que dejarán a sus hijos. Un legado de valores que –es de esperarse– trascienda de generación en generación. (O)

HENRY ANDRADE JIMÉNEZ
Editor SD
[email protected]

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