Hace cincuenta años, Cuenca era una ciudad ‘enclaustrada’. Sus habitantes se recogían en sus hogares luego de las 19:00 y sus calles quedaban desiertas.

Caminar por el centro histórico, como dice Manuel Villavicencio, un cuencano de 75 años,  “daba miedo porque nadie aparecía en la ciudad”.

Y es así como Cuenca se fue desarrollando. El transporte público aparece por la década del 70, pero es muy rudimentario y con pocas unidades, aunque sirve para que los habitantes puedan movilizarse. El costo del pasaje era de un sucre y los pocos buses trabajaban solo hasta las 18:00, según el presidente de la Cámara de Transporte de Cuenca, Wilmer Bravo.

Actualmente la ciudad tiene 475 unidades y laboran 16 horas al día en diferentes rutas.

En el aspecto religioso, la urbe estaba muy adentrada en el catolicismo y para sus habitantes el no asistir un domingo a misa era un verdadero pecado que solo era perdonado acudiendo al cura de la iglesia más cercana para confesarse.

“Mi madre me llevaba a la misa del Señor de la Buena Esperanza a las 05:00; teníamos que subir caminando porque vivíamos por el barrio El Vergel, al sur”, dice Manuel Freire.

La misa se realizaba en la Catedral Vieja, que hoy se ha constituido en un museo religioso.

Las procesiones con las imágenes por las calles de Cuenca el Viernes Santo eran muy concurridas, según el jubilado y fotógrafo Luis Bermeo.

A tal punto llegaba la devoción, dice Bermeo, que cuando había graves sequías en la ciudad traían la imagen del Señor de Girón desde el cantón del mismo nombre para pasearlo por la población en busca de que caigan las primeras lluvias. Muchas veces coincidía o era un ‘milagro’.

En las décadas del 60, 70 y 80 la urbe fue muy rebelde para muchos ciudadanos.

Marco Jara recuerda que dentro de la Universidad de Cuenca nacían los líderes políticos y desde allí una ‘defensa del pueblo’. Esos dirigentes llevaban a ‘luchar’ contra los gobiernos que elevaban el precio de los combustibles o fijaban nuevos impuestos. “Ahora se ha perdido eso, ya no hay adalides que valgan la pena”.

Según él, al ser una ciudad rebelde, “ponía y botaba presidentes”. Recordó que allí nació la sublevación contra el presidente José María Velasco Ibarra para que saliera del poder. “En ese tiempo éramos berracos (fuertes, sin miedo) y luchábamos en las calles contra la Policía y el Ejército”.

Para muchos, el nacimiento del club Deportivo Cuenca rompió esquemas y tradiciones en la localidad. El cuencano ya no madruga a misa, sino al estadio, incluso desde las 02:00 hace fila para ingresar a ese recinto, situación que molesta incluso a los sacerdotes.

El equipo comienza a generar nuevos medios de desarrollo porque con él aumenta también el turismo local.

El cuencano actual

Si bien el morlaco, como también le llaman, se ha modernizado, quedan rezagos del pasado. Los padres aún llevan a sus hijos a las misas dominicales, pero ya no como antes; lo que no ha cambiado es que aún tienen la posibilidad de almorzar en casa padres con hijos, cosa que no sucede en las grandes ciudades.

 Para el catedrático universitario Oswaldo Encalada, Cuenca no se ha quedado estancada en el pasado y se ha metido también en la modernidad.

Los jóvenes están inmersos en la tecnología. Hasta la Municipalidad extendió el servicio de internet gratuito por 19 parques de la ciudad para dar facilidad a las personas. Aunque los mayores de 50 años continúan yendo a misa, toman un café en horas de la tarde con el sabroso pan cuencano y se recogen en sus hogares temprano en la noche. 

Según Encalada, Cuenca fue creciendo y en este contexto el ciudadano también cambió sus hábitos, incorporando otras costumbres o simplemente apegándose a la globalización.

“Pero eso de almorzar juntos es una tradición que no  quiere alejarse y que todavía se da en pocas ciudades”.

Para la directora de la fundación Turismo para Cuenca, Tania Sarmiento, la ciudad evolucionó y dejó esa época de convento. La presencia de extranjeros y también de turistas locales le da otra forma de vida.

“Las cafeterías ya no son solo de fin de semana; a todo esto se suma la seguridad que existe en esta urbe”. Ahora el cuencano genera economía, sale a los bares y restaurantes, lo que la convierte en una ciudad más activa con las diferentes propuestas que presenta.

“Hace unos 17 años unos turistas salieron al centro de urbe a las 19:00 y a las 19:45 ya estuvieron de regreso. Cuando les pregunté: ¿qué pasó?, respondieron sorprendidos con otra interrogante: ¿En la ciudad (las calles estaban vacías) hay algún toque de queda?”.

Según la directora de Turismo, la población ha cambiado. Ahora el cuencano tiene otro estilo de vida con los bares, las discotecas y el comercio. Falta que los museos, las iglesias y el mismo comercio abran las puertas hasta un poco más tarde en la noche y, sobre todo, los fines de semana.

Hay una particularidad en los cuencanos y es que ahora cuidan su salud. En varios parques se han ubicado juegos biosaludables que permiten a los ciudadanos ejercitarse; también se han implementado las bailoterapias de la Municipalidad y la Prefectura. 

Al parecer, esto no es suficiente, ya que los citadinos madrugan para ejercitarse. Desde las 05:00 ya están trotando o caminando por los parques y avenidas.

Alrededor de las 06:30 ya casi no hay deportistas en los espacios verdes; todos se han retirado para regresar a sus hogares e ir a la oficina.

“Es una forma incluso de desestresarse del trabajo y esto ayuda a mejorar el sistema nervioso”, asegura el entrenador Santiago Supliguicha. 

En diversión, Cuenca actualmente tiene más de 100 bares y restaurantes, la mayoría de ellos ubicados en la Calle Larga, avenida Remigio Crespo y también en el barranco del río Tomebamba. La ciudad tiene gran movimiento en la noche, desde los jueves hasta los sábados.

Una histórica fundación

Cuenca fue fundada hace 460 años, el 12 de abril de 1557, por el capitán Gil Ramírez Dávalos, de acuerdo con lo que dispusiera el marqués Andrés Hurtado de Mendoza, virrey de Perú.

Las páginas de la historia refieren que en las jornadas de fundación con Gil Ramírez Dávalos estuvieron personajes como Juan de Salinas y Loyola, Rodrigo Núñez de Bonilla, Andrés Pérez de Luna, Gonzalo de las Peñas, Antón de Sevilla, entre otros españoles.

Además, los caciques Diego y Juan Duma, Luis y Hernando Leopulla, estos dos últimos nativos de la antigua ciudad de Tomebamba.

“Andrés Hurtado de Mendoza delegó gobernador de Quito a Gil Ramírez Dávalos, para que viniera a Tomebamba, la recorriese y, luego de ello, escogiese el mejor sitio y que, una vez seleccionado, procediese a fundar la población, que luego se llamó Cuenca en homenaje a la ciudad nativa del virrey Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete, quien naciera en Cuenca, España, provincia de Castilla”.

El antiguo nombre de Cuenca, como parte de la jurisdicción cañari, fue Guapondélig. (I)

Cuenca aún mantiene su fe católica muy enraizada entre sus habitantes

Dentro de la modernidad que tiene actualmente Cuenca, una de las tradiciones que aún está en pie es la procesión religiosa con el ‘Santísimo’. Si bien ya no tan nutridas de fieles como hace 30 años, pero forman parte del culto que los cuencanos han tenido por siempre.

“El serrame fue algo muy solemne”, indica el catedrático de la Universidad del Azuay, Oswaldo Encalada. Este evento religioso consistía en una procesión, en particular alrededor de la basílica, con cantos y alabanzas para venerar a Dios en los altares. Una particularidad que hasta hoy se mantiene es ver a los vendedores de empanadas de viento junto a la iglesia. “Donde están estas personas, uno se da cuenta que puede entrar a la iglesia un momento para alabar a Dios”, dijo la ciudadana María Chaca. (I)