Ecuador, 13 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

Tendencias

La historia cobra vida en el Arqueomuseo de Picoazá

La historia cobra vida en el Arqueomuseo de Picoazá
Foto: Leiberg Santos / EL TELÉGRAFO
05 de marzo de 2017 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

Portoviejo.-

Lo que empezó como un trabajo casual como restaurador de imágenes religiosas se convirtió en el nexo para que Ernesto Pin se vincule al área de la arqueología. Desde hace cinco años este picoazo se dedica a restaurar piezas de lo que fue la cultura Manteña (900-1534 d.C.).

Con lupa en mano, día a día intenta unir fragmentos para descubrir artículos que eran utilizados por quienes estuvieron asentados en la histórica civilización. Él es parte de los moradores de Picoazá que trabajan en el proyecto Cerro de Hojas-Jaboncillo, ubicado a 10 minutos del centro de Portoviejo.

Este museo de sitio ahora cuenta con su Arqueomuseo, a través del cual la ciudadanía puede observar el trabajo de los arqueólogos sobre los descubrimientos de las costumbres de la Cultura Manteña.

Tatiana Hidrovo, directora del Centro Cívico Ciudad Alfaro (institución que dirige el proyecto), destaca que esta civilización era muy adelantada para su época. Entre sus logros, manifiesta, está el haber creado unos silos, en los cuales podían preservar los alimentos “con una especie de tecnología de sellado al vacío”.

Esto les permitía comerciar productos, que los movilizaban en balsas -como el spóndylus- entre las civilizaciones de la época, desde México a Chile.

En el museo hay piezas muy pequeñas, las que los visitantes pueden observar con lupa. En cada espacio está especificado para qué eran utilizados estos implementos. Foto: Leiberg Santos / EL TELÉGRAFO

Enseñanzas interactivas

A través de imágenes, piezas restauradas y animaciones, los asistentes al Arqueomuseo pueden aprender sobre la importancia del cerro Jaboncillo en la Cultura Manteña.

“(Los habitantes de la localidad) cumplían una especie de rol de capital ideológica política. Hay que relacionar esto con el intercambio cultural a larga distancia, a través de la balsa, con el spondylus como uno de sus productos principales”, cuenta Hidrovo.

Las sillas manteñas, que denotan liderazgo de la época, solo se encuentran en el cerro. “Este lugar era un centro político con una producción casi industrial. Su primer desafío era abastecerse de agua. Ellos decantaban el líquido de los cerros, así aseguraban la producción de tintes con ovos, café... todo eso fue analizado por el arqueólogo César Veintimilla. Ellos exportaban telas de gran calidad, con un intercambio a gran escala”.

El museo expone videos que acompañan a piezas singulares como la del felino. También explica el proceso de producción de textiles y su coloración.

Una parte importante es la reproducción de la casa de un señor principal y el hallazgo del taller de las sillas manteñas. También en el museo se puede conocer los fragmentos de los comales, un sistema de cocción de una de las gastronomías más peculiares de la Costa, basada en maíz y maní.

Un impulso para Picoazá

Los empíricos investigadores locales se formaron en un grupo de trabajo con el arqueólogo Florencio Delgado, quien los adentró en la investigación formal sobre la importancia de la zona en el desarrollo regional.

“Como teníamos idea y conocíamos el cerro nos contrató como guías de los sitios arqueológicos. Aprendimos mucho más que las historias contadas por nuestros ancestros”, destaca Pin, quien además de restaurador es guía en el Arqueomuseo.

Para Hidrovo, el haber recuperado este espacio significa mucho para la localidad. “Nuestro Gobierno ha pagado una deuda histórica, porque a Picoazá se le devuelve su importancia. Con esto se les da una oportunidad de desarrollo, de justicia social. Por ejemplo, aquí no habían calles, además nuestro Gobierno los abasteció de agua”.

Hidrovo resalta que el Arqueomuseo significa un gran desarrollo para el turismo cultural. “Somos el mayor yacimiento en tamaño de la arqueología de Sudamérica. Por ejemplo, Machu Picchu tiene 100 hectáreas y este 3.500. Es una pirámide, con barrios a diferentes alturas y un manejo del agua en una zona seca. Más o menos eran 50 barrios, con cerca de 10.000 personas”.

Las explicaciones sobre las costumbres ancestrales se realizan de manera interactiva, con animaciones y videos ilustrativos. Foto: Leiberg Santos / EL TELÉGRAFO

La ciudadanía disfruta del sitio

Para la pequeña Yamilé Flores es su primera vez en un museo. Ella está impactada por las piezas que ve. Además, atiende las proyecciones animadas que se muestran en las paredes sobre la historia Manteña.

“Todo está muy bonito, me gustan mucho las sillas”, dice con algo de vergüenza la niña, de 7 años, quien llegó hasta Picoazá procedente de Las Pampas, Montecristi.

Kleper Orellana es otro de los portovejenses que se muestra complacido con la obra. Se desempeña como profesor de comunicación en el área de Ciencias Básicas de la Universidad Técnica de Manabí (UTM).

Acudió al museo junto con 43 de sus estudiantes de nivelación de Investigación y Comunicación para mostrarles la importancia de saber sus orígenes. “En ningún otro lugar podríamos encontrar un museo de esta calidad. Hay algo que me sorprendió y es que varios de los estudiantes nunca habían entrado a uno de estos sitios”.

El docente, quien trabajó meses atrás en el proyecto Jaboncillo, expresa que acudir a este espacio ayuda a los estudiantes a que fortalezcan su memoria. “Ellos deben saber la construcción de la identidad manabita y ecuatoriana, para que no solo se destaque el orgullo por (la lucha) luego del terremoto o las elecciones, sino que conozcan sus raíces. Este lugar tiene bastante potencial”. (I)

DATOS

En 1906, el arqueólogo norteamericano Marshall Saville encontró vestigios de una gran ciudad, que constituyó, probablemente, la capital del estado manteño, que tuvo vigencia del año 900 al 1534 D.C.

Debido al descuido de varias de las autoridades de turno, en 2009 el espacio (3.500 hectáreas) fue declarado Patrimonio Cultural de la Nación.

El cerro está situado a 640 metros sobre el nivel del mar y ocupa el valle del río Portoviejo. (I)

Ernesto Pin trabaja desde hace 5 años en el proyecto Ciudad de los Cerros de Hojas y Jaboncillo. Entre sus funciones está el restaurar todo tipo de piezas. Foto: Leiberg Santos / EL TELÉGRAFO

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media