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Jonathan usa el bono para levantar su casa

El padre de Jonathan cobró ya el primer mes del bono de acogida.  Le dio el dinero al joven para que levantara un cuarto en un espacio  de su casa. El chico dice que es un gran beneficio.
El padre de Jonathan cobró ya el primer mes del bono de acogida. Le dio el dinero al joven para que levantara un cuarto en un espacio de su casa. El chico dice que es un gran beneficio.
Rodolfo Párraga / El Telégrafo
05 de junio de 2016 - 00:00 - Vivian Zambrano Macías

María Luisa Moreira está en la casa de su nieta Jahaira Arteaga a raíz del terremoto, en la parroquia Andrés de Vera, de Portoviejo. La joven fue una de las primeras personas en cobrar el bono de acogida.

Su mirada parece perderse mientras piensa. Aura María Luisa Moreira (88) lleva un pañuelo a su cara y seca sus lágrimas. Así son la mayoría de sus tardes en el portal de la vivienda de su nieta Jahaira Arteaga que la acogió luego del terremoto del 16 de abril.

Esta octogenaria portovejense no resiste saber que la morada que construyó junto con su esposo (fallecido hace tres décadas) hace 60 años y en la cual crió a sus 10 hijos haya sido demolida. Era de construcción mixta (ladrillo y madera con zinc) y estaba ubicada en la calle 26 de Septiembre, por el parque El Mamey en Portoviejo.

Jahaira (33 años) la consuela. Conversa con ella sobre todo del presente. Fueron los hijos de María Luisa quienes acordaron que la joven la tenga, porque las dos siempre han sido bien unidas y es quien ha estado viviendo más cerca de ella. “Yo estuve fuera del país y siempre la llamaba, estaba pendiente de ella”.

El pasado 26 de mayo acudió con su abuela a una de las ventanillas de BanEcuador y retiró los $ 150 del bono de acogida ($ 135 y $ 15 para pago de servicios básicos) que da el Gobierno Nacional a las familias acogientes. “La atención fue inmediata y muy buena”, lanza Jahaira, quien habita en la parroquia Andrés de Vera. Considera que no hubo complicaciones para acceder a este beneficio temporal. “Fue algo sencillo llenar una ficha y presentar la copia de la cédula”. Ya su abuela consta en el Registro Único de Damnificados (RUD).

Al instante que habla Jahaira su abuela comienza a llorar y entre sollozos recuerda que el día del terremoto en su casa había unos 15 familiares que se alistaban para acudir a la iglesia La Merced donde se iba a desarrollar la misa, por los quince años de una bisnieta. Entre ellos estaban 4 hijos que viven fuera de la provincia. Su hijo Ramón, que habita en Esmeraldas, la cogió para que no bajara y la abrazó.

Luego todos bajaron y se fueron al frente de la vivienda. Desde allí María Luisa observó su casa cuarteada a la que con el paso de los días le colocaron el sello rojo que significó la demolición.
“Todo quedó en nada, la fiesta y la vivienda”, rememora la octogenaria. Desde allí pasó a quedarse en un refugio que inmediatamente se levantó cerca de su casa. Nunca estuvo en el albergue oficial porque al final decidió vivir con su nieta.

Jahaira, quien esta semana estuvo delicada de salud, explica que su abuela pasa llorando porque se acuerda de su casa. “El terremoto le ha arrancado parte de su vida. Antes veía la casa parada y ahora que la demolieron se aflige, solo está el terreno”.

La joven acordó con su abuela tomar parte del bono de acogimiento y seguir con papeleos. “Eso se lo destino a ella. Es una ayuda para la movilización en las gestiones que se realiza para que logre tener una casa”, dice.

En estos días se ha acercado a las oficinas de la regional del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi), donde le explicaron que esté pendiente, más aún porque la octogenaria está en el RUD. “Nos dijeron que debemos esperar la llamada del Miduvi”.

Jahaira le ha dado un cuarto a María Luisa donde tiene las cosas que rescató de la vivienda ya demolida. Le ayuda a subir las escaleras para ir a la planta alta. Ella la contempla y ve que en su abuela hay esas desesperadas ganas de ver paradas las cuatro paredes de su casa. Es lo que la reconfortaría, añade.

María Luisa se levanta de su asiento y pregunta: ¿tendré mi casita? En ese instante indica que esa interrogante es la que ronda más en su mente, pero asegura que pondrá bastante fe porque fue una de las primeras habilitadas con el bono de acogida.

En otro punto de la ciudad, por el sector del colegio Uruguay, Jonathan Cedeño recoge escombros de una parte de la casa de sus padres que tumbó para hacer un cuarto y dormir junto a su esposa e hijo. El joven de 20 años alquilaba un departamento de una vivienda que colapsó y que estaba ubicada a pocas cuadras de la casa de sus familiares.

Pasó a albergarse en el refugio que se levantó en el colegio Uruguay. Permaneció cerca de mes y medio. Este mecánico recibió la visita de personal del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) que llegó a socializar el tema de los beneficios que da el Gobierno con bonos temporales y se interesó más por el de acogida que por el de alquiler.

Le ayudaron a salir del refugio el pasado 25 de mayo, se alojó en casa de su padre, Manuel Cedeño, quien cobró el bono de acogida. Tanto Manuel como Jonathan pactaron usar ese dinero para los arreglos destinados a hacer el cuarto.

Jonathan agradece a Dios que el día del terremoto haya estado en casa de sus padres, donde siempre dejaba a su esposa e hijo mientras iba a trabajar. Ya por las tardes, pasaba recogiendo a su familia para regresar a la vivienda alquilada. Espera que en el acompañamiento que va a dar el Gobierno en estos seis meses logre ser favorecido con una vivienda. Además aspira a encontrar un trabajo estable.

Su mamá, Ximena Roldán, se siente feliz por tener a su hijo con vida y en casa. “Ellos estaban aquí el día del terremoto; Dios sabe cómo hace las cosas”, relata la progenitora al momento que observa a su hijo pasar la madera de un lado al otro.

Jonathan ahora se siente protegido

Cuando el padre de Jonathan fue a retirar el bono $ 150 a BanEcuador le dijeron que debe acercarse el 9 de junio. Espera en este mes recibir la ayuda para alimentación ($ 100) que dura 3 meses.

Julieta Arboleda, coordinadora de la zona 4 del MIES (Manabí y Santo Domingo) indica que hasta el martes había 21.556 personas censadas en la provincia, de las cuales 10.052 han aceptado el bono de acogida, 4.737 el de alquiler, 1.570 no han aceptado y 5.197 están indecisos.

A nivel de Manabí, Santo Domingo y Esmeraldas hay un promedio de más de 300 personas que ya están para cobrar los bonos “y eso se va a ir incrementando porque a medida que aparezcan en el RUD van a ir a cobrar”.

Este bono es temporal, por seis meses, y totalmente diferente a la ayuda o bono del Desarrollo Humano. “No tiene nada que ver”, resalta en su diálogo Arboleda. Es que muchas personas tienen miedo de que al acceder al bono de acogimiento se les quite el otro y no es así, pero lo seguirán percibiendo normalmente. Actualmente se está coordinado con BanEcuador para que destinen dos ventanillas especiales de personas damnificadas.

La funcionaria manifiesta que el MIES trabaja de la mano con el Miduvi para analizar si el damnificado tiene realmente la vivienda afectada. “Hemos detectado que hay familias en albergues y refugios que no tienen ninguna afectación.

También, mediante una inspección, se ha descubierto que hay casas que están abandonadas y los damnificados han dicho que son suyas, mientras que los veci indican que allí nadie vivía. “Estamos haciendo bastantes filtros para que estos bonos sean para personas que están afectadas”, concluye Arboleda. (I)

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