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ETA: 6 décadas de sufrimiento vasco

ETA: 6 décadas de sufrimiento vasco
Fotos: Euskadi Información Global
23 de octubre de 2016 - 00:00 - Gorka Castillo, corresponsal en España

El comunicado difundido por la organización armada ETA (Euskadi ta Askatasuna, Euskadi y Libertad, en euskera, lengua vasca) aquel 20 de octubre de 2011 fue una capitulación convincente por su propósito de enmienda. Fue la censura ética al uso de las pistolas con objetivos políticos que la mayor parte de la sociedad española había interiorizado tras 57 años de violencia.  

Aquel día, el marxista-leninista Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), que había jurado luchar hasta la muerte por la independencia de Euskal Herria, decía adiós a las armas y daba el respiro que miles de ciudadanos reclamaban acabar con tanta muerte y destrucción.

La confrontación armada con España, dijo uno de los militantes de ETA, se acaba y se abre un período de diálogo para solucionar las causas de tan prolongado conflicto. La contrición dejó atónitos a muchos. Tanto, que algunos siguen sin comprender que aquel escueto mensaje de 2 minutos y medio de duración era el definitivo epitafio para el antiguo y cruel conflicto que vivió España durante más de 5 décadas.

Un guardia civil lleva en brazos a su hija herida tras el atentado con coche bomba perpetrado por la organización terrorista ETA en Vich, Barcelona, el 29 de mayo de 1991.

El periodista del diario El País, Luis Rodríguez Aizpeolea, uno de los mayores expertos en esta historia, apunta que el Partido Popular (PP) nunca ha terminado de aceptar que el cese definitivo de ETA se produjo durante el gobierno socialista. “No se puede entrar en la dinámica del ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, cuando dice que todo sigue igual porque ETA no ha anunciado su disolución unilateral. Eso no es verdad”, explica en conversación con EL TELÉGRAFO.

Una muestra de la política que aplica el gobierno conservador sobre este conflicto es que el castigo añadido de alejar a los etarras detenidos de prisiones próximas a su lugar de origen se mantiene 5 años después. Según cifras proporcionadas por la plataforma ciudadana Sare, en 2011 solo 8 de los 665 presos de ETA cumplían condena en cárceles del País Vasco. Hoy únicamente son 3 reclusos. Y no solo eso. También ha aumentado su aislamiento. Si hace 5 años, 12 presos se encontraban completamente solos; en la actualidad, el número se ha incrementado a 22. “Más que una evolución, hubo una involución. Estamos en una situación peor que cuando ETA estaba en activo”, afirma el portavoz del colectivo ciudadano, Joseba Azkarraga.

La violencia fue derrotada

Lo cierto es que, pese a la última declaración del ministro del Interior sobre que esta situación cambiaría si ETA se disolviese, el terrorismo ya no tiene clientes en Euskadi. Solo hace falta darse un paseo por los lugares que tiempo atrás fueron los bastiones inabordables de la banda para palpar que la justificación de la violencia ha sido completamente derrotada. Todo esto tiene que ser visto en el contexto de que ETA, el elemento más demonizado de este conflicto, fue presionado hasta la extenuación por las fuerzas de seguridad del Estado y, sobre todo, por una ciudadanía decidida a no tolerar ni uno más de sus casi 900 asesinatos.

Los líderes principales de la organización terrorista Euskadi Ta Askatasuna (ETA) realizaron el anuncio del cese definitivo de su actividad armada el 20 de octubre de 2011.

Como dijo el exministro socialista Alfredo Pérez Rubalcaba al dirigente independentista vasco Arnaldo Otegi al dinamitar ETA la última tregua con un atentado en el aparcamiento de la Terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en el que murieron 2 ciudadanos ecuatorianos: Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio.

“Solo tenéis 2 caminos: el de la violencia ciega y por lo tanto la cárcel; o la contemplación de las posibilidades de un proceso de paz posible”, afirma Rubalcaba en el transcurso del emotivo documental estrenado con motivo del quinto aniversario del final del terrorismo en España.

El origen de ETA

Euskadi ta Askatasuna fue formada por un grupo de estudiantes vascos el 31 de julio de 1959 seducidos por el influjo de los movimientos revolucionarios que florecían en diferentes países del mundo. Su inspiración fue especialmente el Ejército de Liberación Nacional de Argelia que lideró la independencia del país en 1962, al que se unía la necesidad de combatir con las armas un sistema político opresivo como era la dictadura franquista. Los pilares básicos de su lucha fueron la defensa del idioma vasco, el socialismo y la creación de un Estado propio con los 7 territorios culturalmente vascos, 4 de ellos ubicados en España y los 3 restantes en Francia.

Su primera acción armada resultó un completo fracaso. Se produjo en 1961 y consistió en provocar el descarrilamiento de un tren ocupado por voluntarios falangistas que se dirigían a organizar los actos de celebración del alzamiento franquista que acabó con la democracia. El creciente número de activistas y la desorganización interna fue el principal escollo que tuvo que sortear ETA para comenzar a operar de manera efectiva. Siete años tardaron en producir su primera víctima mortal: fue el guardia civil José Pardines, acribillado a balazos en un control de carretera. Días después mataron al policía franquista Melitón Manzanas, jefe de la brigada político-social de Guipúzcoa, en la puerta de su casa.

Pero lo que, sin duda, capturó la imaginación popular fue el asesinato en 1973 del que había sido señalado como el candidato a perpetuar la dictadura franquista en España, el almirante Carrero Blanco, en un espectacular atentado perpetrado en la calle Claudio Coello de Madrid. La llegada de la democracia en 1976 y la amnistía decretada para todos sus presos sumió a la banda en debates internos sobre la continuidad de la lucha armada que siempre terminaron en escisiones traumáticas que terminaron provocando su alejamiento de la realidad social. “Era una guerra de niños burgueses. Es decir, Euskadi no era Angola ni Nigeria ni América Latina donde podía encontrarse algún tipo de justificación para una rebelión popular”, ha sido una de las explicaciones recurrentes que suele dar quien fuera uno de sus activistas históricos, Joseba Urrusolo Sistiaga, cuando razona su decisión de renunciar a la violencia y romper con ETA para siempre.

Su declive inexorable comenzó el 29 de marzo de 1992, pocos meses antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona, cuando la policía detuvo a toda la dirección de la banda en una operación quirúrgica desarrollada en la localidad francesa de Bidart. Los asesinatos se sucedieron y los atentados se hicieron masivos, como el perpetrado 3 años después contra 6 personas en Madrid, en un giro perverso y desesperado por “socializar el dolor”, tal y como explicó su principal dirigente, Francisco Mujika Garmendia, poco después de ser arrestado.

El límite de inflexión que marca su completo desarraigo social tiene una fecha marcada a fuego: el 12 de julio de 1997. Aquel día, secuestró a Miguel Ángel Blanco, un joven concejal del PP en una pequeña localidad industrial del País Vasco, al que utilizó como moneda de cambio para que el entonces gobierno presidido por José María Aznar cediera a sus demandas políticas. Pese a las movilizaciones multitudinarias reclamando su liberación inmediata, ETA cumplió su amenaza y asesinó a Blanco 2 días después. La llama de indignación social que produjo aquel asesinato jamás terminó de apagarse aunque la dirección de la banda siguió creyendo durante 20 años más que las balas eran más elocuentes que cualquier discusión.

Un centenar de personas, entre policías, periodistas y políticos, fueron eliminadas sistemáticamente con el empleo de unos métodos que a esas alturas nadie diferencia de los empleados por sicarios a sueldo de cualquier organización mafiosa. Cada informativo se abría con el desfile de ataúdes y las caras llorosas no solo de los familiares de las víctimas, sino de aquella sociedad a la que decía defender a base de bombazos...

Pero con la llegada del nuevo siglo se produce un hecho extraordinario. En lugar remoto de las montañas de Euskadi, lejos del bullicio mediático y de las miradas públicas, 2 hombres ideológicamente enfrentados, uno socialista como Jesús Eguiguren y el otro independentista marxista como Arnaldo Otegi, deciden sentarse en torno a una mesa para empezar a hablar sobre la paz. Y según avanzan estas conversaciones, llega un ministro del Interior como Alfredo Pérez Rubalcaba que decide tomarse aquel asunto en serio. Corría el año 2009 y, aunque ETA o, mejor dicho, la facción más mortífera de ETA siguió 2 años encerrada en su laberinto, el empeño por desterrar para siempre el terror era ya mucho más fuerte.

El 20 de octubre de 2011 se anunció el final de su actividad terrorista. Con una fatiga física visiblemente acentuada, todos los participantes de este complejo proceso de defunción armada ganaban la apuesta de que la guerra en Euskadi, que había cobrado casi 900 vidas en casi 60 años, finalmente, después de tanto luto, agonizaba irreversiblemente.

“Nunca, pero nunca jamás debe volver a abrirse una brecha de esta magnitud entre ciudadanos que viven en una sociedad democrática”, dijo posteriormente el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. (I)

Datos

El 31 de julio de 1959 en Bilbao, un grupo de estudiantes radicales, disidentes del colectivo EKIN, funda Euskadi Ta Askatasuna (Euskadi y Libertad). Nace ETA.

En 1964, en su III Asamblea, ETA se planteó el uso de la lucha armada y un año después aprobó la creación del frente militar.

La mayor actividad terrorista se dio entre los años 1978 y 1980, período durante el cual 234 personas fueron asesinadas.

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