Han transcurrido más de 2 meses del terremoto que sacudió las provincias de Manabí y Esmeraldas y los efectos del desastre en la salud mental de las familias damnificadas son cada vez más visibles. Así lo constata el psiquiatra ecuatoriano Armando Camino, quien, junto con un equipo de especialistas, ha visitado varias zonas afectadas por el movimiento telúrico. Este médico, además, de asistir a las personas más afectadas por el sismo, conformó un equipo especializado para brindar atención psiquiátrica a largo plazo en la ciudad de Portoviejo.

¿Cómo se preparan los psiquiatras para asistir a personas que, en muchos casos, no encuentran motivos para vivir?

Quienes conformamos este equipo ya estamos habituados a trabajar en zonas golpeadas por desastres naturales. Ayudamos a muchas personas afectadas después del terremoto de Pujilí y también realizamos intervenciones en las zonas fronterizas, donde se registró un conflicto bélico. En 1999 también estuvimos en el terremoto de Bahía de Caráquez. Hoy, apegados a la realidad del país, decidimos ofrecer nuestros servicios, de forma gratuita, para evaluar los cambios emocionales que se dan en las poblaciones más afectadas, en este caso, escogimos Portoviejo. Nuestro equipo se especializó en intervención en crisis y desastres y por eso lleva esta denominación.

¿Quiénes integran este grupo de avanzada?

Este proyecto lo coordino yo, pero recibo la valiosa ayuda de otros médicos especialistas con mucha experiencia en intervención en crisis que provienen, de las ciudades de Quito, Guayaquil y Cuenca.

¿Su trabajo cuenta con el apoyo de las autoridades locales?

Sí, precisamente toda esta tarea se ha realizado en coordinación con la alcaldía de Portoviejo y esta creó las unidades para atención en la Universidad Católica. Con nuestro equipo también viajamos a Portoviejo para realizar un prediagnóstico que nos ayudará a tener un mayor acercamiento con los pacientes. Hay tres grupos de especialistas para que puedan tomar la posta y mantener la atención.

¿En algún momento dejarán de ir a la capital manabita?

Una vez iniciados los tratamientos se intentará coordinar con los médicos de las demás ciudades afectadas para que ellos puedan mantener el programa más a largo plazo con esfuerzos locales.

¿Este proyecto podría replicarse en otras ciudades, con otros especialistas?

Por supuesto que sí. La idea de emprender esta campaña gira en torno a una idea: la psiquiatría social comunitaria en desastres.

¿Hay casos que necesitan mayor atención?

Hoy estamos justo en la fase de aceptación, la más depresiva de este proceso que nos dejó el terremoto del 16 de abril. Estamos viendo casos de ansiedad, depresión y el estrés postraumático. También estamos constatando el abuso de sustancias. En Manabí hay muchas personas que viven con trastornos del sueño y trastornos de ansiedad.

¿Cómo se tratan esos casos?

Hay que tratarlos con fármacos para tratar de estabilizar los casos. También es necesario buscar la causa que provoca estos síntomas y tratarla. En seguida hay que dar un soporte para un tratamiento a largo plazo, porque esto es parte de la responsabilidad de los equipos de salud mental, los que son multidisciplinarios.

¿Quiénes son más vulnerables a sufrir estas dolencias?

Son los jóvenes y adultos mayores, porque los mecanismos de soporte son menores. Adultos jóvenes e intermedios tienen familias, son cabezas de familia, tienen hijos, están casados, pero hay otras personas muy jovencitas y otras muy ancianas que no tienen nada. Estos ciudadanos son más proclives a padecer estas enfermedades. (ARB) (I)