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Especial

El terremoto revela de qué estaba hecha Chamanga

San José de Chamanga tiene una extensión de 117 km² y una población de unos cinco mil habitantes que se desplazaban en botes por los canales de sus casas de madera.
San José de Chamanga tiene una extensión de 117 km² y una población de unos cinco mil habitantes que se desplazaban en botes por los canales de sus casas de madera.
Fotos: Mario Egas/El Telégrafo
12 de junio de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

San José de Chamanga, antes del terremoto del 16 de abril, era una indefinición geográfica, un pueblo de paso en medio de una carretera caliente. Se trata de una parroquia rural de Esmeraldas situada al sur del cantón Muisne que, fácilmente, podría pertenecer a Manabí por la cercanía que tiene con una de sus ciudades, Pedernales: están a 40 minutos de distancia por vía terrestre, si se viaja en carro.

Se constituyó como parroquia en 1954 y se asentó en la parte interna del estuario del río Cojimíes (límite de las provincias de Manabí y Esmeraldas), a un lado del manglar de la Reserva Ecológica Mache Chindul. Esa ubicación, en medio de un bosque húmedo tropical, considerado uno de los sitios ecológicos más sensibles del país, provoca que la parroquia  tenga frecuentes precipitaciones, apenas matizadas por un sol irregular.

Hoy es poco más lo que se sabe de Chamanga. Tiene una extensión de 117 km² y cerca de 5.000 habitantes que se desplazaban en botes por los canales que atravesaban lo que alguna vez fueron sus casas de madera y bambú, destruidas íntegramente por el sismo. Se estima que entre el 80% y 90% de las edificaciones colapsaron y que no hubo ningún muerto, solo un hombre que perdió la pierna luego de que le cayó una pared encima.

“El terremoto nos ubicó en el mapa. Ahora la gente viene y mira cómo vivíamos, en el borde del estuario, en este piso que parece gelatina, por eso se destruyó lo físico”, dice Marón Zambrano mientras con su pie golpea la movediza tierra.

Zambrano es un pescador de 50 años. Tiene los ojos rojos de lo poco que ha descansado  desde que sucedió el desastre natural y, a los tres días del terremoto no ha dejado de salir en las madrugadas a pescar.

Dice, con mucha seguridad pese al notorio agotamiento de su cuerpo que se manifiesta por el reiterado encogimiento de sus hombros, que no se moverá de allí porque hay trabajo. “Están nuestras cosas y en las ciudades es más complicada la vida. Vengo todas las mañanas a sentarme (al borde de la entrada de su casa, que es de las pocas que no colapsaron en su totalidad) y cuidar las pertenencias. Desde la tragedia solo pescamos para la subsistencia, pero poco a poco empezaremos a comercializar los productos afuera, en la carretera, por ejemplo”.

Casi toda la población de Chamanga se dedica a la pesca y vive en un área protegida. Conchas (prietas o micas), almejas y churos son los principales alimentos que recolectan, tanto para su consumo diario como para la venta. Sin embargo, las actividades silvoagropecuarias y la industria camaronera en el sector provocan un impacto negativo que pone en riesgo la sostenibilidad ambiental, productiva y social de la parroquia.

A esto se suma su vulnerabilidad  ante la presencia de amenazas hidrometeorológicas, oceanográficas y geológicas, que están relacionadas con las inundaciones provocadas por la corriente de El Niño. Las comunidades más propensas a inundaciones son Palmar, Piedra Fina y Las Pomas, mientras que los sistemas hidrográficos relacionados a los ríos Mataje, Cayapas, Verde y Esmeraldas se han identificado como los de mayor peligrosidad.

“Como que tenemos recién más conocimiento de los riesgos de vivir en esta zona. Mi casa se destruyó y ahora vivimos en un solar de un familiar . No pudimos ir a los albergues porque somos más de diez y el espacio de las carpas es chico. Además tenemos a mi papá enfermo y necesita de privacidad”, cuenta Magaly Guayamabe mientras regresa a la vivienda  prestada, junto a su madre María Álvarez, luego de recibir unas donaciones en ropa del colegio quiteño Letort.

El principal albergue de Chamanga acoge a 1.016 personas tras el terremoto del 16 de abril y sobrepasa los límites de su capacidad. Según las normas de convivencia básica, en ese sitio debería haber entre 400 y 500 damnificados, y contar con espacios recreativos (limitados actualmente) para que los niños practiquen deportes o jueguen.

Una de las medidas que se implementan, a más de un mes y medio del desastre natural, es la construcción de la segunda fase de ese albergue para desconcentrar a la gente e incluir, por ejemplo, una cancha de fútbol. Así lo informó Pamela Cepeda, quien es parte del equipo de Ministerio de Ambiente (MAE), responsable de la parroquia desde el Gobierno Central.

César Cárdenas, representante de la Fundación Mi Cometa (asentada en Chamanga desde que sucedió el sismo), señala que uno de los principales problemas, además del hacinamiento en varios refugios de la  localidad, es la recurrencia de parasitosis en los niños debido a la escasez de agua potable y a que los tanqueros que venden el líquido vital no lo procesan.

“Hemos descubierto que los tanqueros cogen el agua directamente del río, sin ningún tratamiento, y venden a un dólar el tanque de 55 galones. Esa agua del río puede tener contaminantes, pesticidas de cualquier naturaleza. Se debería obligar a los tanqueros, ya que ganan dinero, a que procesen el agua, que al menos pongan cloro, alguna cosa”, señala Cárdenas mientras camina por  una vía llena de carpas contruidas con palos, sábanas y fundas.

Chamanga tiene vertientes de agua dulce y hasta el momento se han identificado dos pozos que podrían dotar del líquido a la población. La Escuela Superior Politécnica del Litoral está haciendo exámenes  para verificar qué  contaminantes tiene esa vertiente y proceder con la instalación de filtros y piletas comunitarias.

Los pozos no se afectaron tras el terremoto, sin embargo la contaminación existente alrededor de estos podría dañar el estado de esta fuente natural por la caída de escombros y la irregular recolección de basura.

El 28 de abril una planta potabilizadora de agua, gestionada por la Cruz Roja de Colombia en conjunto con su par ecuatoriana y el MAE, fue instalada en Chamanga para abastecer a las cocinas y comedores de los refugios.

“La planta comenzó a operar el 28 de abril. En ese transcurso hemos potabilizado 35.000 litros para el albergue. Estamos con el inconveniente del desabastecimiento por el tema de los tanqueros, pero ya se está solucionando, empezaremos con la potabilización de nuevo y la idea principal es que el abastecimiento sea para las cocinas, porque es un proceso más adecuado, sin contaminación y sin interrupción en la distribución del agua”, le dijo a este diario Jonathan Grain, miembro de la Cruz Roja del Ecuador.

Adicionalmente a la satisfacción de necesidades básicas, se pretende implementar un sistema de comunicación comunitario, para que reporteros (una vez capacitados) de la localidad, a través de una radio virtual, produzcan mensajes educativos y alertas en coordinación con la Secretaría de Gestión de Riesgos. Las alertas no solo se generarían por temblores o réplicas, como la del 18 de mayo, sino por tsunamis.

El objetivo es que la población tenga plena conciencia de que vive en una zona de alto riesgo. “Queremos implementar, además, un sistema de SMS que mande mensajes a cada hora, actualizando la información. Vamos a hacer una suscripción de este servicio para las personas que quieran. No solo habrá contenidos informativos, sino educativos. Esa es la idea, que la gente no solo tenga datos, sino que pueda acceder a mecanismos que los ayuden a recuperarse de la zozobra permanente en la que viven”, comenta Cárdenas, quien está coordinando este proyecto con la Junta Parroquial y los líderes de Chamanga.

El pasado sábado se organizó una Asamblea en la que participaron los militares que custodian el refugio principal, los policías que brindan seguridad, las autoridades gubernamentales y los líderes comunitarios para realizar mingas comunitarias de limpieza, pues el campamento aún no contaba con normas de convivencia.

La primera minga inició el anterior domingo, a las 07:00, y se determinó que los líderes de cada bloque del refugio central (ocho en total) deben coordinar el uso de baños, duchas, preparación de comida y la llegada de visitas, pues se constató que hay personas que ingresan en el día, pero en la tarde dejan sus carpas solas, sin reguardo.

“Eso genera malestar. Vienen solo a la hora de las comidas y por más que existan cuatro comedores no se abastece para tantas personas. Por eso nos hemos reunido para organizar los horarios”, comenta Exon Larrea, quien llegó a Chamanaga invitado por Fundación “Mi Cometa” para hacer una evaluación del impacto del terremoto e implementar medidas posdesastre. “Como se sabe Chamanga pertenece a un área  protegida y sí es posible establecer un turismo ecológico, sostenible. En la parte del manglar se pueden hacer senderos ecoturísticos para observar la vivencia del comunero, o ver flora y fauna. También hay una playa en un sector cercano a Chamanga, a unos 20 minutos, pero que está sucia y se la puede limpiar. Estas acciones generarían ingresos a la población”, apunta Larrea, con la seguridad de que este desastre es una excusa para hacer de Chamanga un experimento social de desarrollo. (I)

DATOS

Las ayudas privadas son intermitentes, pero no dejan de llegar a la zona del desastre.

El anterior sábado un equipo de Emmanuel TV, organización internacional con sede en Lagos, Nigeria, llegó a Chamanga.

La organización está realizando en los sitios afectados por el terremoto la distribución de 20 toneladas de alimentos de primera necesidad y productos de higiene personal, que fueron donados y enviados por avión  desde Bogotá, Colombia.

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