Aunque no lo dice, ese detalle se nota en su mirada. El terremoto del 5 de agosto de 1949 tendió un velo eterno de tristeza sobre sus pupilas.

Había cumplido 2 años cuando el remezón de 6,8 grados en la escala de Richter le arrebató a su madre y arrasó el pueblo en donde vivió -sin saberlo- los días más felices de su edad temprana.

Hoy, cuando se aproxima a los 70 años, Marcelo Cisneros sonríe y se muestra amable y jovial, pero sus ojos no dejan de humedecerse cuando lo invade la nostalgia. Esa misma añoranza lo motivó a emprender un proyecto que bien podría considerarse descabellado y en el que invirtió recursos abundantes y 30 años de su vida.

Cisneros se propuso hacer una réplica -en una hostería- del Patate de su infancia, tal como quedó grabado en su memoria antes del terremoto. Incluso reprodujo los oficios, construcciones y ambientes tal como fueron hace más de 7 décadas.

Todo esto con la idea pueril de reencontrar a su madre, Zoila Cárdenas. Y además le puso un nombre sugerente y tierno: ‘Pueblito Serrano’.

¿Un detalle curioso? Esta hostería de casi 2 hectáreas de extensión está en el cantón Cevallos, a unos 40 minutos del Patate que aún le inspira cálidos recuerdos.

“Con mi padre y hermanos quedamos en la miseria y por eso migramos a Cuenca. Con el tiempo regresé y a los 40 años me propuse construir una hostería en memoria de los pueblitos que fueron destruidos por el terremoto. Comprendí también que nunca más vería a mi querida madrecita”.

100.000 personas sin hogar

Según José Egred, del Instituto Geofísico, el epicentro del sismo de 1949 fue localizado en Pelileo y causó destrucción en un área de 1.920 km². Más de 6.000 personas murieron y otras 100.000 perdieron su hogar, trabajo y sustento.

Es por eso que Cisneros recreó incluso las casas de sus vecinos de aquel tiempo. Sus edificaciones tienen techados de teja, paredes de adobe, balcones y ventanas de madera y detalles en piedra vista. En la parte superior de la puerta de ingreso a cada vivienda se colocaron los nombres de las familias Soria Vasco, Arellano Gavilánez, Tamayo Araujo, Sánchez Ayllón y Reyes Coello.

 También se incluyó a la Escuela Complementaria Artesanal Benjamín Araujo, el convento de Las Doroteas, la Tenencia Política, la Casa Parroquial, la Secretaría, la casa del sacerdote, la iglesia y, por supuesto, el Parque Central. En realidad es un pueblito dentro de una hostería singular.

 Es importante resaltar la importancia de la Escuela Complementaria Artesanal y su influencia provincial, regional y nacional con los oficios artesanales que allí se practicaban.

Este centro de educación teórico práctico fue creado en 1938 y es el único de este tipo en el país. Patate fue escogido para implementarlo.

 Además de tener los talleres para la enseñanza de las artes manuales disponía de un internado para estudiantes de los cantones y parroquias.

“Los jóvenes escogían la profesión en grupos, preferentemente, de un mismo pueblo”, explicó Cisneros, quien hizo investigaciones del tema y trabaja en la redacción de un libro para ahondar en este y otros aspectos históricos de su añorado Patate.

Gracias a la especialización grupal, los jóvenes aprendices de Pelileo eligieron los tejidos; en cambio los de la parroquia Huambaló, la carpintería. Los chicos de Cevallos optaron por la confección de calzado, y los de Pasa, por corte y confección.

Los estudiantes de las parroquias Quisapincha y Picaihua se inclinaron por la manufactura del cuero; los de Píllaro, por la carpintería y sombrerería; y los patateños, por la agricultura e industria de licores: el pisco, delicia, lima dry, coñac, vino y más.

“Otros que se hicieron peluqueros, sastres y sombrereros migraron a Quito y Guayaquil. Esta hostería les rinde homenaje a los forjadores de estas artes en los diversos pueblos tungurahuenses y a Carlos Ayllón Tamayo, fundador de la escuela artesanal”.

Como no podía ser de otra forma, los más virtuosos ocupan un espacio físico perenne en el museo de la hostería. 

 Lo que encanta y sorprende a la vez es que Cisneros cuidó los detalles físicos decorativos y los productos y herramientas de cada negocio o taller. Están ambientados en la época, y pasear por ellos, aunque suene a cliché, realmente es como volver al pasado reciente.

“Las herramientas datan de hace 7 décadas. En la sombrerería, por ejemplo, había moldes de madera para el armado. Cualquiera que pasea por aquí se maravilla y se contagia de esa nostalgia”, expuso Rafael Sánchez, técnico del Gobierno Provincial de Tungurahua (GPT).

Hay 7 locales para igual número de oficios. La sombrerería de Tobías Cárdenas; la sastrería de Quintillano Cepeda; y la carpintería del maestro Rodrigo Soria. Además, los abarrotes de Fidel Soria; la mecánica de Alfonso Cepeda alias ‘Miglo’; la peluquería del maestro Luis Cárdenas; y la zapatería del maestro Filoteo Cisneros.

Las fotos de estos patateños aparecen en un sitio de privilegio en los negocios.

“Pueblito Serrano recuerda a todas esas comunidades que desaparecieron por causa del terremoto, y especialmente a mi amado Patate, aunque no posea nada en mi ciudad natal. Acá ha llegado mucha gente de Guayaquil, Quito, Riobamba, Ibarra, Loja, Cuenca, Ambato y de otras urbes del país y del exterior”, aseguró Cisneros, quien se considera a sí mismo como un emprendedor empedernido.

De niño fabricó una caja de zapatos y lustraba calzado en las haciendas. Laboró en una empresa de banano y, finalmente, en Ambato vendió hamburguesas y pizzas en 1978 en sociedad con Miguel Ángel Ruso. Entregaba, de las primeras, 300 diarias, y 300 trozos de pizza, helados y más.

En la actualidad es el propietario de esta hostería y de las parrilladas Los Charrúas.

“En Pueblito Serrano atendemos a diario y los fines de semana activamos las piscinas temperadas y demás zonas húmedas. Hay cancha de fútbol, un teatro donde también se proyectan películas, restaurante, 9 cabañas con el nombre de cada cantón de Tungurahua, áreas verdes y más”. (I)