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El joven 'Comando' patrulla los barrios de Guayaquil desde los 14 años
Las botas que usa Roberto Bohórquez Kalil son ‘todoterreno’. El joven de 18 años sabe que su deseo por ayudar a mantener la seguridad comunitaria lo puede conducir a cualquier sector de Guayaquil.
Dice que no le da miedo transitar por zonas peligrosas, pero que siempre lo hace con precaución, pues sabe que en la calle hay gente mala y buena. Está consciente de que aunque la semana pasada cumplió 18 años, su apariencia es de un adolescente de 3 años menos.
El día de su cumpleaños no pasó con sus familiares, sino que salió a ‘trabajar’. Así define él su actividad, a la cual nunca ha visto como un juego: guardián comunitario.
El primer día de su mayoría de edad lo pasó en la conocida ‘zona h’, en el bloque 3 de la cooperativa Bastión Popular, en el noroeste de Guayaquil. El sector está intervenido desde el 19 de marzo para evitar el ingreso o salida de droga.
Roberto recorre cada empinado callejón sin mostrar cansancio y regala saludos a cualquier persona que se asome; en caso de que aparezca un policía a pie, en moto o patrullero, se cuadra llevándose la mano a la frente para mostrarle respeto.
El potente brillo del sol, que calienta a la ciudad a más de 35 grados centígrados, parece no molestarle.
Las pequeñas casas, sobre todo de caña, no generan ninguna sombra sobre los pasadizos de tierra, pero él sigue dando sus pasos con entusiasmo.
La vestimenta que Roberto elige para salir a ‘patrullar’ se compone de botas negras con punta de acero, pantalón de tela, camiseta mangas largas para protegerse del sol o del frío, y un cinto negro donde carga sus infaltables herramientas de trabajo: un tolete, una linterna, un pito y una pluma táctica de defensa. “La diferencia con un bolígrafo normal es que tiene la punta más dura y aunque no causa heridas sirve para neutralizar”. Agrega que “además nunca me falta el celular, pues así aviso de inmediato de una emergencia al ECU-911 o directamente a alguno de los policías que tengo entre mis contactos”.
Lo que cambia, según la ocasión, es el tipo de chaleco. A veces lleva uno cubierto antibalas de color verde oliva y encima otro de color amarillo fosforescente con líneas reflectivas. Por ejemplo, así se alista cuando va a zonas muy oscuras o donde, según ve en las noticias, se han reportado altos índices delictivos. Pero cuando va a vigilar en centros comerciales prescinde de ese tipo de seguridad.
¿Qué hace en los centros comerciales? “Siempre se puede ayudar. Por ejemplo una vez vi que dos señores estaban peleando por una aparente estafa, por venta de celulares robados. Eso yo no tenía cómo probarlo, pero escuché que al que acusaban dijo: yo tengo aquí 50 celulares y nadie me puede decir nada. Entonces avisé al policía, le encontraron 10 teléfonos sin factura y se los decomisaron”.
Roberto ha perdido la cuenta de cuántas veces ha ‘patrullado’, pero sabe que su aventura empezó a los 14 años.
Su primera vigilancia la hizo cerca de su casa en la Cdla. Los Ceibos, al norte, en un callejón que conduce al sector de Mapasingue. Había escuchado que ahí vendían droga y se quedó escondido detrás de una planta para descubrir a los microtraficantes. Cree que se dieron cuenta porque nadie salió.
Desde ese entonces, algunos familiares, parientes y amigos le han puesto el apelativo de ‘Comando’ y a él no le molestan los apodos porque su finalidad es seguir ayudando.
Su primer operativo no terminó bien, pues intentaron robarle. Pero sí ha tenido buenos momentos. ¿Cuáles han sido mis mejores experiencias?, se pregunta el muchacho de grandes lentes de marcos verdes, y rememora que una vez estando en uno de los estadios colaboró con información de 3 personas que arranchaban carteras. “Con los guardias fuimos a capturarlos, pero ya no tenían nada. Así que solo procuramos que no estén por el lugar”.
El tolete no lo usa para golpear a personas, es una herramienta de precaución, porque dice que en algún momento puede atacarlo un perro.
Sus pasos son seguros. Él sabe qué debe hacer porque asegura que se ha estudiado el reglamento de la Policía, el Código Orgánico Integral Penal (COIP) y otras normativas. Además está atento de todas las noticias que se difunden por la televisión o periódicos.
¿Vacaciones, fiestas, reuniones familiares? Para Roberto esas palabras no son su prioridad. “El trabajo que realizo no me deja tiempo para descansar, por eso no me tomo ‘francos’ (término policial con el que se conoce a los días libres). Yo salgo de casa a las 09:00 y regreso a la medianoche y para el ‘rancho’ (horas de comida) no me tomo mucho tiempo, máximo media hora. A veces he hecho amanecidas en mi ciudadela”, narra.
Este año, el joven empezará a estudiar en la Universidad, pero “no sin antes hacer algo bien hecho”, expresa. Roberto explica que su deseo es capturar a un ladrón, “pero no como un héroe, porque los héroes están en las tumbas, sino verlo en el delito flagrante y denunciarlo a la Policía y luego yo mismo poner la denuncia. Sé que eso es ponerme en riesgo, porque el delincuente puede tomar represalias en mi contra, pero estoy dispuesto a tomar el riesgo por el bien de la comunidad”.
Un agente que lo ha conocido desde los 14 años comenta que Roberto sabe bien lo que debe hacer, pero a veces no mide el riesgo. “La otra vez se fue solo al Cerro Las Cabras (Durán) y pudieron hacerle daño porque lo ven pelado y pueden imaginarse que está haciendo inteligencia”, manifestó.
Un morador de la ‘zona h’ opina que si hubieran más chicos con la predisposición de Roberto, así fuera uno por barrio, la ciudad sería más segura”.
Roberto lamenta que no pueda ser policía por su problema de visión, pero ya se ha trazado una meta: crear una empresa de seguridad privada, para lo que se ha leído todos los requisitos. “Siempre he contado con el apoyo de mis padres”.
Ellos contrataron un chofer para que lo movilice.
Hay algo más que lo aflige. Está enamorado, pero sabe que el tiempo que le dedica a su vocación no le permitiría tener una buena relación. La joven que le gusta tiene 22 años y vive en Quito, él busca acortar la distancia enviándole mensajes románticos. “A veces yo viajo allá, pero no a pasar vacaciones, sino a patrullar. A mí me gustan las mujeres mayores, y lo mejor es que ella es policía”. (I)
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