En Estados Unidos, analistas y medios de comunicación coincidieron en que la campaña de Donald Trump fue un culto a su personalidad.

Quizá por ello no sería desacertado afirmar que los ciudadanos que viven en este país están a punto de entregarle el poder a un hombre que pasó toda su vida alimentando su propio ego.

A inicios de este año, el diario The New York Times estableció una analogía entre Estados Unidos y la capital de Turkmenistán, un país situado en Asia Central.

¿Qué similitudes podrían guardar ambos países? Hace un año, en Asjabad, capital de Turkmenistán, se levantó un monumento público: una gigantesca escultura ecuestre bañada en oro en la que se veía al presidente de ese país.

Según el artículo, los cultos a la personalidad son más bien una norma en los países que terminan con “istán”: las naciones de Asia central que surgieron después de la caída de la Unión Soviética.

En el caso de Trump, quien será posesionado como Presidente de Estados Unidos el próximo 20 de enero, hay que recordar que su fundación de caridad desembolsó una fortuna en la adquisición de un retrato de 1,82 metros de su fundador.

Además, si se da un vistazo a su cuenta de Twitter, hay pruebas suficientes para demostrar que la victoria no ha hecho nada para saciar la sed de gratificación de su ego, como lo señala el diario estadounidense.

“Podemos esperar una buena dosis de exaltación personal una vez que ocupe la presidencia. No creo que llegue al extremo de esculturas bañadas en oro, pero ¿quién lo sabe realmente?”. Esta posibilidad no es del todo descabellada como lo deja ver The New York Times que también destaca que durante su campaña política, Trump dejó ver su vanidad. “Todo el mundo me ama”, repitió en más de una ocasión.

Marcelo Medrano, sociólogo y  analista político, explica que el culto a la personalidad está relacionado con formas de poder.

Así, por ejemplo, en Estados Unidos existe —según afirma—una forma de legitimación de la figura del empresario que, además, es exitoso, porque logró acumular muchos millones.

“Hay un punto en el cual Donald Trump se vanagloria de ser multimillonario porque además no paga impuestos y él lo considera un mérito. Frente a esto, la sociedad no se escandaliza”.

Al legitimarse este discurso, Trump se convierte en un modelo y, por consiguiente, hay que hacerle caso.

Para este sociólogo, Trump no solo se presenta como un empresario exitoso, sino también como líder religioso, carismático y eso le da una connotación de culto a la personalidad.

“En este tema pesa mucho el espectáculo y, en ese sentido, no hay que olvidar que en Estados Unidos se manejan las puestas en escena mediáticas. En el caso de Trump me sorprendí porque en una ocasión apareció rodeado de humo como si fuera una estrella de cine”.

En las sociedades es posible generar un culto a la personalidad respecto a los políticos, a las estrellas de cine y a los grandes empresarios.

“Cuando hablamos de Donald Trump decimos que hay un culto a la personalidad, al empresario que alcanzó éxito sin respetar las reglas del juego”.

Medrano manifiesta que el fetichismo, concebido como una admiración exagerada a una persona, puede conducir al culto de la personalidad.

El especialista añade que “al mismo tiempo se relaciona con la influencia del carisma en el desarrollo de las estructuras de poder, donde interactúan comportamientos, instituciones y sistemas simbólicos en torno a una sola figura”. (I)  

Datos

“Casi todos los negocios que he hecho respondieron al menos en parte a mi ego”, dijo el magnate en un artículo del The New York Times de 1995 titulado ‘Lo que quiere mi ego, lo consigue’.

Para Trump, su ego es una fuerza extraordinaria que lo empuja a buscar grandes emociones y que produce éxitos extraordinarios.

“Me aprovecho de las fantasías de la gente”, reconoció Trump, y muchos fantasean con la idea de que le pase a la gente un poco de su personalidad. (I)