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Alberto muenala / director de cine indígena
Alberto Muenala defiende el kichwa y la visión indígena desde el cine
Las principales transformaciones de los pueblos y nacionalidades indígenas en América Latina están vinculadas con un cambio en las narraciones que los representan, a través de las cuales se comunican, en antagonismo con la historia oficial.
A lo largo del continente una de las principales herramientas de la lucha indígena ha sido el cine.
El boliviano Jorge Sanjinés, tras estudiar cine en Chile en la década de los 60, regresó a su país y creó Ukamau, un grupo militante de lo que él mismo llama la ‘masa indígena’.
Desde sus inicios, esta comunidad usó relatos cinematográficos para “mostrarles a las sociedades blanco-mestizas que sus comunidades no son tontas como ellos todavía piensan”, dijo Sanjinés en una entrevista con Revista Ñ.
En México, Guillermo Monteferte se dedica a la planificación de festivales de cine indígena y a documentar el riesgo de la migración en comunidades como la paipai; kumiai; makurawe (guarijío).
En Brasil VincentCarelli, o Martha Rodríguez, en Colombia, visibilizan el discurso de comunidades indígenas con un enfoque antropológico.
En Ecuador, Alberto Muenala (Otavalo, 1959), desde los 70 configura su militancia en imágenes y rompe las narraciones cinematográficas mestizas. Su primer cortometraje de ficción en video, Yapallag (1989) recupera cuentos de la tradición oral kichwa en tono de humor. Desde entonces Muenala busca que el cine sirva para un proceso de decolonización, para “tratar de recuperar la memoria de lo que somos nosotros”.
En 1992 documentó los 500 kilómetros de la marcha con la que los indígenas buscaban legalizar sus tierras. Dos años más tarde, Muenala grabó la ficción Mashikuna (Compañeros). A través de ella representa las bases de la organización comunitaria. En la película dos niños indígenas crecen enfrentando el racismo que de alguna manera los dirige hacia un liderazgo de sus comunidades.
Muenala dijo entonces que la importancia de contar esta historia era reivindicar la palabra oculta, los valores, los triunfos. Además, de “fortalecer el espíritu de los pueblos indígenas del continente que cruzamos la historia sin perder la batalla de la dignidad y soñamos con un mundo más justo”.
A lo largo de 28 años, Muenala ha trabajado en más de 30 cortometrajes en su propio idioma, el kichwa, con jóvenes de distintas comunidades que quieran contar su historia. Su propuesta apunta a un cine distinto a trabajos ‘indigenistas’, aquellos en los que -sostiene- “los indígenas son un objeto de lo que quieren expresar”. Para ello debían dejar de producir en el idioma en el que producen todos, en castellano. Debían usar el kichwa y asumir la conformación del lenguaje cinematográfico con su propio idioma, como una defensa e incentivo a nuevos realizadores, contra lo que -considera- los principales problemas para la sobrevivencia del kichwa: desde muy pequeños los kichwhablantes van a la escuela para cambiar su mundo, dejar de hablar kichwa y sustituirlo -en muchos casos- por el castellano.
“Fuimos condenados al silencio, pero nunca lograron callarnos (...) A nuestra cultura la han estudiado como folclore, dicen que hablamos dialectos y no lenguas, que hacemos artesanía y no arte, nos han considerado ciudadanos de segunda por ser indios, por ello la importancia de la utilización de un nuevo lenguaje cinematográfico que logre rectificar este y otros errores”, dice Muenala.
Desde su militancia se ha aventurado a grabar Killa Ñawpumukun (Antes de que salga la luna), la primera película del idioma kichwa que espera estrenar este año. “Es necesario acabar con prototipos y supuestos programas interculturales que denigran a los pueblos y nacionalidades a través de la folklorización de representación e imagen que se proyecta como intercultural”, dice Muenala. Lo intercultural -apunta- no es solo recuperar las fiestas tradicionales, la vestimenta algunos mitos o leyendas, la interculturalidad va más allá de esta simplificación.
Para Muenala la producción intercultural tendrá sentido cuando los propios realizadores de los pueblos y nacionalidades tengan el derecho a crear y re-crear su propia imagen y se expresen en sus propios idiomas y sobre todo tengan el mismo derecho de proyección, difusión y distribución que los otros trabajos audiovisuales.
La concreción de la autorrepresentación de los pueblos y las nacionalidades requiere, según Muenala, de forma urgente la democratización de la comunicación, libre, incluyente e intercultural, “que el gobierno cumpla con la propuesta de apoyar la creación del 34% de medios comunitarios, la creación de fondos concursables para la producción y difusión de las culturas y los idiomas existentes en el país, el incentivo de los canales de TV a la coproducción de proyectos educativos y culturales. Solo de esta manera se verán reflejadas las propuestas de producción audiovisual de comunicadores, productores y cineastas de los pueblos y nacionalidades del Ecuador en los medios de comunicación locales, públicos y privados. Mientras no exista interés ni apoyo a la producción intercultural de los pueblos y nacionalidades, la comunicación intercultural seguirá siendo una utopía”.
El autor sostiene que para que un país se reconozca como intercultural, plurinacional, tiene que empezar respetando su diversidad.
“Ecuador es un país rico en culturas, mismas que no han sido visibilizadas desde su pensar, sentir; en la mayoría de los casos se continúa con producciones de ventrílocuos que hablan por el ‘otro’. Para crear un verdadero proceso de autorrepresentación se necesita un cambio de mentalidad y respeto a las propuestas que nacen en el seno de las comunidades y productoras audiovisuales indígenas, solo así habrá programas que salgan de sus propias cotidianidad, espiritualidad y epistemología”. (I)
Datos
Alberto Muenala se involucró desde joven con el movimiento artístico otavaleño.
En 1980 inició sus estudios en el Centro de Estudios Cinematográficos de la Universidad Autónoma de México (UNAM), donde se graduó.
En 1985 regresó al país y creó la Corporación Rupai dedicada a impulsar proyectos educativos, comunicacionales y culturales.
Ha grabado más de 30 proyectos documentales y de ficción sobre la visión de comunidades indígenas.