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El Telégrafo
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Los católicos de la Sierra Centro se unen para rezarle al Niño de Isinche

Los fieles disfrazados constituyen uno de los atractivos de las procesiones que se organizan dentro de esta hacienda que antiguamente fue uno de los obrajes más importantes de Cotopaxi durante la colonia.
Los fieles disfrazados constituyen uno de los atractivos de las procesiones que se organizan dentro de esta hacienda que antiguamente fue uno de los obrajes más importantes de Cotopaxi durante la colonia.
Foto: Roberto Chávez / El Telégrafo
24 de diciembre de 2015 - 00:00 - Redacción Regional Centro

Las peregrinaciones anuales hacia el Santuario de Isinche, ubicado en el cantón Pujilí, en Cotopaxi, empezaron antes de la Navidad con cientos de fieles que llegan desde las provincias de la Sierra Centro y del país.

Anualmente, se estima que más de 2.000 personas acuden a la hacienda del mismo nombre en Navidad, para poner a prueba su fe y demostrar su devoción a una de las imágenes con mayor antigüedad e historia, no solo de esta zona sino de Ecuador.

La finca está ubicada 3 kilómetros al sur del centro de Pujilí y antiguamente fue un importante obraje de algodón.

La construcción de la capilla de veneración se terminó cuando esta propiedad pertenecía a Francisca Gangotena. En la puerta de madera de ciprés se lee: “Acabose en el año 1743”.

La influencia del barroco italiano se observa en la fachada principal de piedra pómez. En esta capilla sobresalen diseños de corderos que fueron recuperados durante la reconstrucción, luego del terremoto de 1996.

En la actualidad pertenece a la familia León y el fervor que le profesan los mestizos y especialmente los indígenas a la imagen del Niño de Isinche se remonta a los tiempos de la colonia.

La efigie fue hallada aproximadamente en 1730  en uno de los fardos (costales) que llegaron al obraje de los jesuitas. Las cargas eran transportadas en un mular que se acostó en el suelo y se negó a continuar el viaje.

El arriero retiró el bulto del lomo del animal y lo abrió. Adentro estaba la figura tallada en madera del Niño Jesús. La leyenda relatada de generación en generación cuenta que esa misma noche el propietario de la hacienda tuvo un sueño. Se le apareció la figura de Jesús y le dijo que quería quedarse y que construyera un templo. Así lo hizo.

El mayor festejo en homenaje al Niño es el 25 de diciembre. Este día se realiza el popular Pase del Niño con juegos pirotécnicos, bandas de pueblo, villancicos y una misa campal.

Un año antes de la fiesta comienzan los preparativos con la nominación del prioste, quien es un comunero que se presenta, por lo general, de manera voluntaria por devoción al Niño de Isinche (que tiene prestigio de ser milagroso).

Desde ese día  ahorran dinero y, si es necesario, emigran para tener más ingresos y se organizan jochas (intercambio de servicios). Si el dueño de casa acepta esta petición se convierte en yura, que es una especie de cargo que se extiende también a la esposa. La persona elegida no podrá negarse a cumplir este encargo, ya que se podría considerar como mal presagio.

Hay un yura para cada grupo de disfrazados que participan en las vísperas, procesiones y en las misas. Llegan con sus trajes de los tres reyes (ángel, embajador y mozo), Mama Negra, payasos, curiquingues, negros loeros, saumeriantes, huasicamas, mayordomos, caporales, chinas, monos, yumbos, etc.

El párroco de Pujilí, Pedro Casa, dijo que desde la tarde del 24 de diciembre se realizan los recorridos y las concentraciones.

El sacerdote llama durante sus ceremonias eucarísticas a encontrar fortaleza en el Dios vivo, que se encuentra en el fondo del corazón de los creyentes. En los alrededores de las haciendas varios feligreses aún sostienen la antigua leyenda que la imagen de El Niño crece.

Margarita Suntasi asegura que creció una milésima el último año. Además, se le atribuye una infinidad de milagros y como prueba hay más de 10.000 placas de agradecimiento.

Pero no solo con placas agradecen los feligreses, sino que también le entregan a la imagen trajes confeccionados de todos los tamaños y con todos los motivos imaginables, que incluyen oficios variopintos, profesiones y actividades manuales. Hay más de un millar de estas prendas que son conservadas en armarios en el santuario.

De ahí que el guardarropa del Niño de Isinche tenga desde un traje de Policía hasta uno de marinero, bombero, torero, militar, médico, entre otros. Son de tela de gamuza, de seda y de otros materiales confeccionados cuidadosamente por artesanos de Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo, que se especializan en ropaje de imágenes religiosas.

“Es la forma de decirle gracias por tantos milagros. Nunca voy a olvidar que por la fe que le tenemos, mi padre salió bien de su operación hace tres años”, aseguró Greta Morales, oriunda del cantón Salcedo. (I)

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