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La satanización de la hoja de coca empezó en la época de la Colonia en Sudamérica

La satanización de la hoja de coca empezó en la época de la Colonia en Sudamérica
11 de junio de 2016 - 00:00 - Pedro Reino Garcés, Historiador

¿Conoce usted muchas plantas que contengan más calcio que la leche, más hierro que la espinaca y tanto fósforo como el pescado?

Sin rodeos estamos hablando de la planta suramericana que generosa crece en América Latina y fue y es todavía, a pesar de la satanización que arranca en la época colonial, conocida como coca. No estamos hablando para nada de la cocaína ni de sus adictos.

Porque para llegar a su elaboración, hay que seguir procesos con variadas sustancias químicas que dan el resultado del polvo con que se deleitan los ‘voladores’ que deschavetan sus cabezas y quedan descuajeringadas sus neuronas. Sabemos que terminan enredados en un cablerío del infierno y sus cerebros convertidos en pelotas de trapo.

Tomo estos datos de Le Monde  diplomatique (Mayo 2008) de un artículo-ensayo titulado ‘Una hojita verde llamada coca’, de autoría de Johanna Levy.  También en Ecuador se cultivaba desde épocas preincas. Hasta tenemos un río y una región que se llama El Coca, en la Amazonía ecuatoriana.

Las faldas del Tungurahua fueron cocales que abastecían a la población de las zonas de páramo, como el de Quisapincha. Veamos un poco su proceso histórico satanizador siguiendo esta investigación realizada por Johanna Levy (periodista de Caracas):

“Planta sagrada de los Andes” la ‘Mama Coca’ sufrió en efecto, en el siglo XX, las consecuencias del éxito de sus numerosas virtudes.

Utilizada con fines religiosos y terapéuticos durante miles de años por las civilizaciones incaica y preincaica, y, desde hace siglos, por las culturas amazónicas y guaraníes.

La hojita verde (Erythroxylon coca) se destaca por sus efectos energizantes. Desde luego los evangelizadores la consideraban un producto demoniaco y motivo de varios concilios que se celebraron en Lima (1551-1772).

“Sin embargo, una vez masticada —lo que multiplicaba el rendimiento de la mano de obra indígena sometida a trabajo forzado en las minas— o consumida como infusión, la coca haría la fortuna de los conquistadores españoles…, antes de hacer la fortuna de la más célebre bebida del mundo, ¡Coca-Cola!”

Pero son fundamentalmente sus propiedades anestésicas y analgésicas las que la llevarán al pináculo de la ciencia médica con el descubrimiento de Albert Niemann del alcaloide cocaína en 1858. Este representa menos del 1% de los 14 alcaloides que pueden extraerse de la hoja de coca. 

“Así, constituirá el principal medicamento de la farmacopea moderna —utilizado como anestésico local en cirugía oftalmológica, pero también para el tratamiento de enfermedades respiratorias como la tuberculosis o el asma—” hasta su reemplazo en 1923 por la molécula sintética creada por el bioquímico alemán Richard Willstatter.

La hoja de coca perdió entonces el favor del mundo occidental. Peor aún, se la considera responsable de la adicción de millones de consumidores, en todas partes del planeta, al clorhidrato de cocaína, la cocaína.

Una acusación que hizo que Naciones Unidas prohibiera su comercialización fuera de las fronteras de los países productores.

Para los investigadores de la red Transnational Institute, especializados en el análisis de las políticas globales contra las drogas, la hoja de coca fue víctima de un doble error: la confusión entre sus efectos y los de la cocaína.

“Es verdad que la cocaína puede extraerse de la hoja de coca —reconoce Caero—. Pero para lograrlo se necesitan además 41 productos químicos cuyas patentes pertenecen a las empresas del Norte”.

Para los expertos del Transnational Institute, la prohibición internacional que pesa sobre el comercio de la hoja de coca es “el fruto de una política injusta, basada en datos científicos erróneos que no expresan más que prejuicios culturales”.

Desde mediados de los años setenta, se ha demostrado a través de estudios que la hoja de coca no podía en ningún caso afectar al sistema nervioso. Liberada durante la masticación, la poca cocaína contenida en la hoja sería totalmente hidrolizada por el sistema digestivo.

Mejor aún. Los beneficios del arbusto fueron, en varias oportunidades, confirmados por análisis científicos. Investigadores de la Universidad de Harvard señalaron, en 1975, que el valor nutricional de la hoja de coca es comparable al de alimentos como la quinua, el maní, el trigo o el maíz.

“En términos de nutrición no hay diferencias entre el uso de la coca y el consumo directo de alimentos” afirman los autores del informe.

Abundante en sales minerales, fibras y vitaminas, baja en calorías, la hoja podría, según ellos, figurar entre los mejores alimentos del  mundo. El director del Instituto de Cultura Alimentaria Andina de Perú, el dr. Ciro Hurtado Fuentes  preconiza “así su utilización en forma de harina”.

Es capaz, según él, de acabar con el hambre que sigue afectando a 52,4 millones de personas en el subcontinente americano. (O)

Paz Zamora: "coca no es cocaína", 1992

La cocaína y las armas tienen altísima rentabilidad. Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, los mayores vendedores de armas son Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Rusia.

En la lista también figura China. Y, casualmente, los 5 países que tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU. Datos importantes que tiene esta historia: “1961. Convención Única sobre Estupefacientes. Declara universalmente ilícitos la adormidera, el cannabis y la coca (salvo para la industria farmacéutica). La producción destinada al consumo ‘tradicional’ de Bolivia y Perú se beneficia de una prórroga de 25 años. El artículo 27 otorga a Coca-Cola el monopolio mundial del uso lícito de la planta descocainizada”. “1992. Durante la Exposición Universal de Sevilla, se prohíbe a Bolivia la exhibición de toda industria derivada de la hoja de coca. El presidente Jaime Paz Zamora, quien se niega a penalizar la coca –bajo el lema ‘coca no es cocaína’– es acusado de narcotraficante por Estados Unidos”. “El cultivo de la coca se concentra en tres países andinos: Colombia que representa el 50% de las superficies cultivadas con 78 mil ha; Perú, el 33%; Bolivia, 17% (JIFE, 2007). (O)

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